CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 20 marzo 2005 (ZENIT.org).- Unas cincuenta mil personas, en su mayoría jóvenes, celebraron este Domingo de Ramos en la plaza de San Pedro del Vaticano, los veinte años de las Jornadas Mundiales de la Juventud, cuya primera edición se celebró en Roma.
A causa de su delicado estado de salud, Juan Pablo II pidió al cardenal Camillo Ruini, vicario del Papa para la diócesis de Roma, que presidiera la procesión de las palmas y la celebración eucarística en una mañana soleada.
La ventana abierta del Papa manifestó su presencia en el acto desde su apartamento. La gran mayoría de los peregrinos llevaban en sus manos ramos de olivo, como los habitantes de Jerusalén que aclamaron a Jesús en su entrada triunfal hace más de dos mil años.
«Cada vez me doy cuenta con más claridad de cómo fue providencial y profético el que este día, Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, se convirtiera en vuestra jornada», dijo el Papa a los jóvenes en el texto que escribió con motivo del Ángelus y que fue leído en su nombre por el arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado.
En la homilía de la misa, el cardenal Ruini, quien es también presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, meditó en el símbolo de las Jornadas Mundiales de la Juventud, la Cruz.
«Si vemos los muchos sufrimientos humanos, sobre todo el sufrimiento no culpable, nos quedamos como perdidos y nos vemos obligados a preguntarnos si verdaderamente Dios nos ama y nos cuida, o si no existe quizá un destino malvado que ni siquiera Dios puede cambiar», reconoció.
«En la cruz de Cristo, sin embargo, estamos en contacto con el auténtico rostro de Dios», añadió. «En la cruz de Cristo, el rostro de Dios no pierde su grandeza y su misterio, y sin embargo se hace extraordinariamente cercano y amigo, pues es el rostro de aquél que, en el propio Hijo, comparte hasta el final incluso el lado más oscuro de la condición humana».
«Por este motivo, de la cruz de Cristo se difunde una fuerza y una esperanza de redención sobre todo el sufrimiento humano: el drama y el misterio del sufrimiento, que son en el fondo el drama y el misterio de nuestra vida, no quedan de este modo eliminados pero ya no se nos presentan como algo oscuro e insensato», aseguró.
El purpurado concluyó alentando a los jóvenes a cargar con la Cruz de Cristo, pues «provoca comprensiblemente miedo», particularmente a los «hombres de nuestro tiempo que tendemos a ver el sufrimiento sólo como algo inútil y dañoso», pero revela «el significado del sufrimiento, así como el sentido de la vida».
La misa fue concelebrada por el arzobispo Stanislaw Rylko y por el obispo Josef Clemens,
Presidente y secretario respectivamente del Consejo Pontificio para los Laicos, así como por el arzobispo Luigi Moretti, obispo auxiliar de Roma.
Los cantos corrieron al cargo del coro y la orquestra de doscientos elementos dirigidos por monseñor Marco Frisina, director del Coro de la diócesis de Roma.
La austera Cruz de los Jóvenes que Juan Pablo II les entregó hace veinte años para que recorriera el mundo, presidió las celebraciones del Domingo de Ramos en Colonia (Alemania) donde tendrán lugar del 15 al 21 de agosto las próximas Jornadas Mundiales de la Juventud.
En meses pasados, ha recorrido las diócesis alemanas para promover la participación en ese acto, que podría congregar a unos ochocientos mil chicos y chicas.
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Mar 20, 2005 00:00