Un libro publicado a principios de este año presenta un estudio básico útil de la relación entre fe y política. «The Faith Factor: How Religion Influences American Elections» (El Factor Fe: Cómo influye la Religión en las Elecciones Americanas) (Praeger), ha sido escrito por John C. Green, profesor en el Pew Forum on Religion and Public Life.

La religión tuvo un gran impacto en las elecciones presidenciales del 2008, sostiene Green. Miembros de los grupos religiosos conservadores votaron decididamente por el presidente George Bush. Añade, sin embargo, que el calificar peyorativamente estos grupos como «fundamentalistas» por algunos de los medios es una simplificación injustificada.

Una encuesta del 2004 mostraba que sólo el 10,8% de la población adulta norteamericana se identificaba como protestante fundamentalista. Además, Green añade que un buen número de estos no muestra características fundamentalistas como el literalismo bíblico. Por ello, coloca sólo en un 4,5% de la población a aquellos que podrían ser denominados apropiadamente fundamentalistas.

La atención de los medios tendía a enfocarse sólo en un pocos grupos cristianos conservadores, sin tener en cuenta que el abanico completo de votantes para los que la religión y los valores morales jugaban su parte a la hora de determinar a quien votaban.

La religión, de hecho, tiene una larga historia de influencia política en Estados Unidos. En el pasado, solía ligarse a grupo étnicos, como la implicación católica irlandesa en la política de las grandes ciudades. En los últimos tiempos, muchos de los grupos étnicos han sido asimilados en la sociedad, pero el ser miembro de una denominación religiosa sigue jugando un importante papel en la determinación de las creencias, los valores y las tendencias de voto.

¿Miembro activo o pasivo?
Sin embargo, también hay divisiones dentro de los grupos religiosos, por lo que no deberían considerarse bloques monolíticos cuando se trata de votar, explicaba Green. Un factor importante en determinar cuánto influye la religión en la tendencia del voto es el grado en que un individuo es un miembro activo de un grupo religioso.

Así, en términos de comportamiento electoral, un católico que asista regularmente a Misa tiene más en común con los fieles que asisten con regularidad de otras religiones que con los católicos menos observantes.

Otro factor que tiene gran influencia a la hora de determinar la influencia de la religión en el comportamiento político es el grado en el que se apoya de forma activa a un grupo religioso, ya sea donando dinero o tiempo. Otra consideración importante es si un individuo tiene una vida de oración activa.

No obstante, Green indica que la religión es sólo uno de los muchos factores que ayudan a explicar lo que vota cada uno. En las encuestas para las elecciones presidenciales del 2004, poco menos de un cuarto de los votantes indicaron que los valores morales eran una prioridad para ellos a la hora de decidir a qué candidato apoyar. Este factor, no obstante, estaba sólo en tercer lugar, tras la política exterior y económica, que la gente identificaba como prioridades.

La religión seguirá siendo un factor importante en los próximos años, predice Green. Las divisiones sobre el aborto, el matrimonio y otros valores morales no muestran signo de disminuir. Además, los operadores políticos en ambos partidos mayoritarios son bien conscientes de la necesidad de movilizar a los votantes con orientaciones religiosas, y seguirán con sus esfuerzos de activar el voto religioso.

Controversia por la comunión
Dentro del mundo católico, un tema que divide en el debate de religión y política es cómo tratar a los políticos católicos que son manifiestamente proabortistas. Una reciente aportación al tema ha venido del arzobispo de San Luis, monseñor Raymond Burke, en un ensayo publicado en la revista de derecho canónico Periodica de Re Canonica.

El artículo, titulado «La disciplina sobre la negación de la Santa Comunión a quienes perseveren de forma obstinada en pecado grave manifiesto», observaba las diferencias de opinión, incluyendo a los mismos obispos, sobre si apoyar la legislación contra la vida descalifica a un político a la hora de recibir la comunión.

