CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 29 octubre 2007 (ZENIT.org).- La sociedad necesita de la riqueza de la fe cristiana y más de testimonios que de palabras, un contexto donde el cristiano recibe en su acción el impulso de los mártires, en especial de los 498 nuevos beatos, confirman el cardenal Herranz y el cardenal electo Martinez Sistach, ambos españoles.
Miles de fieles y peregrinos acudieron en la mañana de este lunes a la misa de acción de gracias –que presidió el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado vaticano– por la beatificación de 498 mártires de la persecución religiosa que tuvo lugar en España durante los años treinta del siglo XX.
Concluida la Eucaristía, el cardenal Julián Herranz –presidente de la Comisión Disciplinar de la Curia Romana, presidente emérito del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y miembro de varios dicasterios vaticanos– conversó con Zenit de la experiencia de la beatificación del domingo, en la que participaron cincuenta mil fieles.
«El punto fundamental de todas las celebraciones es fortalecerse en la fe, recordar qué ha sido núcleo de todo el Concilio Vaticano II: la llamada universal a la santidad y al apostolado que nace del sacramento del bautismo», explicó.
En síntesis –recalcó el cardenal Herranz–, «es el derecho y el deber que todo bautizado, que todo cristiano, tiene a ser santo y apóstol, es decir, a ser una persona que busque enamorarse de Cristo».
«Y los enamorados los son porque se buscan, se encuentran, se tratan, se conocen y se aman, y después hablan de Cristo al mundo, que es también lo que los enamorados hacen, hablar de lo que tienen dentro en el alma», «y es lo que hicieron los primeros cristianos aquí en Roma, en una sociedad pagana, por eso muchos murieron mártires», recordó.
Advirtió el purpurado español de que «vivimos en una época en la cual hay una gran penetración de un neopaganismo, llevado desde diversas corrientes ideológicas y relativistas».
Así que, «de frente a una sociedad que tiende a enseñar como si se pudiera vivir de espaldas a Dios, los cristianos tienen que demostrar que de espaldas a Dios no se puede vivir, porque no se puede ser feliz y porque no se tienen razones para vivir», apuntó.
«Tenemos los cristianos un mensaje para ofrecer al mundo, a los hombres, a los jóvenes de hoy», comentó por su parte el arzobispo de Barcelona –la segunda diócesis con mayor cifra de nuevos beatos, después de Madrid– Lluís Martínez Sistach, que será creado cardenal por el Papa el próximo 24 de noviembre.
«Nuestra fe tiene un riqueza humana tan grande que puede aportar muchísimo en estos momentos: el amor de Dios, la compasión de Dios, ante el sufrimiento y la soledad de tantas personas», subrayó a Zenit.
Y «la sociedad busca soluciones más que con palabras con hechos, con testimonios –advirtió–: hemos tenido aquí 498 testimonios que por ningún motivo político, solamente por su fe y por su ideales profundos dieron su vida. Nadie da su vida si no ama mucho, por lo tanto es un testimonio para todos hoy».
El cardenal electo barcelonés Martínez Sistach recalcó los días tan «entrañables» que se han vivido en Roma, en el marco de las beatificaciones: «Nos hemos encontrado muchísimas personas, miembros de la Iglesia de España, y aquí en Roma , en la sede de Pedro, hemos podido celebrar la fe, que se trataba de esto», «y celebrar también y honrar a estos 498 mártires que entregaron su vida por amor a Dios y a los hermanos».
«El mensaje que hemos vivido estos días aquí, días de oración y de eclesialidad, ha sido un mensaje que nos lo han brindado» los mártires, «un mensaje de reconciliación, un mensaje de paz, un mensaje de fraternidad, un mensaje de convivencia», resumió.
«Murieron y dieron su vida porque querían muchísimo a Jesús, imitaban a Jesús, y Jesús en la Cruz murió perdonando: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen»; ésta fue la actitud de estos mártires como la de todos los mártires de la historia de la Iglesia», que es «martirial»: «siempre ha habido, hay y habrá mártires cruentos, pero también incruentos», observó.
Los mártires representan «para todos un testimonio de fidelidad y de coherencia con nuestra fe, con nuestros principios, con nuestros valores, para ponerlos al servicio de toda la convivencia humana; no para cerrarnos, sino para abrir lazos de fraternidad, de trabajar juntos ofreciendo nuestros valores, la antropología cristiana, a la sociedad», concluyó.