Lo que une a todos los movimientos: «el encuentro con la belleza de Cristo»

ROCCA DI PAPA, jueves, 1 junio 2006 (ZENIT.org).- Hay algo que es común a todos los movimientos y nuevas comunidades eclesiales surgidos sobre todo en la segunda mitad del siglo XX: «el encuentro con la belleza de Cristo».

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Así lo expusieron algunos de sus responsables e iniciadores este miércoles en una mesa redonda que tuvo lugar en el Segundo Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales y de las Nuevas Comunidades que se celebra en Rocca di Papa, cerca de Roma.

La iniciativa, promovida por el Consejo Pontificio para los Laicos, en la que participan 300 representantes de unas 100 realidades eclesiales, está preparando la vigilia de Pentecostés, en la que Benedicto XVI se encontrará con unos 300.000 miembros de movimientos.

La mesa redonda, en la que participaron seis relatores fue introducida por Matteo Calisi, responsable del Servicio Internacional Católico para la Renovación Carismática (ICCRS), quien afirmó que los movimientos y las nuevas comunidades, «don extraordinario del Espíritu», son «una respuesta al secularismo y a las necrosis espirituales de nuestro tiempo», permitiendo «a muchas personas redescubrir el gusto de la fe».

La primera en tomar la palabra fue Alba Sgariglia, del Movimiento de los Focolares, quien citando la encíclica de Benedicto XVI «Deus caritas est», narró la experiencia de fe del movimiento fundado por Chiara Lubich, «un itinerario de fe, de formación personal y comunitaria, que nos ha enseñado a descubrir siempre y por doquier el amor de Dios por nosotros, norma que debe conformar nuestra actuación».

«El objetivo de nuestro itinerario educativo es ser Amor, ser Jesús para llevar su manera de pensar, actuar y querer» al mundo.

«Si vivimos de esta manera, transformamos el mundo», concluyó. Esta experiencia de fe ha llevado a los Focolares a estar presentes en más de 180 países de todos los continentes y a involucrar a centenares de miles de personas, afirmó.

A continuación tomó la palabra Kiko Arguello, iniciador del Camino Neocatecumenal, quien constató que en algunos países, como Francia y Alemania, las estadísticas muestran que cada vez hay más personas que no tienen ningún tipo de relación con la Iglesia.

«La belleza salvará al mundo», dijo citando a Fiódor Dostoievski, «pero tenemos que comprometernos para presentar al mundo la belleza que es Cristo. En los barrios de nuestras ciudades, la gente normal, ¿dónde puede encontrar a Cristo?», preguntó.

Constatando las numerosas ocasiones de colaboración entre los movimientos en esta acción evangelizadora, Kiko Argüello confirmó la responsabilidad que tiene todo cristiano de llevar la propia experiencia a todo ambiente para dar a todos la posibilidad de encontrar a Cristo.

En particular, reconoció, lo que impresiona es «la belleza de estar juntos, la amistad que muestra el amor de Cristo». De este modo, concluyó podemos «proponer a todos un itinerario de formación en la fe que permita descubrir este amor que nos ha cambiado la vida».

Giancarlo Cesana, representante de Comunión y Liberación, explicó que su fundador, monseñor Luigi Giussani, se centró en mostrar que la belleza de Cristo es la evidencia de la verdad y del bien.

«El problema de Dios no es un problema moral, sino una exigencia fuerte, como el hambre o la sed», aclaró.

Subrayó dos conceptos: la «amistad» con Cristo y con los demás, como «experiencia de un amor vivido en primera persona», que permite descubrirse y que une a los demás; y el «deseo», «por que el hombre, en todo lo que hace desea todo, el infinito».

Patty Mansfield, una de las iniciadoras de la Renovación Carismática católica, recordó los inicios de esta experiencia de fe que han hecho millones de cristianos en todo el mundo. «No soy una fundadora, sino una testigo de una gracia que no es propiedad nuestra», «sino que es dada y renovada todos los días por el Espíritu».

Narrando la experiencia de oración que tuvo lugar en Ann Arbor (Michigan, Estados Unidos) en 1970, en un encuentro en el que comenzó la Renovación Carismática católica, Mansfield dijo: «Yo me fié incondicionalmente de Dios y en aquellos días me decía que, si esto podía sucederle a una persona normal, como yo, les podría suceder a todos».

Esto es lo que vivió, por ejemplo, el padre Laurent Fabre, iniciador de la Comunidad «Chemin Neuf» (Camino Nuevo), que surgió en Lyón, en el año 1973, en un grupo de oración de la Renovación Carismática. El sacerdote aclaró explicó en la mesa redonda al mismo tiempo que estas experiencias han tenido un lazo profundo con el Concilio Vaticano II.

Jean Vanier, explicó el estilo de vida de las Comunidades del Arca, que ha fundado, en las que se convive con personas discapacitadas.

«Para nosotros no se trata de hacer cosas generosas y buenas, sino de ser amigos –aclaró–. No es un problema de generosidad, de dar lo que nos sobra, sino de encontrar personas que tienen un corazón».

«No se trata de idealizar a los pobres, sino de descubrir nuestra pobreza al encontrarnos con ellos, descubrir nuestra necesidad de Cristo al encontrar la necesidad de cualquier persona, sin distinción de credo o de origen», concluyó.

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ZENIT Staff

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