Tras un detallado análisis de la enseñanza de la Iglesia sobre la cuestión de la comunión y aquellos que están en pecado grave, monseñor Burke concluye que «la Iglesia presume apropiadamente que una persona que permanece obstinadamente en pecado público y grave que carece del lazo interior de la comunión, el estado de gracia, requerido para acercarse dignamente a recibir la Sagrada Eucaristía».

El apoyo público decidido a políticos que violan gravemente la ley moral, apuntaba, puede de hecho clasificarse como «gravemente pecaminoso».

El arzobispo aclaraba, sin embargo, que negar la comunión en estas circunstancias no debería interpretarse como una sanción penal contra la persona, sino más bien como respeto por la Eucaristía.

Estados Unidos, comentaba monseñor Burke, es una sociedad que «canoniza» el individualismo radical y el relativismo, haciendo así muy difícil aplicar sanciones como negar la comunión.

A pesar de estas dificultades, si un obispo o sacerdote predica la enseñanza de la Iglesia en las materias de la vida, pero no hace nada cuando un católico que públicamente apoya la legislación contra la vida, «entonces su predicación tiene agujeros», juzgaba monseñor Burke.

Demasiados cristianos
Los conflictos sobre religión y política tienen lugar, por supuesto, en muchos otros países. En Australia, donde tendrá lugar las elecciones nacionales dentro de poco, el primer ministro John Howard y el líder de la oposición, Kevin Rudd, se dirigieron por Internet a 770 iglesias a lo largo del país.

Tras su debate, el senador Lyn Allison, líder de los demócratas, se quejaba de que había demasiados cristianos activos en política, informaba el periódico The Australian el 10 de agosto.

El 7 de agosto, los obispos australianos publicaron una breve declaración para guiar a los católicos en las elecciones nacionales. El documento se centraba en algunos temas que los obispos creen que son de importancia vital. Temas como el respeto a la vida, el apoyo a la familia, la educación, la sanidad y el medio ambiente están entre los presentados.

«Animamos a los católicos a mirar más allá de sus necesidades individuales y aplicar un examen diferente ante la urna electoral – el examen del bien común», animaban los obispos.

Entretanto, en Argentina, otro país que se prepara para las elecciones nacionales, el 23 de agosto, los obispos reafirmaban la validez de su declaración hecha pública en abril. Nuestra fe católica, indicaban, nos pide crecer en nuestro compromiso como ciudadanos. Los cristianos deberían descubrir su vocación a favor del bien común, recomendaban.

El documento pedía que se protegiera la vida humana y la familia. Otros puntos mencionados eran la pobreza y la desigualdad, junto con la necesidad de evitar divisiones excesivas dentro de la sociedad.

Nuestra fe en Cristo resucitado, indicaban los obispos, nos debería motivar a renovar nuestras vidas y a vivirlas según los principios de verdad, libertad, justicia y solidaridad.

Justicia verdadera
Benedicto XVI también trató estos temas en un discurso el 21 de septiembre a los participantes en un encuentro del Centro Demócrata Internacional.

La justicia es verdaderamente humana, afirmaba el obispo, «sólo cuando la visión ética y moral que la fundamenta se centra en la persona humana y en su inalienable dignidad».

Tras hacer referencia a temas de economía, salvaguarda de la vida y de la familia, el Papa advertía que cuando se minan la verdad o la familia, entonces «se amenaza la misma paz y se compr omete el imperio de la ley, llevando inevitablemente a formas de injusticia y violencia».

La libertad religiosa es otro tema vital a defender, continuaba. «La apertura a la trascendencia es una garantía indispensable de dignidad humana puesto que dentro de cada ser humano hay necesidades y deseos que encuentran su plenitud únicamente en Dios», afirmaba el Papa.

La enseñanza social de la Iglesia, explicaba Benedicto XVI, está motivada por el amor a la humanidad y por el deseo de contribuir a un mundo que respete la dignidad y los derechos de todas las personas. Un objetivo que todos pueden compartir, incluso aunque no todos estén de acuerdo sobre la mejor forma de lograrlo.

Por el padre John Flynn, L. C.