ROMA, jueves, 21 junio 2007 (ZENIT.org).- Consternado por la situación que padece Oriente Medio, Benedicto XVI pide a los responsables de las regiones en conflicto que liberen la paz «de la enfermedad mortal de la discriminación religiosa, cultural, histórica o geográfica».
Al término de su asamblea anual, el Papa recibió este jueves a los miembros de la ROACO (Reunión de las Obras para la Ayuda a las Iglesias Orientales).
Ante la presencia de diversos prelados orientales, el Santo Padre compartió su «pena y preocupación por la delicada situación en la que se encuentran grandes zonas de Oriente Medio».
A pesar de ser tan implorada y esperada, «la paz sigue siendo, lamentablemente, ofendida. Se ofende en el corazón de los individuos, y ello compromete las relaciones interpersonales y comunitarias», constató.
«La debilidad de la paz se agudiza ulteriormente con motivo de injusticias antiguas y nuevas», así que «se apaga, dando lugar a la violencia», y ésta «frecuentemente degenera en guerra más o menos declarada -advirtió- hasta constituir, como en nuestros días, un apremiante problema internacional».
Éste es el contexto en el que Benedicto XVI ha vuelto a implorar de Dios el don de la paz, sintiéndose «en comunión con todas las Iglesias y comunidades cristianas, pero también con los que veneran el nombre de Dios y le buscan con sinceridad de conciencia, y con todos los hombres de buena voluntad».
También «llama al corazón de aquellos que tienen específicas responsabilidades para que se adhieran al grave deber de garantizar la paz a todos, indistintamente, liberándola de la enfermedad mortal de la discriminación religiosa, cultural, histórica o geográfica».
«Con la paz -subraya-, toda la tierra encuentra su vocación y misión de «casa común» para cada pueblo y nación, gracias al empeño compartido de un diálogo siempre sincero y responsable».
