«Esta verdad sobre Dios es la más importante, la más central. A todos los que les resulta difícil creer en Dios, hoy repito: «Dios es amor»», exclamó ante los 200.000 peregrinos que le acogieron entre cantos, enarbolando pañuelos de color amarillo y blanco, según la policía.
Los participantes en este encuentro, cuyo momento central fue la adoración de la Eucaristía, eran en su mayoría religiosos, religiosas, seminaristas y representantes de los movimientos a quienes el obispo de Roma había dado cita junto a la Virgen Negra, en ese lugar decisivo para la identidad de Polonia y de su Iglesia.
«Sed vosotros mismos, queridos amigos, testigos de esta verdad» –a la que el Papa ha dedicado su primera encíclica– recomendó a los presentes. Como en discursos pasados, en ocasiones uno de sus colaboradores leyó algunos pasajes en polaco. Otras pasajes eran pronunciados por el Santo Padre en polaco o italiano.
A los religiosos el Papa les aseguró que «la vida consagrada vivida en la fe une íntimamente a Dios, suscita carismas y confiere una extraordinaria fecundidad a vuestro servicio».
A los seminaristas les aconsejó: «¡No tengáis miedo de los deberes y de las incógnitas del futuro! ¡No tengáis miedo de que os falten las palabras o de que encontréis el rechazo! El mundo y la Iglesia tienen necesidad de sacerdotes, de santos sacerdotes».
Y dirigiéndose a los representantes de los nuevos movimientos en la Iglesia deseó «que podáis ser siempre cada vez más numerosos para servir a la causa del Reino de Dios en el mundo de hoy. Creed en la gracia de Dios que os acompaña y llevadla en los tejidos vivos de la Iglesia y de manera particular allí donde no puede llegar el sacerdote, el religioso o la religiosa».