GDANSK, miércoles, 31 agosto 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha tributado un acto de «justicia histórica» al movimiento obrero polaco «Solidarnosc», que permitió la reunificación de Europa, en una carta enviada a monseñor Stanislaw Dziwisz, nuevo arzobispo de Cracovia.

«Todos nos damos cuenta del gran significado que ha tenido en las vicisitudes de Polonia y en la historia de toda Europa el surgimiento de este sindicato», escribe el Papa en el mensaje enviado con motivo de las celebraciones de este miércoles en el vigésimo quinto aniversario del nacimiento del sindicato.

La carta del Papa se leyó en Gdansk en la misa culminante de las celebraciones que tuvo lugar en el antiguo astillero Lenin con la participación de líderes políticos del mundo, presidida por monseñor Dziwisz.

«No sólo provocó de manera pacífica en Polonia inimaginables cambios políticos, introduciendo al pueblo polaco en el camino de la libertad y la democracia, sino que también ha indicado a los demás pueblos del antiguo bloque oriental la posibilidad de reparar la injusticia histórica por la que habían quedado del otro lado de la "cortina de hierro"», añade.

El pontífice recuerda en su misiva la labor de Juan Pablo II para que «este acto de justicia histórica tuviera lugar y Europa pudiera respirar a dos pulmones, el occidental y el oriental».

Benedicto XVI recuerda también la «hábil obra diplomática» a favor de Solidarnosc del mismo arzobispo Dziwisz, quien durante cuarenta años fue secretario particular de Karol Wojtyla.

Las huelgas de obreros en la ciudad báltica de Gdansk y en otras ciudades de Polonia, en verano de 1980, llevaron al nacimiento del primer sindicato independiente de Europa oriental, llamado Solidarnosc, y presidido por Lech Walesa, un electricista que recibiría en 1983 el Premio Nobel de la Paz.

Tras ser suprimido por la ley marcial del general Wojciech Jaruzelski, Solidarnosc luchó en la clandestinidad hasta que en 1980 obligó al gobierno comunista a negociar la transición pacífica a la democracia, que dio inicio al derrumbe del resto de las dictaduras que gravitaban en torno a la antigua Unión Soviética.

«Sé también que se trataba de una causa justa y caída del muro de Berlín y la introducción en la Unión Europea de los países que se habían quedado fuera de ella tras la segunda guerra mundial es la mejor prueba», observa después el Santo Padre.

Con la misiva, Benedicto XVI felicita «a los polacos que, con el apoyo de la Iglesia, tuvieron la valentía de unir sus espíritus, ideas y fuerzas y esta unión dio frutos que duran hasta hoy en toda Europa».

«Deseo de corazón que todos puedan gozar no sólo de la libertad, sino también del bienestar económico del país», concluye la carta.

En la eucaristía, monseñor Dziwisz constató que «en esta ciudad los obreros pronunciaron de una manera nueva y en un contexto nuevo la palabra "solidaridad". La pronunciaron con toda su fuerza ay determinación, pues no podía seguirse tolerando un sistema que se alimentaba de la envidia, de la lucha de clases, de la lucha de un pueblo contra otro, del hombre contra el hombre».

El arzobispo rindió honor a los hombres de Iglesia que apoyaron a Solidarnosc, además de Juan Pablo II, mencionó al cardenal Stefan Wyszynski, y al padre Jerzy Popieluszko, capellán de Solidarnosc, quien en la noche del 19 de octubre de 1984 fue secuestrado por una patrulla de las fuerzas de seguridad, torturado y finalmente asesinado brutalmente.

«No cabe duda de que precisamente Solidarnosc despertó en los hombres oprimidos por el régimen totalitario la conciencia de su subjetividad social», afirmó la persona que estuvo más cerca de Karol Wojtyla.

Por último, el prelado afirmó que el sindicato tiene que volver a sus raíces e ideales, pues el «poder pasa de mano», pero los trabajadores «se esperan ayuda en la defensa de sus justos derechos.

«Somos realmente conscientes de que se necesitan nuevos esfuerzos y sacrificios para mejorar aquí y en otros lugares la situación material de la gente», afirmó.