CIUDAD DEL VATICANO, martes, 24 enero 2006 (ZENIT.org).- «Caritas Internationalis» (CI) ha lanzado una petición de emergencia por valor de aproximadamente 950 mil dólares estadounidenses a fin de llevar ayuda vital a las víctimas de los enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno y las milicias armadas en la provincia congoleña de Katanga.

En un comunicado difundido el lunes, el organismo católico de asistencia estima que 100.000 personas han sido desplazadas por el conflicto en la provincia meridional de la República Democrática del Congo desde el año pasado.

Los enfrentamientos han tenido lugar principalmente en la localidad de Pweto y en las proximidades, en la frontera oriental con Zambia.

«En los alrededores de la localidad de Kalemie, al norte de Pweto, las condiciones de seguridad son tan precarias que ni siquiera pudimos llegar hasta los desplazados», advirtió el padre Pierre Cibambo, responsable del Servicio Regional África de CI (www.caritas.org).

Recalcó que 80 mil desplazados llegaron entre octubre y diciembre, cuando estalló la violencia que se ha ido gestando en los últimos meses.

La ayuda que solicita CI se destinará a 30.000 personas (unas 5 mil familias): la mitad de ellas son desplazadas, la otra mitad se esfuerza por acogerlas en sus casas.

Estas familias viven fuera de los campamentos de refugiados, por lo que carecen de acceso a la ayuda humanitaria que se canaliza al país por vía internacional.

Habiendo abandonado sus hogares y sin reservas de alimentos, entre la población ya comienzan a advertirse con claridad signos de desnutrición –algo que en la zona no se había visto antes--. Y aún es pronto para recoger las cosechas.

Si se quiere evitar una catástrofe humanitaria, el Programa Mundial de Alimentos estima que se deberá alimentar a las personas en peligro por lo menos durante tres meses, apunta CI.

Se estima que estas poblaciones no podrán regresar a sus hogares por lo menos durante un año, el plazo estimado para que el gobierno pueda controlar a las milicias.

Dada la necesidad urgente de ayuda alimentaria, «Caritas R. D. Congo» solicita más herramientas agrícolas y semillas, a fin de que los desplazados puedan alimentarse por sí mismos después de los tres meses iniciales de alimentos de emergencia.

Los fondos también se destinarán a la adquisición de medicamentos y suministros médicos, pues los hospitales se han quedado sin existencias. Igualmente se suministrará ropa, especialmente a las mujeres y los niños, que con frecuencia carecen de lo necesario para cubrirse. También se distribuirán sábanas y mosquiteras para combatir el peligro de la malaria y otras enfermedades.

El fenómeno «Mai Mai» en un país ya ensangrentado

Los «Mai Mai» --como se denomina a la milicia disidente-- rechazaron deponer las armas y regresar a la sociedad normal tras cinco años de guerra finalizada en 2003. Han cometido contra la población local asesinatos, violaciones, saqueos e incluso actos de canibalismo. Muchos de ellos son «niños soldados», recuerda CI.

Los prelados católicos del sur del Congo hace tiempo que vienen dando la voz de alarma de esta violencia y de la crisis humanitaria que estaba desencadenando. El organismo informativo --«Fides»-- de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos se hizo eco repetidamente de sus llamamientos.

A primeros de este mes ya daba la cifra de 120.000 desplazados internos desde que comenzó el 15 de noviembre pasado la operación militar para desarmar a los «Mai Mai».


La zona es donde fue salvajemente asesinado el sacerdote católico don François Djikulo, junto al laico Simón Kayimbi (Cf. Zenit, 1 enero 2006). Responsable de éste y de otros crímenes –afirma «Fides»-- es el jefe «Mai Mai» Kyungu Kasongo --alias Gédéon--.

A finales de noviembre, el obispo Fulgence Muteba Mugalu --de Kilwa-Kasenga— advertía de que «la localidad de Dubie y sus alrededores» estaban «invadidas» por una «marea humana», y que se estaba agravando «un drama humanitario ya muy fuerte».

