La sangre de los mártires españoles debe ser semilla de nuevos cristianos

Intervención del cardenal Amigo al dar la bienvenida a los peregrinos llegados a Roma

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ROMA, sábado, 27 octubre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la alocución del cardenal Carlos Amigo Vallejo, arzobispo de Sevilla, este sábado en la tarde, durante ceremonia de acogida que se celebró en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma a los miles de peregrinos que han venido para participar este domingo en la ceremonia de beatificación de 498 mártires del siglo XX en España.

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Hemos venido a Roma para visitar la tumba de los mártires y para escuchar las maravillas que Dios Padre hace con el testimonio de sus hijos, pues los mártires, con la fuerza del Espíritu Santo, proclaman, con el precio de su vida, que nada se puede anteponer al amor de Cristo.

1. Los mártires son patrimonio ejemplar de la Iglesia. Su testimonio conmueve y arrastra al conocimiento de Cristo, el testigo fiel, por el que ofrecieron su vida. Dieron testimonio del Hijo de Dios y Dios Padre da ahora testimonio de ellos glorificando su memoria y poniéndolos como ejemplo para el pueblo cristiano.

2. Razones que avalan su muerte santa. Murieron por su fe en el Dios que se había revelado en Jesucristo y por la libertad de conciencia de llevar la fidelidad a Jesucristo hasta las últimas consecuencias.

Estuvieron firmes en la confesión del nombre de Cristo y pagaron con su vida el precio de la paz para su conciencia. Eran testigos de la verdad y la verdad les hace hombres y mujeres libres, con la mejor libertad: la del Espíritu que vive en nosotros.

3. La ejemplaridad de su testimonio. Desvelan la belleza de la fe cristiana y demuestran, con la evidencia del amor, que es posible vencer el mal con la fuerza del bien. Eran sufridos en la tribulación, porque se alegraban en la esperanza.

4. ¿Qué esperamos de estas beatificaciones? La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. Con ellos compartimos la misma esperanza que obliga a la Iglesia a ir peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios.

En los mártires se ilumina el misterio de la cruz. Ellos y su testimonio es causa de nuestra alegría. El Señor ha estado grande con nosotros al ofrecernos la vida y el ejemplo de estos mártires.

Después de atroces torturas, confirmaron su fe. Murieron pero vencieron; ahora los recordamos en la gloria de Cristo resucitado (Benedicto XVI). En ellos nos habla el Espíritu de Dios.

Jesucristo ayer con estos 498 mártires. Jesucristo hoy, que nos llama a ser testigos suyos en el mundo. Jesucristo, siempre. Él es el más santo entre nuestros mártires. El Testigo fiel.

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ZENIT Staff

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