PADUA, martes, 13 junio 2006 (ZENIT.org).- El fenómeno juvenil de reunirse en las plazas, cada vez más presente en Italia y en toda Europa, está lanzando un mensaje que no se puede desatender, advierte el obispo de Padua a la ciudad en el día de su santo patrono.
«San Antonio fue evangélicamente sensible a las condiciones de vida del pueblo, cercano a los sufrimientos y a los dramas de los hombres y mujeres de su tiempo –escribe monseñor Antonio Mattiazzo–. Mostró en Jesús y en el Evangelio la referencia necesaria y esencial para la solución de los problemas personales y sociales».
El mensaje del prelado a la ciudad es tradición el día de San Antonio de Padua –que celebra la Iglesia este martes–. Este año fija su atención en los jóvenes que tienen la costumbre de encontrarse en las plazas del centro, «un fenómeno que ha suscitado muchas discusiones».
Más allá de salidas de tono, encontrarse en la plaza «expresa el deseo de vivir, la búsqueda de libertad», el deseo «de amistad», de ser «protagonistas y no un número en las calculadoras del mundo», percibe el prelado en su mensaje –del que la agencia «Sir» del episcopado italiano publica amplios pasajes–.
Pero con esta costumbre también «denuncian esos ambientes de trabajo», educativos, «casas, espacios de reunión e instituciones que no existen a medida del hombre» –considera–, así como «el eficientismo y el tecnologismo que deja de lado la verdad del sentido de la existencia humana» y «una sociedad informática que dilata la comunicación virtual, pero entumece la real e interpersonal».
Sobre todo «los jóvenes de las plazas constituyen el grito de una generación que no encuentra alimento para saciar su hambre y su sed, que busca de modo espasmódico una plenitud de vida, de amor, de gozo», alerta monseñor Mattiazzo.
«No podemos no escuchar el grito de estos hermanos nuestros más jóvenes», reconoce.
Propone, en primer lugar, «salir al encuentro de estos jóvenes allí donde se dan cita»; «allí se pide ponerse a la escucha y, eventualmente, ofrecer alternativas sanas de animación» «y diversión».
Y es que en calles y plazas también es posible –apunta el prelado– «salir al encuentro de necesidades concretas, acoger y transmitir valores, mostrar un rostro diferente de la comunidad civil y de la Iglesia».
Se trata –aclara– de «la pedagogía siempre actual» de «Emaús», la «de la compañía y el camino»: «es pedagogía de la compañía porque pide que se esté junto a los jóvenes, escuchar su malestar, sus expectativas y su esperanza, acoger la novedad de vida que llevan dentro, hacerse cargo de sus dramas y de sus sueños».
Y «es pedagogía del camino porque impulsa a hacerse sus compañeros de viaje y a caminar con ellos», añade.
Lejos de limitarse al momento del encuentro en las plazas, la atención a los jóvenes «debe existir en todas las expresiones de la convivencia civil y eclesial» –alerta el obispo de Padua–, cosa que «interpela específicamente a las familias, los centros educativos, las universidades, las parroquias, las sociedades de deportes y tiempo libre».
Y concluye con una invitación: «Una tarea particular respecto a sus coetáneos les corresponde a los jóvenes que han encontrado al Señor Jesús y ya han saboreado el agua viva que brota de la fe».