El efecto analgésico de la televisión en los niños

Estudio de la Universidad de Siena publicado en «British Medical Journal»

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ROMA, miércoles, 6 septiembre 2006 (ZENIT.org).- «La TV tiene un efecto anestesiante sobre los niños» según se deduce de un estudio realizado en 69 niños, de edades entre 7 y 12 años, a los que se les extrajo sangre.

La investigación, dirigida por el profesor Carlo Bellieni, del Departamento de Neonatología del Hospital Universitario de Siena, y publicado por el «British Medical Journal», ha demostrado que en los casos en los que se usaba la televisión como distracción, la sensación de dolor disminuía significativamente.

El profesor Bellieni estudia desde hace años el dolor de los recién nacidos y de los nacidos prematuramente. De sus estudios ha deducido que, en los casos de los nacidos prematuros y de los niños en el primer mes de vida, ciertos estímulos fisiológicos, como masajear al niño, hablarle y ponerle azúcar en la boca, tienen un efecto analgésico.

La investigación, recogida por los mayores órganos de información a nivel mundial, fue efectuada en tres grupos de niños más grandes a los que se les extrajo sangre. El primer grupo no tenía ninguna distracción, el segundo tenía el consuelo de su mamá, y el tercero tenía delante un televisor encendido.

El dolor más fuerte lo experimentó el primer grupo, un poco menos el segundo grupo atendido por las madres y casi ningún dolor el tercer grupo que miraba la TV.

Paradójicamente, en esta entrevista concedida a Zenit, el doctor Bellieni considera que «es preocupante que la televisión sea tan totalizante hasta el punto de no dejar percibir ni siquiera el dolor».

Según el neonatólogo, el uso de la televisión puede ser funcional para inducir reacciones anestesiantes frente al dolor pero es muy importante que «el paciente tenga el apoyo de los padres».

–¿Por qué es importante esta investigación?

–Bellieni: Esta investigación nace de la consideración de que el niño es una persona a todos los efectos. No hay nivel del desarrollo del ser humano que no se pueda considerar un nivel de persona, y por tanto no tenga derecho a ser tratado y cuidado bien.

La atención por el paciente-persona genera enormes estímulos en el progreso científico. Considerar al neonato o niño como no-persona genera en cambio un bloqueo de cualquier desarrollo de la investigación. Basta pensar en la idea y en las propuestas de eutanasia que se dan como respuesta al sufrimiento. Este enfoque nihilista lleva a un bloqueo de la investigación de los estudios sobre el dolor, a un bloqueo sobre la investigación de la supervivencia del niño.

Quien en cambio mantiene una postura caritativa y no se da por vencido frente a los desafíos de la vida, ha visto que el niño puede ser tratado en un modo que hace diez-veinte años no era ni siquiera imaginable, y que podemos dar grandes pasos adelante en aliviar el dolor de los recién nacidos y de los niños.

–¿Por qué son tan pocos en el mundo los médicos que estudian el dolor de los recién nacidos?

–Bellieni: En efecto, son poquísimos, quizá porque no hay una repercusión adecuada, pero sobre todo porque es muy fácil considerar a un niño como no-persona. El neonato en especial llora a menudo y por tanto es difícil reconocer el dolor; no sabe expresarse y es fácil por desgracia provocarle dolor sin comprender las consecuencias.

Si un dentista hiciera una operación dolorosa sin anestesia sería denunciado. Hacer una operación dolorosa a un neonato sin anestesia se da todavía en muchos casos. Hay filósofos que con tal de negar que el feto sienta dolor, llegan a negar también que los niños sientan el dolor hasta un año de vida. Estos filósofos que han publicado artículos en revistas importantes sostienen que el niño, al no tener todavía autoconciencia, no siente el dolor hasta los 12 meses de edad. Son afirmaciones muy peligrosas porque negar el dolor significa poder hacer cualquier cosa a quien no es capaz todavía de expresarse.

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ZENIT Staff

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