CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 17 junio 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI considera que la actual «emergencia educativa» consiste en la dificultad cada vez mayor de transmitir los valores de la vida, explica el portavoz vaticano.
El padre Federico Lombardi S.I. ha profundizado en el discurso que el Papa pronunció en la Basílica de San Juan de Letrán, el 11 de junio, al congreso eclesial de la diócesis de Roma, en el último editorial de «Octava Dies», semanario producido por el «Centro Televisivo Vaticano», del que es director.
«Sin ambages, Benedicto XVI habla de una gran “emergencia educativa”, es decir, de la dificultad cada vez mayor para transmitir los valores básicos de la existencia y de un recto comportamiento, y atribuye la causa a “una sociedad y una cultura que con demasiada frecuencia hacen del relativismo el propio credo”», constata.
«La situación es tan grave que el Papa ve en nuestra civilización una tendencia en cierto sentido suicida y habla de un “extraño odio de sí misma” que hoy la caracteriza», añade el padre Lombardi, quien es también director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
«Son palabras muy fuertes que van verdaderamente contra la corriente y que necesariamente han provocado críticas contra el Papa acusándole de rigidez y de ser retrógrado», explica.
«Pero todo espíritu atento y leal no puede dejar de reconocer a Benedicto XVI gran valentía al presentar directa y lúcidamente el corazón de los problemas de nuestro tiempo, recordando a todos –no sólo a los católicos– la responsabilidad ante el porvenir de las futuras generaciones», subraya.
«El mensaje no es negativo –insiste–. No se trata de una crítica estéril, pues la Iglesia está comprometida hasta el fondo en poner fundamentos y presentar orientaciones sólidas para una educación integral, a partir de la relación viva con Jesús, y en ofrecer a toda la sociedad su riquísima experiencia educativa».
«Es necesario que todos abran los ojos ante las debilidades más profundas de nuestra cultura y ante los riesgos que comportan para el futuro», concluye el padre Lombardi.