Budistas y católicos unidos en el testimonio de la renuncia a los bienes

Mensaje del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso con motivo de la Vesak

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 3 de abril de 2009 (ZENIT.org).- Los católicos y los budistas encuentran un terreno común en la consideración positiva de la pobreza entendida como renuncia y desapego de los bienes materiales.

“Advertimos claramente el desafío que está ante nosotros, representado, por una parte, por el cada vez más vasto fenómeno de la pobreza en sus diversas formas, y por otra, la búsqueda desenfrenada de la posesión y la difusión del consumismo”.

Así lo afirma el cardenal Jean-Louis Tauran, en un mensaje dirigido a los creyentes budistas con motivo de la fiesta de la Vesak.

Esta importante fiesta del calendario budista, que conmemora el nacimiento de Gautama Buda, se celebra en casi todos los países del sureste asiático, aunque la fecha varía entre abril y mayo.

En el mensaje, hecho público hoy por el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, el cardenal Tauran afirma que los católicos “seguimos con atención vuestra experiencia espiritual. Deseamos agradeceros vuestro iluminador testimonio de desapego y renuncia a lo que se tiene”.

“Monjes, monjas y muchos laicos devotos entre vosotros abrazan la pobreza ‘deseable’, que nutre espiritualmente el corazón humano, enriqueciendo la vida de forma sustancial con una mirada más profunda sobre el significado de la existencia y sosteniendo el empeño de promover la buena voluntad de la entera comunidad humana”.

Para los católicos, recuerda el purpurado citando al Papa en su Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de este año, existen dos tipos de pobreza, una deseable y otra no.

Respecto a la primera, para los católicos se trata no sólo de un “vaciamiento del propio yo”, sino también como “una aceptación de nosotros mismos por lo que somos, con nuestros talentos y nuestros límites”.

“Esta pobreza suscita en nosotros una voluntad disponible para escuchar a Dios y a nuestros hermanos y hermanas, a abrirnos a ellos y a respetarlos como individuos”.

“Nosotros apreciamos toda la creación, incluyendo las realizaciones del trabajo humano, pero lo hacemos libremente y con gratitud, atención y respeto, junto a un espíritu de desapego que nos permite usar los bienes de este mundo como gente que no tiene nada, peor que todo lo posee”, explicó.

El segundo tipo de pobreza, sin embargo, “no es querida por Dios y debe ser combatida”, explicó el cardenal Tauran, pues “impide a las personas y a las familias vivir según su dignidad. Es una pobreza que ofende la justicia y la igualdad y que, como tal, amenaza la convivencia pacífica”.

En este sentido, concluyó el prelado, tanto budistas como católicos pueden “contribuir, en la fidelidad de nuestras respectivas tradiciones espirituales, al bienestar de nuestras comunidades, pero también al de toda la humanidad”.

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ZENIT Staff

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