ROMA, domingo, 5 octubre 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI inauguró este domingo el Sínodo de los Obispos sobre la Palabra esperando que traiga un nuevo dinamismo misionero para regiones del mundo en las que parece que "Dios ha muerto".
El pontífice dio inicio por primera vez un Sínodo en la Basílica de San Pablo Extramuros para celebrar que en este año se celebran los dos mil años del nacimiento del apóstol de las gentes.
En la Eucaristía concelebraron con el Papa los padres sinodales y colaboradores: 52 cardenales, 14 miembros de las Iglesias orientales, 45 azobispos, 130 obispos y 85 presbíteros (de los cuales 12 son padres sinodales, 5 oficiales de la Secretaría General, 30 auditores, 5 expertos, 4 encargados de prensa, 24 asistentes y 5 traductores).
La cumbre eclesial, que durará al 26 octubre, se celebra sobre el tema "La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia".
"Naciones que en un tiempo tenían una gran riqueza de fe y vocaciones ahora están perdiendo su identidad, bajo la influencia deletérea y destructiva de una cierta cultura moderna", ha constatado el Papa en la homilía de la celebración eucarística.
"Hay quien, habiendo decidido que 'Dios ha muerto', se declara a sí mismo 'dios', considerándose el único agente de su propio destino, el propietario absoluto del mundo --siguió explicando--. Desembarazándose de Dios, al no esperar de Él la salvación, el hombre cree que puede hacer lo que quiere y ponerse como la única medida de sí mismo y de su acción".
Pero cuando el hombre elimina a Dios de su horizonte, cuando declara que Dios ha "muerto", se preguntó el Papa, "¿es verdaderamente feliz? ¿Se hace verdaderamente más libre?".
"Cuando los hombres se proclaman propietarios absolutos de sí mismos y únicos dueños de la creación, ¿pueden verdaderamente construir una sociedad en la que reinen la libertad, la justicia y al paz?", siguió interrogándose.
El obispo de Roma respondió negativamente, explicando que de este modo, "--como lo demuestran cotidianamente las crónicas-- se difunden el poder arbitrario, los intereses egoístas, la injusticia y el abuso, la violencia en todas sus expresiones".
"Al final el hombre se encuentra más solo y la sociedad más dividida y confundida", reconoció.
En este contexto, el Papa dijo que con este Sínodo la Iglesia quiere mostrar al mundo "el mal y la muerte no tienen la última palabra, sino que al final Cristo vence. ¡Siempre!".
"La Iglesia no se cansa de proclamar esta Buena Nueva, como sucede también hoy, en esta basílica dedicada al apóstol de las gentes, quien se convirtió en el primero en difundir el Evangelio en grandes regiones de Asia Menor y Europa", dijo.
Para desempeñar esta misión, añadió, "alimentarse de la Palabra de Dios es para la Iglesia su primera y fundamental tarea".
"De hecho, si el anuncio del Evangelio constituye su razón de ser y su misión, es indispensable que la Iglesia conozca y viva lo que anuncia, para que su predicación sea creíble, a pesar de las debilidades y las pobrezas de los hombres que la conforman", aseguró.
Y citando a san Jerónimo añadió: "Quien no conoce las Escrituras, no conoce la potencia de Dios ni su sabiduría. Ignorar las Escrituras significa ignorar a Cristo".
Las sesiones de trabajo del Sínodo comenzarán este lunes con una meditación del Papa, seguida por la relación antes de la discusión, que será presentada por el cardenal Marc Ouellet, P.S.S., arzobispo de Quebec.
Ya en ese mismo día tendrá lugar el primer debate con intervenciones libres de los padres sinodales.
En la tarde, la discusión continuará con cinco ponencias sobre la relación con la Palabra de Dios en los cinco continentes.
La jornada sinodal concluirá con las intervenciones del rabino jefe de Haifa (Israel), Shear Yashyv Cohen, y de uno de los biblistas más prestigiosos del mundo, el cardinal Albert Vanhoye, S.I. (Cf. Entrevista, Zenit, 23 de septiembre de 2008).