MÉXICO, jueves, 4 octubre 2007 (ZENIT.org–El Observador).- Durante el encuentro en el que se conmemora el XV aniversario de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede, el vicepresidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano y arzobispo de Morelia, monseñor Alberto Suárez Inda, se ha pronunciado por una normalización y enriquecimiento mutuo entre la Iglesia y el Estado.
En el año de 1992, México normalizó su relación con la Santa Sede, tras un largo período de distanciamiento, al tiempo que se hicieron una serie de reformas constitucionales que dieron personalidad jurídica a las iglesias y reconocieron la función de los así llamados «ministros de culto», pues hasta entonces, estaba tácitamente prohibido para los sacerdotes cualquier actuación pública.
En ese contexto, monseñor Suárez Inda dijo que «celebrar el XV Aniversario del restablecimiento de las relaciones entre la Santa Sede y el Estado Mexicano, así como las reformas constitucionales de 1992, no puede sino alegrarnos ya que el acto de ‘reconocer’ a alguien en la vida cotidiana, y particularmente, de reconocer a ‘alguien’ en el orden jurídico, significa nada más y nada menos, que estar dispuestos a vivir en la verdad».
Más adelante subrayó que «para comprender el significado de lo que hoy celebramos, conviene considerar que el reconocimiento de la Iglesia católica por parte del Estado Mexicano implica dos dimensiones profundamente interrelacionadas: Por una parte, implica restablecer relaciones con la Iglesia bajo su carácter de institución con personalidad jurídica internacional» y, por la otra que «el ‘reconocimiento’ del Estado a la Iglesia implica descubrir la importancia de la dimensión religiosa de todo ser humano, y en especial, la dimensión religiosa del pueblo mexicano».
«Un ordenamiento jurídico que evita o elude el reconocimiento positivo de este aspecto esencial de la existencia, apuntó el prelado mexicano, no sólo es incompleto sino que distorsiona la verdad sobre el hombre al que el Derecho y el Estado están llamados a servir».
En otra parte de su alocución, el vicepresidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano enfatizó que «la religiosidad de los mexicanos no es una moda o una invención reciente, sino es una verdadera dimensión constitutiva de nuestra identidad personal e histórica».
«Las reformas constitucionales de 1992 han abierto un camino precisamente en esta dirección. Particularmente, en el artículo 24 constitucional, se afirma que la Constitución garantiza la libertad de culto y de creencia de todo ciudadano mexicano», dijo monseñor Suárez Inda.
«Sin embargo –matizó– el camino mencionado necesita ampliarse y continuarse tal y como el Papa Benedicto XVI lo ha expresado al actual embajador de México ante la Santa Sede al momento de aceptar sus cartas credenciales».
En tres puntos, monseñor Suárez Inda definió lo que el Papa Benedicto XVI considera como plena libertad religiosas: libertad para vivir la fe en público y en privado; libertad para que los creyentes de otras religiones puedan vivir con coherencia sus opciones de conciencia respetando a los otros y libertad para que la Iglesia pueda cumplir cabalmente su misión evangelizadora anunciando a Cristo a todos los hombres.
«La Iglesia católica en México no busca privilegios –dijo el arzobispo de Morelia–; eso no sólo es anacrónico, sino que es contrario al Evangelio y a la verdad del hombre revelada en Cristo. La Iglesia, simple y llanamente, anhela una más plena libertad para todos».
Finalizó recordando que «reconocer que este anhelo es justo, que este anhelo es libertario, que este anhelo en el fondo responde a la esencia de lo humano, es una manera de colaborar al fortalecimiento y maduración de un auténtico Estado laico. Y seguir trabajando en ello será una manera de aceptar que vale la pena vivir en la verdad».