CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 16 mayo 2005 (ZENIT.org).- Las dramáticas consecuencias del tsunami que flageló a finales de diciembre al sudeste asiático deben ser un ulterior motivo de colaboración entre budistas y cristianos, considera un representante de la Santa Sede.
El arzobispo Michael L. Fitzgerald, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, con motivo de la fiesta de Vesakh, la más importante para los budistas, ha enviado un mensaje a los fieles de esa religión para asegurarles que los católicos rezan por las víctimas de la catástrofe.
En estos momentos, reconoce el prelado británico, «donde más se siente la necesidad de colaboración es en los países del sur y del sudeste de Asia, que el 26 de diciembre de 2004 fueron golpeados por el terremoto y después por el tsunami».
«Este desastre ha suscitado una emanación de oraciones, expresiones de compasión y actos de generosidad como en pocas ocasiones se ha visto en el mundo», afirma.
«Budistas y cristianos han trabajado juntos para ayudar a las víctimas; las organizaciones religiosas han cooperado para llevar ayudas inmediatas y para evaluar las necesidades futuras», constata.
«Ahora bien, el largo período de tiempo que se necesita para la reconstrucción exige continuar con estas expresiones de solidaridad interreligiosa», asegura.
Monseñor Fitzgerald constata que algunas familias celebran la fiesta de Vesakh este año pensando en los seres queridos que han perdido.
«Deseo asegurar a estas personas que no serán olvidados, sino que serán recordados en nuestras oraciones», afirma.
El diálogo que hace cuarenta años lanzó la declaración del Concilio Vaticano II «Nostra Aetate», concluye, «nos exhorta a compartir los unos con los otros tanto la alegría como el dolor».