La relación entre movimientos y parroquias

Entrevista con el padre Segura, rector del Centro de Estudios Superiores de la Legión de Cristo en Roma

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ROMA, miércoles, 31 mayo 2006 (ZENIT.org).- ¿Cómo es o cómo debería ser la relación entre los nuevos movimientos o comunidades eclesiales y las parroquias?

A esta pregunta, cuya respuesta ha dado en el pasado lugar a debates, responde el padre Miguel Segura, rector del Centro de Estudios Superiores de la Legión de Cristo en Roma.

–Muchos de sus seminaristas colaboran en parroquias de Roma y de otras diócesis, ¿qué aportación al binomio «parroquia-movimientos» podemos esperar de este encuentro promovido por el Santo Padre Benedicto XVI?

–Padre Segura: La Iglesia entera ha estado reflexionado ya durante varios años en esta pregunta que usted me hace. Tenemos varios discursos del Papa Juan Pablo II sobre esta relación entre los movimientos y las parroquias. El Papa Benedicto XVI también ofreció múltiples reflexiones sobre este punto antes de su elección al pontificado. Más recientemente el Consejo Pontificio para los Laicos ha seguido profundizando el tema. Las respuestas se van dando tanto en el ámbito teológico-canónico como en la vida de cada día.

Creo que la aportación que podemos esperar ahora es el crecimiento en este mutuo entendimiento y aceptación, en seguir aprendiendo cómo todos juntos hacemos Iglesia. Se trata de una realidad vivida en primera persona por muchos párrocos y cristianos pertenecientes a diversos movimientos. Esta colaboración crece y se multiplica, ofreciéndonos, por un lado, una gama muy amplia de experiencias positivas y, por otro, una serie de dificultades normales para toda realidad en crecimiento. En ocasiones las dificultades, los temores y los riesgos se convierten en el único punto de vista desde el que se afronta la relación entre las parroquias y los movimientos, opacando la evidencia de todo lo positivo que tantos párrocos y obispos están viviendo.

Como digo, creo que una de las aportaciones fundamentales del encuentro de los movimientos con el Santo Padre y el Segundo Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales y de las Nuevas Comunidades, será el darnos la perspectiva justa para afrontar la relación entre estas dos realidades.
–¿Ha encontrado párrocos interesados en pertenecer a movimientos?

–Padre Segura: Por supuesto. Como se ha comentado en las reuniones del ARCER (Asociación de rectores de los colegios eclesiásticos romanos) un porcentaje elevado de las vocaciones diocesanas presentes actualmente en los colegios romanos provienen de los nuevos movimientos. A partir de esto, muchos párrocos están invitando a los movimientos a participar desde dentro en la vida parroquial. Por otro lado, conozco personalmente numerosos sacerdotes diocesanos, entre ellos párrocos, que se adhieren a la espiritualidad de algún movimiento para fortalecer su amistad personal con Jesucristo y para potenciar su acción apostólica con la amplia gama de iniciativas que aportan los movimientos en la realización de los planes de pastoral de cada diócesis.

–Pero al adherirse a un movimiento particular, ¿no se corre el riesgo de que «tome partido» una persona que debería mantenerse «super partes»?

–Padre Segura: Puede darse en algún párroco algo de partidismo, pero considero que no debemos generalizar. Tantos casos demuestran lo contrario. Todos formamos un solo cuerpo en Cristo, bajo la guía del Espíritu Santo. Los párrocos buscan los medios más adecuados para su propia vida espiritual y para realizar su ministerio. Y, si se sienten llamados por Dios a vivir su propia vocación y misión según un carisma aprobado por la Iglesia, no puede ser más que para bien suyo personal y de los fieles que Dios le ha confiado. Los movimientos no son ni deben ser grupos cerrados ni iglesias paralelas; no son más que caminos o vehículos para acercar personas a Cristo y la parroquia es el puente. Es verdad que en ese puente puede haber problemas de tráfico y una solución posible sería prohibir la circulación, pero otra sería ensanchar el puente y organizar el tráfico. Por eso se habla con frecuencia de la parroquia como la «comunidad de comunidades». Si la meta de la parroquia es acercar a todos los hombres a Cristo y hacerles partícipes de su amistad, la solución parece evidente. Por otro lado, el testimonio luminoso de tantos párrocos nos enseña que no son meros administradores o guardianes de ese puente, sino pastores que infunden en la vida parroquial un clima constructivo de caridad y de comunión eclesial. Y todos los fieles, pertenezcan o no a movimientos o asociaciones laicales, deben colaborar con su párroco con una auténtica actitud de servicio, fomentando la unidad al realizar la misión común de ir por todo el mundo a predicar el evangelio.

