MÉXICO, jueves, 19 mayo 2005 (ZENIT.org–El Observador).- Los obispos mexicanos, a través de la Comisión Episcopal de Pastoral Familiar, han salido al paso ante las pretensiones de algunos grupos parlamentarios del Congreso de legalizar la práctica de la eutanasia en México.
Tras recordar a los legisladores que la vida es un don inmenso recibido gratuitamente del Creador, el comunicado, firmado por el presidente de la Comisión de Pastoral Familiar y obispo de Matehuala, monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, subraya que «la vida es digna porque tiene su origen y destino en Dios; es nuestra, pero no podemos disponer de ella como si se tratara de una cosa».
La vida es, en efecto, dicen los prelados mexicanos, la premisa para todos los valores, derechos y deberes de la persona, quienes agregan que la fe cristiana pone de manifiesto la grandeza y el valor de la vida humana aun en su fase temporal, «ya que ésta es condición básica y momento integrante de todo el proceso unitario de la vida de la persona humana que alcanza su plena realización en la promesa divina de la vida eterna».
Así pues, la vida nos es confiada a nuestra responsabilidad para que la custodiemos y la llevemos a su perfección por el amor y el don sincero de nosotros mismos a nuestros hermanos, enfatizan los obispos en el comunicado que fue hecho público la tarde de ayer miércoles por la Conferencia del Episcopado Mexicano
Recientemente, en México, se ha propuesto la licitud de la eutanasia y su consiguiente legalización, entendida como una acción u omisión de acciones con la intención de poner fin a la existencia de un ser humano.
Esta iniciativa pretende sostener una actitud piadosa y respetuosa del ser humano a fin de evitarle sufrimientos atroces; sin embargo se mueve en el contexto de una cultura que desconoce la verdadera vocación del ser humano y que reduce el sentido de la vida humana a la capacidad de gozar, en una perspectiva de calidad de vida basada en el bienestar corporal, psicológico y social, en la productividad, en el prestigio, señala el comunicado.
Dicha postura, advierten los obispos mexicanos, aparentemente compasiva ante el sufrimiento humano, ve éste sólo como fuente de amargura y negatividad.
«Hay que recordar –añaden–que muchas personas disminuidas en sus capacidades físicas, psíquicas y sociales nos han dado ejemplo de integridad y fortaleza, con el testimonio de que hay valores más altos que dan sentido a la vida a pesar de las limitaciones. Más aún, para quien tiene fe en Cristo Jesús».
La persona humana, aun la más disminuida, tiene un valor inmenso y un sentido, pues es imagen y semejanza de Dios, dice el comunicado. En su parte medular advierte que no se puede disponer de la propia vida o de la vida de los demás con el pretexto de respetar la autonomía, dado que el valor trascendente de la vida y de la libertad responsable se muestra precisamente en el respeto, la defensa y la promoción de la dignidad de la vida humana.
«La eutanasia es siempre una forma de homicidio o de suicidio, que si llegara a legalizarse tendría enormes repercusiones sociales al desconocer el límite impuesto por el valor sagrado de toda vida humana, con lo cual la justicia quedaría relativizada y la confianza en los médicos -verdaderos agentes de vida- quedaría comprometida al pretenderse implicarlos en acciones de muerte».
Para finalizar, los obispos hacen un llamado para que toda persona de buena voluntad se oponga, tajantemente, a la pretensión de «legalizar este crimen terrible», aunque, advierten, la muerte no ha de ser causada, pero tampoco absurdamente retrasada, como es el caso del encarnizamiento terapéutico.
«Hablar de muerte digna es hablar del derecho que tiene todo ser humano de ser asistido en sus últimos momentos con los cuidados paliativos y espirituales para evitarle un sufrimiento innecesario», reafirman los obispos.
Y terminan diciendo que «no es eutanasia el dejar morir a tiempo, con dignidad y en paz, sin el uso de medios desproporcionados o extraordinarios».