CIUDAD DEL VAICANO, domingo, 7 octubre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI este domingo a mediodía antes de rezar la oración mariana del Ángelus junto a miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro.
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Queridos hermanos:
Este primer domingo de octubre nos ofrece dos motivos de oración y de reflexión: la memoria de la Virgen María del Rosario, que se celebra precisamente hoy, y el compromiso misionero, al que está dedicado de manera especial este mes.
La imagen tradicional de la Virgen del Rosario representa a María que en un brazo lleva al Niño Jesús y en el otro presenta la corona del Rosario de santo Domingo. Esta imagen significativa muestra cómo el Rosario es un medio donado por la Virgen para contemplar a Jesús y, al meditar en su vida, amarle y seguirle cada vez más fielmente.
Es la consigna que la Virgen ha dejado en sus diferentes apariciones. Pienso, en particular, en las de Fátima, acaecida hace 90 años, a los tres pastorcillos, Lucia, Jacinta y Francisco, en las que se presentó como «la Virgen del Rosario», recomendó con insistencia el rezo del Rosario todos los días, para alcanzar el final de la guerra.
Nosotros también queremos acoger la maternal petición de la Virgen, comprometiéndonos a rezar con fe el Rosario por la paz en las familias, en las naciones y en todo el mundo.
Ahora bien, sabemos que la auténtica paz se difunde allí donde los hombres y las instituciones se abren al Evangelio. El mes de octubre nos ayuda a recordar esta verdad fundamental a través de una movilización que busca promover el anhelo misionero en cada comunidad y a apoyar el trabajo de sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que trabajan en las fronteras de la misión de la Iglesia.
Con especial cuidado nos preparamos para celebrar el próximo 21 de octubre la Jornada Misionera Mundial, que tendrá como tema «Todas las Iglesias para todo el mundo». El anuncio del Evangelio es el primer servicio de la Iglesia a la humanidad para ofrecer la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo, humillado y oprimido de muchas maneras, y para orientar cristianamente las transformaciones culturales, sociales y éticas que tienen lugar en el mundo.
Este año hay un motivo más que nos lleva a un renovado compromiso misionero: el quincuagésimo aniversario de la encíclica «Fidei donum» del siervo de Dios Pío XII, que propuso y alentó la cooperación entre las Iglesias para la misión «ad gentes» [a lo pueblos, ndt.].
Me gusta recordar también que hace 150 años partieron hacia África, precisamente hacia el actual Sudán, cinco sacerdotes y un laico del Instituto del padre Mazza de Verona. Entre ellos se encontraba san Daniele Comboni, futuro obispo de África central y patrono de esas poblaciones, cuya memoria litúrgica se celebra el próximo 10 de octubre.
A la intercesión de este pionero del Evangelio y de otros numerosos santos y beatos misioneros, en particular a la protección de la Reina del santo Rosario, encomendamos a todos los misioneros y misioneras. Que María nos ayude a recordar que todo cristiano está llamado a anunciar el Evangelio con la palabra y la vida.
[Al final del Ángelus el Papa saludo a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]
Saludo con afecto a los fieles de lengua española. Queridos hermanos: En este domingo en que celebramos la fiesta de la Virgen del Rosario os invito a rezar cada día, con más piedad y devoción, esta tradicional oración mariana, y que la contemplación de los principales misterios de la vida de Nuestro Señor Jesucristo aumente en nosotros la fe, la esperanza y la caridad. ¡Feliz domingo!
[Traducción del original italiano realizada por Zenit
© Copyright 2007 – Libreria Editrice Vaticana]