Los retos de hoy para la síntesis entre cultura y fe

Según el cardenal Poupard, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 15 junio 2007 (ZENIT.org).- En los cinco continentes se perciben nuevas situaciones culturales –como el secularismo y el materialismo– de las que las Iglesias locales deben tomar conciencia para saberlas afrontar adecuadamente, «viviéndolas como nuevos terrenos de evangelización», advierte el cardenal Paul Poupard.

Y en ello brinda su apoyo el Consejo Pontificio para la Cultura, explicó el 13 de junio el purpurado en el vigésimo quinto aniversario del dicasterio que preside, trazando los objetivos del mismo y haciendo balance del camino recorrido.

Este dicasterio se debe a Juan Pablo II, de cuya «profunda atención al hombre, y a su existencia concreta, brota la convicción de que la cultura se sitúa siempre en relación esencial y necesaria a lo que es el hombre», recordó el cardenal Poupard.

El Papa Karol Wojtyla «sitúa al hombre y su cultura en el centro de sus intervenciones, en el centro de la solicitud de la Iglesia, en toda parte del mundo y en los ambientes más diversos» -explicó el purpurado-, y realiza un «auténtico y profundo elogio de la cultura» cuando dice que «la cultura es aquello por lo que el hombre, en cuanto hombre, se hace más hombre, «es» más, accede más al ser».

Juan Pablo II creó el Pontificio Consejo para la Cultura con la Carta autógrafa al cardenal secretario de Estado Agostino Casaroli el 20 de mayo de 1982, y afirmó en el documento: «Desde el inicio de mi pontificado he considerado que el diálogo de la Iglesia con las culturas de nuestro tiempo es un campo vital, en el que está en juego el destino del mundo en este período del siglo XX».

«Existe en efecto una dimensión fundamental, capaz de consolidar o de sacudir desde sus fundamentos los sistemas que estructuran el conjunto de la humanidad, y de liberar la existencia humana, individual y colectiva, de las amenazas que pesan sobre ella -añadió-. Esta dimensión fundamental es el hombre, en su integridad. Ahora, el hombre vive una vida plenamente humana gracias a la cultura».

Reconoció el cardenal Poupard el miércoles: «A veinticinco años de distancia, ya entrados en el tercer milenio, nos damos cuenta de la importancia histórica de esas palabras, y de la profunda intuición que las animaba», «de su carga profética, de su fuerza intrínseca».

Haciendo propias las propuestas conciliares, contenidas en la Constitución Pastoral «Gaudium et spes», las del Sínodo de los Obispos del 1974 sobre la Evangelización, y después propuestas de nuevo por el Siervo de Dios Pablo VI en «Evangeli Nuntiandi», Juan Pablo II «proclama –sintetizó el cardenal Poupard– «el vínculo orgánico y constitutivo que existe entre el cristianismo y la cultura, con el hombre en su misma humanidad»».

«De ahí brota –siguió–, como consecuencia necesaria, «una acción pastoral atenta y amplia de la Iglesia respecto a la cultura, en particular respecto a la que es denominada ‘cultura viva’, esto es, el conjunto de principios y de valores que constituyen el ‘ethos’ de un pueblo»».

Síntesis entre cultura y fe, una exigencia de ambas
En este contexto, el Papa Karol Wojtyla propuso «esa afirmación ya famosa, tan lapidaria como densa y profunda, que ha iluminado nuestro camino en todos estos años» y que «conserva toda su actualidad y su urgencia», reconoció el presidente del dicasterio para la Cultura.

«La síntesis entre cultura y fe no es sólo una exigencia de la cultura –dijo el entonces pontífice–, sino también de la fe… Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida».

A pesar de los notables pasos dados en este sentido, el purpurado advirtió de que aún «no son pocas las resistencias a un proceso de profundo cambio, interior y exterior, personal y comunitario, en el que la fe sea verdadera y plenamente acogida, enteramente pensada y fielmente vivida».

Y es que «la vida de la Iglesia, y por lo tanto el itinerario de fe de los creyentes, no puede vivirse fuera o al margen, o tal vez en paralelo, respecto a la vida cotidiana y de la cultura de un pueblo, de una nación» –subraya el cardenal Poupard–, porque «el dinamismo de la Encarnación nos pide vivir y expresar nuestra fe permaneciendo plenamente insertos en la cultura y en la realidad que nos rodea para anunciar el Evangelio de la vida, del amor, de la esperanza»

Y ello «haciendo que la fe «se convierta en cultura», sepa iluminar e inspirar profundamente el «ethos» de los pueblos, donándoles ese alma y esos valores esenciales sin los cuales toda realidad, toda institución -alerta- corre el riesgo de hacerse inhumana, además de inútil».

Así, el Papa Wojtyla creó el Pontificio Consejo para la Cultura, «capaz –explicaba él mismo– de dar a toda la Iglesia un impulso común en el encuentro, continuamente renovado, del mensaje salvífico del Evangelio con la pluralidad de las culturas, en la diversidad de los pueblos, a los que debe llevar sus frutos de gracia».

Y la acción de este dicasterio previó también Juan Pablo II que se desarrollara en espíritu ecuménico y fraterno, promoviendo asimismo el diálogo con las religiones no cristianas y con individuos y grupos que no practican credo alguno, recuerda el cardenal Poupard, actualmente también presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso.

Horizontes en los cinco continentes
Entre las numerosísimas actividades del dicasterio para la Cultura, en el marco de su misión ha organizado gran cantidad de encuentros y conferencias tocando todas las áreas geográficas, lingüísticas y culturales, precisamente para que la Pastoral de la cultura entre en la acción de la Iglesia en toda latitud y ámbito cultural.

Y «de año en año crece, casi de manera exponencial, la cantidad y, creo, la calidad de los compromisos y de las actividades», expresó el cardenal Poupard; «esto significa que se desarrolla continuamente la conciencia de que la misión de la Iglesia no puede descuidar la dimensión cultural»

Pero «queda mucho por hacer para que las Iglesia locales y sus pastores sean plenamente conscientes de los desafíos que les plantean las nuevas situaciones culturales y sepan afrontarlos de manera adecuada, viviéndolos como una ocasión renovada, como nuevos campos de evangelización».

Estos los constituyen «culturas ampliamente secularizadas en Europa, América del Norte, Australia; culturas profundamente marcadas por religiones o saberes no cristianos en África y Asia; culturas modeladas en profundidad por el mensaje evangélico y ahora presas de una penetrante e invasora cultura materialista en las grandes megalópolis de América Latina», enumeró.

El año que viene, en primavera, la Asamblea Plenaria del dicasterio se centrará, precisamente, sobre el fenómeno de la secularización, «un tema también recurrente en las palabras y preocupaciones del Santo Padre», adelantó el cardenal Poupard.

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ZENIT Staff

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