–¿Qué frutos positivos ve en la colaboración entre movimientos y parroquias?

–Padre Segura: Volvamos a la experiencia. De hecho son muy numerosas las parroquias que acogen en su interior a los nuevos movimientos y en lo personal me ha tocado ser testigo de los frutos positivos que producen: vivencia más consciente del propio bautismo, impulso misionero, aumento de vocaciones al sacerdocio y vida consagrada. Los miembros de los movimientos no son más que cristianos bautizados que desean compartir su experiencia de fe en Cristo. Dependiendo de su espiritualidad enfatizan uno u otro aspecto, todos ellos importantes. Unos fomentan la profundización de la fe, otros su vivencia a través de la caridad, otros su anuncio por la proclamación de la palabra o por el ejemplo. Muchos párrocos han sabido aprovechar este torrente de «fe vivida» para revitalizar sus parroquias y multiplicar sus propios esfuerzos de evangelización. Cada movimiento es una gran fuente de recursos para la parroquia, principalmente cuando hablamos de voluntarios, catequistas, animadores parroquiales, recursos formativos y programas de apostolado.

–¿A qué temores y riesgos se refiere cuando habla de las dificultades entre movimientos y parroquia?

–Padre Segura: En ocasiones se percibe en algunos párrocos desconfianzas y reticencias hacia los nuevos movimientos, pero debo reconocer que actualmente ese fenómeno está disminuyendo. Y es que, de manera errónea, han visto a los movimientos como alternativas a la parroquia, casi como si la parroquia estuviese destinada a ser reemplazada por ellos. También es cierto que en otras ocasiones a algunos miembros de los movimientos les ha faltado una mayor humildad y disponibilidad para integrase en la organización parroquial. Pero estoy convencido de que posibles conflictos deben resolverse con humildad, en dependencia del Ordinario del lugar, y a la luz de la caridad evangélica y del mandato de Cristo que nos envía a evangelizar. Como el Santo Padre acaba de decir en su mensaje a los participantes en el congreso mundial de movimientos eclesiales reunidos en Rocca di Papa: «Todo problema deben afrontarlo los Movimientos con sentimientos de profunda comunión, en espíritu de adhesión a los Pastores legítimos». Siendo tantas y tan apremiantes las necesidades de la sociedad y de la Iglesia, nada debería pesar más en la balanza que la misión común que Dios nos ha confiado. En este sentido son muy iluminadoras las palabras de la conferencia «Los movimientos eclesiales y su colocación teológica», dictada por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, que a mi modo de ver ya ha dado mucho fruto, aunque hay que seguir meditándola y aplicándola.

–¿No existe el peligro de una separación dentro de la parroquia? Unos se mueven según un carisma, otros según otro… ¿No llevará a una fragmentación?

–Padre Segura: Considero que los carismas en sí no son fuentes de disgregación. Todos ellos proviene
n del mismo Espíritu Santo que guía a la Iglesia. Él ha querido suscitar dentro de la Iglesia, y según las necesidades de cada época, órdenes, congregaciones, institutos seculares y movimientos laicales, haciendo de todos ellos ramas y flores del mismo y único árbol que es la Iglesia. Creo que no hay que preocuparse porque cada flor tenga un color diferente, si todas ellas, con sincero espíritu de comunión, contribuyen a la belleza del árbol. Así cada movimiento contribuye con su parte al gran conjunto del trabajo parroquial.

–El encuentro con Benedicto XVI del próximo sábado, ¿potenciará la colaboración entre movimientos y parroquia?

–Padre Segura: Estoy convencido. Los movimientos no son un problema, sino un don para la parroquia y para toda la Iglesia. Este evento será para los movimientos una gran ocasión de encontrarse con el Papa, y de manifestar su adhesión a él y a los demás obispos. Pondrá en mayor evidencia que la Iglesia de Cristo es una comunión, en la que la diversidad de dones enriquece la unidad de vida y de misión. También para las parroquias será de beneficio, pues el mensaje del Santo Padre impulsará, sin duda alguna, a los movimientos y nuevas realidades eclesiales a intensificar, en las parroquias en que estén presentes, la vida cristiana y el celo evangelizador. Jesucristo comparó el Reino de Dios a diversas realidades en crecimiento: la levadura, una semilla, un grano de mostaza que se convierte en arbusto y en árbol frondoso. En ocasiones la semilla o el embrión no revelan con nitidez todo lo que serán al alcanzar la madurez, y esto puede provocar una comprensible inquietud; pero en el caso de los movimientos aprobados por la Iglesia tenemos la garantía de que conocemos al sembrador. La realidad que el Espíritu Santo siembra en estos momentos en la Iglesia y en las parroquias no puede ser nociva si lleva su firma.

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ZENIT Staff

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