Ante los desafíos del mundo globalizado, el Papa propone «auténtica solidaridad»

Tras los pasos de Juan Pablo II

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CASTEL GANDOLFO, lunes, 29 agosto 2005 (ZENIT.org).- ¿Cuál será la actitud de Benedicto XVI ante el actual fenómeno de la globalización? A esta pregunta surgida tras su elección como obispo de Roma entre muchos periodistas, el pontífice respondió este lunes lanzando un vibrante llamamiento a la «auténtica solidaridad».

Se trata, en definitiva, de la misma propuesta que acuñó Juan Pablo II, cuando convocó la «globalización de la solidaridad», ante el surgimiento de la «aldea global», que tuvo lugar tras el derrumbe del bloque comunista soviético y con el surgimiento de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Al recibir este lunes al nuevo embajador de Ecuador ante la Santa Sede, Francisco Salazar Alvarado, Benedicto XVI afrontó los «problemas de orden económico, social y político» de ese país y, tras exigir el diálogo y «la colaboración» de todas las «instancias políticas y socio-económicas», enmarcó estos desafíos en su escenario internacional.

«Urge, pues, esta unión de intentos y voluntades para hacer posible una continua acción de los gobernantes ante los desafíos de un mundo globalizado, los cuales es necesario afrontar con auténtica solidaridad», aseguró.

«Esta virtud, como decía mi predecesor Juan Pablo II de venerada memoria, ha de inspirar la acción de los individuos, de los gobiernos, de los organismos e instituciones internacionales y de todos los miembros de la sociedad civil, comprometiéndolos a trabajar para un justo crecimiento de los pueblos y de las naciones, teniendo como objetivo el bien de todos y de cada uno», afirmó el Santo Padre.

El Papa Karol Wojtyla, el 30 de diciembre de 1987, ya había previsto el proceso de globalización (en ese momento utilizó el término «interdependencia» al publicar la encíclica «Sollicitudo rei socialis».

En el número 39, afirmaba que «la paz del mundo es inconcebible si no se logra reconocer, por parte de los responsable, que la interdependencia exige de por sí la superación de la política de los bloques, la renuncia a toda forma de imperialismo económico, militar o político, y la transformación de la mutua desconfianza en colaboración».

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ZENIT Staff

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