ROMA, lunes, 11 junio 2007 (ZENIT.org).- En un encuentro con el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, representantes de la Comunidad de San Egidio explicaron que el secreto de su éxito consiste en dar a los pobres sin tener en cuenta lo que cuesta.
Bush se reunió el sábado, después de visitar al Papa, durante más de una hora con ocho representantes de esta nueva realidad eclesial, entre quienes se encontraba el fundador, Andrea Riccardi, y su presidente, Marco Impagliazzo.
El encuentro tuvo lugar en la embajada de los Estados Unidos, después de que por motivos de seguridad se cancelara la prevista visita del presidente a la sede de San Egidio en el barrio romano de Trastevere, lleno de callejuelas.
Bush, sentado junto al embajador estadounidense Francis Rooney, explicó los motivos que le habían llevado a encontrarse con esta comunidad en su visita a Roma.
«San Egidio es una de las grandes organizaciones confesionales del mundo. Y nosotros estamos aquí para hablar sobre nuestro compromiso común de ayudar a los pobres, de dar de comer a quienes pasan hambre, de erradicar las enfermedades», dijo el mandatario.
«Los Estados Unidos están firmemente comprometidos a los habitantes del continente africano –aseguró--. Estamos trabajando con nuestro Congreso para destinar 30 mil millones de dólares para la lucha contra el virus del sida, más de mil millones para combatir la malaria, miles de millones para afrontar el hambre, dinero para la educación; pero estos programas no pueden ser eficaces sin gente con amor sobre el terreno, que ayude al prójimo necesitado».
«Quiero daros las gracias por ser parte del ejército internacional de la compasión --subrayó--. Os doy las gracias por escuchar el llamado de amor de vuestro prójimo amándole como vosotros queréis ser amados. Quiero escuchar vuestras estrategias para afrontar algunos de los problemas más difíciles del mundo».
Por su parte, Impagliazzo explicó al Bush algo de la vida de este movimiento. «La Comunidad de San Egidio nació en Roma, en 1968. En aquella época, occidente se preguntaba por el futuro y los jóvenes buscaban algo».
«Andrea Riccardi, que es el fundador de nuestra comunidad --siguió diciendo--, era un estudiante de bachillerato [o preparatoria] de Roma. Invitó a algunos de sus amigos estudiantes a escuchar y vivir según el Evangelio, el Evangelio de Jesús».
«En aquellos días, la gente creía que la revolución podría cambiar el mundo. Andrea comprendió que no había otra posibilidad de auténtico cambio a no ser que los corazones de las personas quedaran tocados por las palabras de Jesús. Este trabajo, llevado a la práctica, significaba, ante todo, ser amigos de los pobres».
Ilustrando los tres pilares de esta comunidad, Impagliazzo dijo: «El primero es la oración, que tiene lugar todos los días en todas nuestras comunidades; oración personal leyendo la Escritura cada día».
«Pero también oración en común, que significa que cada día 60.000 personas abren las Escrituras --siguió diciendo--. Leen y rezan al Señor tanto en las bellas iglesias de Roma, como la de Santa María en Trastevere, como en el corazón de África, o en muchos otros lugares de las barrios de las inmensas ciudades de América Latina».
«Señor presidente, la oración es nuestra fuerza», subrayó Impagliazzo.
«El segundo pilar es la misión», siguió diciendo. «Llegar a todos los que buscan en nosotros un sentido para sus vidas».
«Por ultimo, el tercer pilar, es la solidaridad con los pobres», añadió. «Es un servicio voluntario, ofreció gratuitamente porque nadie es pagado por este servicio a los pobres en nuestra comunidad. Nadie».
«Gratuidad, señor presidente, es lo que echa en falta nuestra sociedad hoy. Todo se compra y todo se vende, pero Jesús dijo “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Estas palabras de Jesús son el manantial para el trabajo de nuestros miembros».
«En nuestra historia, hay algo que siempre se ha demostrado verdadero: no hay amor por los pobres sin fe. Los cristianos tienen que vivir la primacía del corazón. Uno no tiene la solución para todo, pero no debemos cerrar nuestros corazones cuando no tenemos una solución».
«Todos nosotros estamos asomados a la ventana del mundo, por este motivo no podemos olvidar la sal, los pobres del mundo. Lo que sorprende de nuestra historia es que estos signos, signos de resurrección, tuvieron lugar en aquellos lugares en los que queda esperanza, como África».
El portavoz de San Egidio, Mario Marazziti, explicó a Zenit que el encuentro con el presidente Bush era «una oportunidad para nosotros para compartir con él cómo es posible combatir la pobreza y dar una voz a quien no la tiene, en particular, a los enfermos de sida».
La Comunidad de San Egidio ha lanzado en África el proyecto DREAM («Drug Resource Enhancement against AIDS and Malnutrition»), que, como explica Marazziti, «ha demostrado la mayor eficacia en la lucha contra la malaria y el sida en África».
La Comunidad de San Egidio (www.santegidio.org) cuenta con 60 mil miembros en 70 países.
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Jun 11, 2007 00:00