CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 6 enero 2006 (ZENIT.org).- Según Benedicto XVI, ser misionero significa atraer hacia Dios con el testimonio del amor.
Así lo expuso en la eucaristía que presidió en la solemnidad de la Epifanía o manifestación del Señor a todos los pueblos, representados por los Reyes Magos, que presidió en una Basílica de San Pedro del Vaticano llena de peregrinos.
La Iglesia, aseguró, «está llamada a hacer resplandecer en el mundo la luz de Cristo, reflejándola en sí misma como la luna refleja la luz del sol».
Por eso, los discípulos de Cristo: habiendo aprendido de Jesús «a vivir con el estilo de las Bienaventuranzas, «tendrán que atraer, a través del testimonio del amor, a todos los hombres a Dios».
El obispo de Roma reconoció que «la Iglesia es santa, pero está formada por hombres y mujeres con sus limitaciones y sus errores».
Ahora bien, constató, «Cristo, sólo Él, al darnos el Espíritu Santo, puede transformar nuestra miseria y renovarnos constantemente».
«Es Él la luz de las gentes», subrayó, «que ha querido iluminar el mundo a través de su Iglesia».
«¿Cómo podrá suceder esto?», se preguntó el sucesor de Pedro. Respondió proponiendo el ejemplo de disponibilidad a la voluntad de Dios de la Virgen María, «quien nos enseña a ser «epifanía» del Señor, con la apertura del corazón a la fuerza de la gracia y con la adhesión a la palabra de su Hijo, luz del mundo y meta final de la historia».
En la celebración eucarística, el diácono leyó el «Anuncio del día de Pascua», que se hace en esta ocasión, y que en 2006 tendrá lugar el 16 de abril (el 1 de marzo será el Miércoles de Ceniza).
Como explicó poco después el Papa, este anuncio tiene lugar para subrayar que el año litúrgico «resume toda la historia de la salvación, en cuyo centro está «el Triduo del Señor crucificado, sepultado y resucitado»».
En las oraciones de los fieles se rezó por las Iglesias de Oriente que celebran la Navidad de Jesús.