ROMA, lunes, 12 marzo 2007 (ZENIT.org).- El cristianismo puede ser un factor decisivo para la dignidad y el bienestar material y moral de las mujeres, la tutela de la infancia y el desarrollo de África, sostiene la profesora italiana Anna Bono, autora de numerosos ensayos, artículos y estudios sobre el continente africano.
En esta entrevista concedida a Zenit, la profesora explica además que ningún plan de desarrollo será eficaz si no se funda “en el respeto de la persona humana y el reconocimiento de los derechos universales de los que ella es detentadora”.
La profesora Anna Bono es investigadora en Historia e Instituciones de África en el Departamento de Ciencias Sociales y la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Turín.
–El 8 de marzo se celebró la fiesta de la mujer pero las mujeres, sobre todo en los países subdesarrollados, tienen poco que festejar. ¿Puede decirnos los principales problemas económicos, culturales y religiosos que limitan la emancipación femenina en África?
–Bono: África, sobre derechos humanos y, en particular, sobre la condición femenina, nos enseña una lección muy importante. No basta el crecimiento económico para mejorar la calidad de la vida de un país. En estos últimos años, varios países africanos han registrado consistentes incrementos del producto interior bruto, gracias sobre todo a la intensificación de las actividades de extracción de materias primas. Sin embargo el aumento de la riqueza producida no se ha traducido en relevantes cambios en las condiciones generales de vida. Esto porque los gobiernos y las comunidades no han concentrado los mayores recursos disponibles en la realización de infraestructuras, servicios, inversiones productivas.
Es evidente por tanto que hoy los principales problemas que obstaculizan el desarrollo humano en África son de carácter cultural y en parte también religioso. Sobre todo por lo que se refiere a la emancipación femenina, hacen falta cambios culturales que lleven al abandono de instituciones tradicionales como el matrimonio infantil, la poliginia, el precio de la esposa, que transforma el matrimonio en un contrato de compraventa estipulado entre el marido y el padre de la esposa, y las mutilaciones genitales femeninas. En tal sentido dos buenas noticias llegan a alegrar la fecha del 8 de marzo. Marruecos acaba de lanzar un plan quinquenal apoyado por doce ministerios y agencias estatales denominado «Plataforma para la acción cívica por la promoción de una cultura de los derechos humanos» y, en Tanzania, la isla con estatuto semiautónomo de Zanzíbar ha puesto en marcha las actividades de la Comisión por los derechos humaos y el buen gobierno que desde hace seis años esperaba iniciar sus trabajos. Estos son pasos concretos hacia la realización de reformas sociales y jurídicas, entendido naturalmente que las autoridades competentes tengan la intención de lograr de verdad resultados.
–No obstante el evidente fracaso y violación de los derechos humanos de los planes de control demográfico, hay todavía instituciones y agencias internacionales que promueven programas contraceptivos que incluyen aborto, esterilización, RU-486 etc. ¿Qué nos puede decir al respecto?
–Bono: Lamentablemente muchos organismos implicados en los proyectos de cooperación al desarrollo de los países pobres parecen incapaces de comprender las verdaderas causas de la pobreza, en África y en todo el mundo. En un continente tan poco poblado como África, siguen inexplicablemente considerando que el problema es la superpoblación y no en cambio la escasa productividad –por falta de tecnologías modernas, por carencia de instrucción, por las malas condiciones de salud de buena parte de la población– a la que se deben añadir índices astronómicos de corrupción y un débil interés en reinvertir y redistribuir los recursos disponibles.
Así incluso organismos como UNICEF, Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, acaban por destinar a la contracepción fondos que deberían ser invertidos en el cuidado y promoción de la infancia. La idea en sustancia es ayudar a los niños ya nacidos evitando que lleguen otros a disputarse los recursos ya escasos. De este modo, no falta un empeño en estrategias, que ciertamente son mucho más difíciles y complicadas, pero que están dirigidas a incrementar establemente los recursos y sobre todo a hacer que todos los disfruten. La difusión de la ideología ecológicamente catastrofista tiene una gran influencia sobre personas de buena voluntad que promueven iniciativas de contención de la población, convencidas de que el planeta está ya demasiado explotado y a punto de colapsar. Se temen las consecuencias sobre el ecosistema de un bienestar difundido en nuevas regiones de planeta y extendido a un número creciente de personas. Es superfluo decir que esta alarma es infundada.
–¿Cómo podría el mundo avanzado ayudar a la emancipación femenina y el desarrollo en África?
–Bono: Es fundamental comprender que la manera de producción industrial, tan combatida por los tercermundistas y ecologistas catastróficos, y el modelo social cristiano-occidental, por varias partes rechazado y discutido incluso en sus países de origen, son por el momento las mejores soluciones a los problemas humanos actuales de la humanidad.
Tanto más vale esta consideración en el caso de la condición femenina. Nada ni nadie ha hecho nunca tanto por la dignidad y el bienestar material y moral de las mujeres como el cristianismo. Todos los sistemas sociales que se inspiran en él se fundan en el respeto de la persona humana y el reconocimiento de los derechos universales e inalienables de los que ella es detentadora.
La emancipación femenina, así como la tutela de la infancia, exige con fuerza compartir estos principios cardinales. Por eso son tan importantes iniciativas como las emprendidas por Marruecos y Zanzíbar, pues se trata de dos países islámicos que muestran querer contrarrestar el avance del islam fundamentalista que lleva consigo ulteriores discriminaciones y limitaciones de la libertad sobre todo en perjuicio de la población femenina e infantil. El mundo avanzado puede y debe ayudar a las mujeres de los países pobres animando a otros estados a seguir el ejemplo de estos dos países africanos y perseverando en políticas de ayuda al desarrollo condicionadas por tangibles demostraciones de buena voluntad por parte de los gobiernos destinatarios de tales políticas.
Además es fundamental invertir en proyectos que tutelen a las nuevas generaciones. El África de mañana ni será mejor si disminuye su población sino si los nuevos nacidos son sustraídos a la ignorancia, la indigencia y la violencia. Devolver a la escuela a los niños de la calle y a los niños soldados, darles serenidad, garantizarles los cuidados y atenciones de los que todos los niños del mundo tienen necesidad: de esto se trata. Y de impedir que centenares de miles de niñas abandonen la escuela y se conviertan en esposas y madres a la edad en que sus coetáneas en Occidente ven todavía dibujos animados y juegan con la «Barbie».