MOSUL, martes, 23 octubre 2007 (ZENIT.org).- «El llamamiento del Papa nos dio gran valor: la exhortación para que nuestros captores nos liberaran fue ciertamente un gran, gran apoyo»: son las declaraciones de uno de los dos sacerdotes siro católicos, el padre Afas, tras el drama del secuestro sufrido.

El padre Mazin Ishoa, de 35 años, y el padre Pius Afas, de 60, se dirigían el 13 de octubre desde el centro de Mosul (de donde ambos son originarios) a la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en el barrio de al-Faisaliya --donde se les esperaba para la celebración de un funeral--, cuando fueron secuestrados por un número impreciso de hombres armados en el barrio al-Thawara

Solidarizándose con el sufrimiento de la población iraquí, Benedicto XVI lanzó al día siguiente, durante el rezo del Ángelus, un llamamiento por la inmediata liberación de los «dos buenos sacerdotes de la archidiócesis siro-católica de Mosul, amenazados de muerte».

Exactamente a la semana la Santa Sede acogió con gran alegría la noticia de la liberación de los presbíteros.

El portavoz vaticano, el padre Federico Lombardi, S.I., reconoció que la Santa Sede había seguido con gran preocupación e intensidad el suceso; igualmente expresó la esperanza de que no se repitan tales crímenes.

«Radio Vaticana» emitió el lunes el testimonio del padre Afas tras su liberación. «No hemos sufrido ninguna tortura, ninguna presión»; «hemos vivido momentos difíciles en los que, sin embargo, jamás faltó la confianza, la esperanza, la oración», relató.

Igualmente mostró su alegría e insistió en su agradecimiento por la «gran solidaridad» que los dos habían recibido desde todo el mundo, por las muchas oraciones que les ayudaron y sostuvieron, así como por el llamamiento del Santo Padre.

De acuerdo con las declaraciones del padre Afas, él y el padre Ishoa fueron liberados la víspera por la mañana en un barrio donde tomaron un taxi para encaminarse directamente a su iglesia. El mismo día, por la tarde, celebraron juntos la Santa Misa.

«Había muchas personas presentes en señal de acción de gracias al Señor. Fue verdaderamente muy, muy emocionante», reconoce.

A pesar de la experiencia sufrida, alientan a los cristianos a permanecer en Mosul.

«Estamos muy preocupados de que se mine la amistad con nuestros hermanos musulmanes, con los que convivimos desde hace siglos. Y esto se lo dijimos también a nuestros secuestradores: no queremos arruinar esta amistad, perder esta fraternidad islamo-cristiana. Nos quedamos, por lo tanto, en Irak, y no estamos dispuestos a ceder, porque estamos –cristianos y musulmanes juntos-- por la paz entre los iraquíes».

El arzobispo siro-católico de Mosul, monseñor Basile Georges Casmoussa, siguió a cada minuto la situación de sus sacerdotes y las conversaciones con los secuestradores, autores del último de los numerosísimos ataques –muchos con un final trágico— contra la comunidad cristiana en Irak.

«Estamos muy preocupados por el futuro –advirtió en la emisora pontificia--. Representamos sólo una minoría en Irak y muchos cristianos iraquíes se ven empujados a dejar sus casas en Bagdad y en Mosul. Hay muchas familias que se marchan de estos lugares. Algunas veces reciben amenazas para que abandonen sus hogares, pero otras se les exhorta a convertirse al islam a cambio de la libertad; en caso contrario, estarían obligados a irse».

«Normalmente nuestras relaciones siempre han sido buenas con la población musulmana, con la que convivimos en espíritu de amistad y colaboración. Pero ahora, con esta corriente fundamentalista que combate la presencia de las tropas americanas, la situación se ha vuelto extremadamente peligrosa para nosotros», constata el prelado.

El futuro cardenal arzobispo de Monterrey confiesa su conmoción

MONTERREY, martes, 23 octubre 2007 (ZENIT.orgEl Observador).- El futuro cardenal Francisco Robles Ortega, arzobispo de Monterrey, ha emitido una carta con motivo de su nombramiento por el Papa Benedicto XVI en la que confiesa su conmoción por haber sido llamado «a un servicio especial en la Iglesia como miembro del colegio de Cardenales para ayudar al Santo Padre en el Gobierno cotidiano de la Santa Iglesia».