ROMA, viernes, 5 mayo 2006 (ZENIT.org).- Roma está siendo invadida en estos días por numerosas personas que han ayudado a proteger a los Papas en las últimas décadas. Los actuales guardias suizos y los que lo fueron durante algunos años de su vida se han dado cita para celebrar este sábado los 500 años de presencia en la Ciudad Eterna.

La semana en torno al 6 de mayo, su aniversario, cuenta con diversas celebraciones en las que se remarca su servicio al papado y a la Iglesia. Muchos de los que sirvieron en la Guardia del Papa, así como católicos del país, han llegado a pie, en tren, en autobuses o avión para no perderse esta peregrinación.

Un ex guardia suizo explica los motivos del desplazamiento de todos estos peregrinos.

«Para un suizo, es un privilegio notable que esta tarea sólo la hagamos nosotros --explica a Zenit Graziano Rossi--. Y un guardia sigue luego dando testimonio cuando vuelve a casa, incluso cuando su servicio en Roma ha terminado hace tiempo. Nosotros siempre vestimos nuestros uniformes en ocasiones especiales, como las procesiones de Corpus Christi, matrimonios u ordenaciones».

Rossi prestó servicio en el cuerpo de la Guardia Suiza de 1989 a 1992.

«Una vez que te conviertes en guardia suizo, lo eres para siempre –afirma--. Es como una llamada definitiva... Renuevas tus votos anualmente y se supone que estás listo para la acción en cualquier momento».

Aunque sus días son más tranquilos que los de otros cuerpos armados, Rossi dice que la relevancia de este pequeño cuerpo de guardia tradicional es todavía grande en la actualidad.

«Puede que no sea grande en tamaño pero sé que es la más poderosa armada, pues mueve a gente de todo el mundo, no en el sentido militar sino de modo simbólico, --afirma--. Somos testigos del poder de la presencia de una autoridad pacífica».

De hecho, los guardias mantienen la paz con cierto señorío, inteligencia y respeto, más que con la fuerza bruta o armamento sofisticado, en las ceremonias papales y en el recinto vaticano.

Es el «arma secreta» de la Guardia Suiza, según Rossi.

«Durante el servicio, tenemos una vida espiritual intensa --revela--. Nuestro capellán se hace cargo de nuestra dirección espiritual. Tenemos retiros espirituales estupendos, tenemos misas a las que es obligatoria la asistencia y se ofrece el rezo del rosario y vísperas».

Rossi lo califica de experiencia altamente evangélica, vital para estos jóvenes de su país. Por esto él forma parte de los equipos de reclutamiento en su patria.

«Cada año traemos a Roma a dos grupos de estudiantes para que conozcan la Guardia Suiza y vean si quieren dedicar algunos años de su vida a este noble llamamiento --explica--. ¿Quién podría decir que no?