CIUDAD DEL VATICANO, domingo 22 enero 2006 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció este domingo Benedicto XVI antes y después de rezar la oración mariana del Ángelus.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
Este domingo se celebra en medio de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que cada año tiene lugar del 18 al 25 de enero. Se trata de una iniciativa, nacida a inicios del siglo pasado, que ha experimentado un desarrollo positivo, convirtiéndose cada vez más en un momento ecuménico de referencia, en el que los cristianos de las diferentes confesiones de todo el mundo rezan y reflexionan, a partir de un mismo texto bíblico. Este año el pasaje escogido está tomado del capítulo dieciocho del Evangelio de Mateo, en el que se refieren algunas de las enseñanzas de Jesús que afectan a la comunidad de los discípulos. Entre otras cosas, afirma: «Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 18, 19-20).
¡Cuánta confianza y cuánta esperanza infunden estas palabras del Señor Jesús! En particular, invitan a los cristianos a pedir juntos a Dios esa plena unidad entre ellos, por la que el mismo Cristo, con sentida insistencia, rezó al Padre en la Última Cena (Cf. Juan 17, 11.21.23). Se entiende, entonces, el motivo por el que es tan importante que nosotros, cristianos, invoquemos el don de la unidad con perseverante constancia. Si lo hacemos con fe, podemos estar seguros de que nuestra petición será escuchada. No sabemos ni cómo ni cuándo, pues no nos corresponde a nosotros conocerlo, pero no tenemos que dudar de que un día seremos «una sola cosa», como Jesús y el Padre están unidos en el Espíritu Santo.
La oración por la unidad constituye el alma del movimiento ecuménico que, gracias a Dios, avanza en todo el mundo. Ciertamente no faltan dificultades y pruebas, pero éstas también tienen su utilidad espiritual, pues nos empujan a tener paciencia y perseverancia y a crecer en la caridad fraterna. Dios es amor y sólo si nos convertimos a Él y aceptamos su Palabra nos uniremos todos en el único Cuerpo místico de Cristo. La expresión, «Dios es amor», en latín «Deus caritas est», es el título de mi primera encíclica, que será publicada el miércoles próximo, 25 de enero, fiesta de la conversión de san Pablo. Me alegra que coincida con la conclusión de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. En ese día iré a la Basílica de San Pablo para presidir las vísperas, en las que también participarán representantes de las demás iglesias y comunidades eclesiales. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, interceda por nosotros.
[Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó en seis idiomas a los peregrinos. En italiano dijo:]
Hace quinientos años, el 22 de enero de 1506, el Papa Julio II acogía y bendecía al primer contingente de Guardias Suizos, venidos a Roma para asegurar la defensa de su persona y del Palacio Apostólico. Nacía así la Guardia Suiza Pontificia. Al recordar ese histórico acontecimiento, saludo con alegría a cuantos conforman hoy este benemérito Cuerpo, al que, en signo de aprecio y reconocimiento, imparto de corazón una bendición apostólica especial.
[En castellano, dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participáis en esta oración mariana, especialmente a los grupos de las parroquias de la Asunción de Nuestra Señora, San José de Calasanz y San Juan de la Ribera, de la diócesis de Valencia. Que la escucha de la Palabra de Jesucristo, en este domingo, os aliente a seguirlo, convirtiéndoos y creyendo en su Evangelio, a fin de trabajar en la transformación del mundo. ¡Qué Dios os bendiga!
[Hablando de nuevo en italiano, añadió:]
Entre las muchas preocupaciones por la situación internacional, mi pensamiento se dirige hoy de nuevo a África y en particular a Costa de Marfil, donde persisten graves tensiones entre los diferentes componentes sociales y políticos del país. A todos les dirijo una invitación a continuar con el diálogo constructivo para alcanzar la reconciliación y la paz. Confío estas intenciones a la intercesión de la Virgen Santa, tan querida por el pueblo marfileño.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]