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A Su Beatitud
DANIEL
Arzobispo de Bucarest
Patriarca de la Iglesia ortodoxa rumana
Con gran alegría y con sentimientos de comunión fraterna he sabido de su elección a la sede patriarcal de la Iglesia ortodoxa de Rumanía, sucediendo así a nuestro venerable hermano en Cristo Su Beatitud Teoctist.
Al comenzar su nueva misión, me uno muy particularmente a usted, Beatitud, así como al Santo Sínodo del Patriarcado rumano, a todo el clero y a los fieles, que lo reciben con alegría a usted, el nuevo pastor llamado a guiar a la Iglesia ortodoxa rumana. Pido al Espíritu Santo que lo sostenga en este arduo cargo. Que ayude a la Iglesia ortodoxa rumana en su desarrollo, para que afronte, con vitalidad renovada, los cambios y la reorganización material y espiritual necesarios en el período que vivimos, después de las dificultades experimentadas durante el pasado reciente, en el que existían numerosas limitaciones a la libertad y a veces persecuciones manifiestas.
Que el Señor lo acompañe para que su Iglesia responda a las expectativas del pueblo rumano y le dé cada vez más la esperanza que necesita para avanzar por el camino de la vida y para transmitir a las generaciones jóvenes los valores morales y espirituales fundamentales, a fin de afrontar las diferentes corrientes ideológicas que hoy atraen a muchos de nuestros contemporáneos.
En esta bendita ocasión, en la que me uno espiritualmente a usted, le deseo, Beatitud, un servicio pastoral fecundo, iluminado por la luz de Cristo y fortalecido por el poder del Espíritu Santo. ¿Cómo no recordar el encuentro solemne entre mi predecesor, de venerada memoria, y Su Beatitud Teoctist y los miembros del Santo Sínodo en Bucarest, en el palacio patriarcal, el 8 de mayo de 1999? Esa primera visita de un Papa a un país donde la Iglesia ortodoxa es mayoritaria abre un camino de esperanza, que es necesario proseguir con el fin de llegar a la unidad plena. Hago mías hoy las palabras que pronunció el Papa Juan Pablo II en esa circunstancia: «Sepa, Beatitud, que los católicos acompañan a sus hermanos ortodoxos mediante su oración y su disponibilidad a cualquier forma de colaboración. Todos estamos llamados a anunciar juntos el único Evangelio, con amor y estima recíproca» (Discurso durante el encuentro con el Patriarca y los miembros del Santo Sínodo, 8 de mayo de 1999, n. 2: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de mayo de 1999, p. 10). El espíritu que animaba estas palabras y el compromiso que proclamaban siguen teniendo actualidad para mí mismo y para la Iglesia católica, al subrayar que es muy necesario intensificar los vínculos que nos unen, para el bien de la Iglesia.
De igual modo, nuestras relaciones deben reforzarse para responder a las necesidades actuales en Europa y en el mundo, tanto en el ámbito religioso como en el social. Un testimonio común de los cristianos es cada vez más necesario para responder a nuestra vocación común y a las urgencias de nuestro tiempo. Quiero también reafirmarle cuánto aprecio el compromiso que la Iglesia ortodoxa rumana siempre ha manifestado en el seno de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico, mediante una participación activa y positiva de sus delegados. Estoy seguro de que quiere proseguir e intensificar el diálogo entre ortodoxos y católicos durante nuevas fases del diálogo, con el que nos preparamos a abordar cuestiones cruciales para nuestras relaciones.
Con paciencia, caridad recíproca y esperanza, también deberemos resolver cuestiones sin duda menores, pero que, en el ámbito local, aún constituyen un obstáculo para la comunión fraterna entre católicos y ortodoxos, puesto que los cristianos muy a menudo conviven sin buscar siempre los vínculos diarios que podrían ser particularmente valiosos para las relaciones entre católicos y ortodoxos.
Desde esta perspectiva, todos deberían recordar que, en la víspera de su pasión y de su muerte redentora, Jesús dijo a sus discípulos: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros» (Jn 13, 34). El mandamiento del Señor debe llevarnos sin cesar a todos hacia nuevas relaciones, prólogo de la unidad plena.
Con estos sentimientos de alegría sincera y con la certeza de un compromiso común al servicio de la unidad de la Iglesia, le expreso mis más cordiales felicitaciones y le reafirmo mi afecto en el Señor Jesucristo, orando por usted, por los pastores y por todos los fieles de la Iglesia ortodoxa de Rumanía.
Castelgandolfo, 27 de septiembre de 2007
[Traducción distribuida por la Santa Sede© Copyright 2007 – Libreria Editrice Vaticana]