ROMA, martes, 20 junio 2006 (ZENIT.org).- El funeral del padre carmelita Jesús Castellano Cervera, ocd, reunió en la capilla de la Facultad Pontificia «Teresianum» de Roma este martes a más de mil personas que conocían a este experto en liturgia y espiritualidad, fallecido repentinamente el jueves del Corpus Christi a los 64 años.
El padre Castellano era consultor de varios dicasterios de la Curia Romana y estrecho colaborador del maestro de Ceremonias Pontificias, monseñor Piero Marini.
El carmelita descalzo, originario de Villar del Arzobispo, en Valencia, murió el pasado 15 de junio de un infarto mientras paseaba por unos jardines romanos.
En su entierro participó su familia, llegada desde Valencia, su comunidad y sobretodo centenares de personas, muchas de ellas superioras y superiores religiosos, profesores universitarios y alumnos. También había personas laicas de nuevos movimientos a los que este carmelita descalzo alentaba y acompañaba.
En la concelebración participó también monseñor Angelo Amato, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe --de la que el padre Castellano era miembro desde 1983--, el obispo José Luis Redrado, secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud y decenas de sacerdotes.
El padre general de la orden carmelita, el padre Luis Arostegui, no pudo estar presente por encontrarse de visita pastoral en Madagascar.
El padre Zdenko, Vicario General de la Orden, dedicó la homilía al sentido de la muerte de Jesucristo, «que no quiso separar nunca la muerte de la resurrección».
El vicario recordó que «la muerte no es una desgracia, sino el momento del encuentro con Dios» y constató que «el padre Castellano murió por la calle, él, que era tan sensible a los pobres».
Por su parte, el decano del «Teresianum», el padre Benito Goya, agradeció a Dios «el don de la persona de Jesús Castellano» y al terminar el rito subrayó las extraordinarias capacidades de estudio y docencia de este carmelita descalzo, especialmente en sus estudios de espiritualidad litúrgica y sacramentaria y concretamente en su teología de la Eucaristía.
Al terminar la celebración, monseñor Piero Marini se dirigió directamente al padre Jesús diciéndole emocionado: «Cada uno de nosotros recuerda sus encuentros contigo, tus palabras dulces y persuasivas, tu bella sonrisa. ¡Cuántas veces me he encontrado contigo en estos casi veinte años de tu colaboración con la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Santo Padre! La última vez fue el martes pasado, en la Oficina, para preparar los textos de la próxima visita del Santo Padre a tu querida Valencia, en tu amada España».
«Querido padre Jesús --le dijo monseñor Marini-- en estos años has puesto a mi disposición tu preparación científica y me has dado el don de tu rica sensibilidad humana, de tu bondad y mansedumbre, de tu amor por la verdad. No has propuesto una espiritualidad particular, sino la espiritualidad de la Iglesia, basada en la Liturgia, y vivida cotidianamente en la amistad y en la alegría, según espíritu carmelita de santa Teresa de Jesús».
«Hoy, ante tu cuerpo, muchos no han escondido las lágrimas --concluyó--. Son, al mismo tiempo, lágrimas de amargura y lágrimas de gratitud. Son el bautismo del espíritu que renueva el corazón. Las nuestras son lágrimas de fe, porque sabemos, según la espiritualidad oriental que tanto amabas, que este cuerpo tuyo, bajo la potencia del espíritu, ha comenzado ya a tomar la forma del cuerpo de gloria, de ese cuerpo espiritual que todos recibiremos con la resurrección de los justos».
Al finalizar el rito de las exequias los fieles aplaudieron y entonaron el «Maria, Madre del Carmelo» y se llevó féretro --sencillo, de metal-- en procesión por los jardines del «Teresianum». La comitiva fúnebre siguió hasta el Cementerio romano del Verano, donde la Orden del Carmelo tiene una capilla.
El recordatorio del entierro recoge la foto del padre Jesús Castellano, con el hábito carmelita, arrodillado ante el del Papa Benedicto XVI, en el día de inicio solemne de pontificado. En la imagen Papa sonríe mientras el padre Castellano le besa el anillo de Pedro. Detrás se lee la frase de Teresa de Jesús: «Te doy gracias, Señor, porque muero hija de la Iglesia».
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Jun 20, 2006 00:00