«Esta oleada de refugiados se ha producido después del ataque de las fuerzas armadas congoleñas contra el jefe”Mai-Mai” Gédéon y sus hombres, que cometen crímenes horribles contra la población civil del Katanga desde hace tiempo», añadía.

Igualmente reconocía: «El avance del ejército regular en el norte de Dubie, en territorio controlado por los hombres de Gédéon, es una verdadera liberación para innumerables personas que eran rehenes de los milicianos desde hace varios meses».

La mayor parte de los evacuados que iban llegando a Dubie, Kabangu, Lukona y Kaswete presentaban enfermedades, malnutrición crónica y traumas psíquicos. Eran numerosos los que llegan vestidos sólo con harapos y aquellos que, por pudor, sólo acudían a los lugares de acogida de noche, describió «Fides».

Ya en octubre la diócesis de Kilwa-Kasenga lanzó una campaña de solidaridad de todos los fieles hacia los necesitados de Dubie y Mitwaba.

A finales de noviembre los obispos del Katanga expresaron su preocupación por la violencia «Mai Mai» en un memorando dirigido al residente del país africano y al representante especial del secretario general de la ONU en la República Democrática del Congo.

Los prelados observaban que las milicias «Mai Mai» se habían armado para defender el país en 1998, cuando estalló la guerra, pero que carecían de razón de existir después del acuerdo Global e Inclusivo y la reunificación de la República Democrática del Congo.

Firmaron el memorando el arzobispo Floribert Songasonga Mwitwa –de Lubumbashi--, el obispo Vincent de Paul Kwanga Njubu --de Manono— y monseñor Muteba Mugalu, obispo de Kilwa-Kasenga.

Explicaron entonces la complejidad del fenómeno de las milicias «Mai Mai»: «Según nuestra opinión, desde que se habla de transición se distinguen dos categorías de “Mai-Mai” en Katanga. La primera categoría la constituyen los que vagan por la ciudad y no obedecen más que a sus jefes. Erigen a veces barreras, vejan a la población y se constituyen como una policía paralela. Este tipo de “Mai-Mai” se encuentra esencialmente en ciertas localidades de la diócesis de Kongolo».

«La segunda categoría --añadieron-- la forman los “Mai-Mai” que ocupan algunos espacios del territorio de la provincia y que, por consiguiente, huyen del control del gobierno central. Es el caso de ciertas partes de la diócesis de Kalamie-Kirungu, Manono, Kilwa-Kasenga, Kamina y Lubumbashi».

Son sobre todo estos últimos los responsables de las «violencias más abominables cometidas contra la población civil. Los testimonios de los supervivientes y desplazados describen graves crímenes: homicidios, incendios de casas, secuestros, confiscación de bienes, robos, violaciones, etc. Se señalan incluso casos de canibalismo», denunciaron en el texto, del que se hacía eco «Fides» .

Para solucionar esta situación, estos obispos de Katanga dirigieron un llamamiento al gobierno y a la MONUC (las fuerzas de paz de las Naciones Unidas en el Congo) para que tomaran «seriamente en consideración el problema de los “Mai-Mai”» en la provincia y lo solucionaran «en el cuadro global del proceso de transición».

La mitad de los cerca de 60 millones de congoleños son católicos. La población está formada por más de 200 grupos étnicos.

La nueva guerra que estalló en 1998 se cobró unos tres millones de vidas humanas en la República Democrática del Congo, en la región de los Grandes Lagos, cuyas potencias se disputan el control de los inmensos recursos naturales del territorio.

Fue cuando nacieron una serie de movimientos de guerrilla apoyados por Uganda y Ruanda, que intentaban separar el este del resto del país. Kinshasa recibió el apoyo de tropas de Angola, Zimbabwe, Namibia, Chad y Sudán.

Por este motivo numeroso observadores calificaron el conflicto congoleño como «la primera guerra mundial africana». El choque, aún formalmente concluido, continúa produciendo algunos enfrentamientos, sobre todo en Ituri, región del noreste, rica en minas y madera.

El país están inmerso en un largo período de transición que debe prepararle para unas elecciones libres y democráticas, previstas el próximo 30 de junio.