¿Qué hacer ante una persona atrapada por una secta?

Responde el catedrático José Luis Sánchez Nogales

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GRANADA, martes, 21 julio 2009 (ZENIT.org).- El fenómeno de las sectas, considerado por los documentos de la Iglesia como un desafío, precisa de una respuesta pastoral. ¿Cuál ha de ser? Para profundizar en el tratamiento pastoral y pedagógico que debe hacerse desde la fe católica, presentamos esta entrevista realizada al experto José Luis Sánchez Nogales.

Sacerdote diocesano de Almería, es catedrático de Filosofía de la Religión y de Historia de las Religiones en la Facultad de Teología de Granada, donde ocupa también el cargo de vicerrector. En calidad de destacado conocedor del islam, es consultor del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso.

Autor de un buen número de libros y artículos sobre sus especialidades, es también miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES, http://info-ries.blogspot.com) .

–¿Cuál es la primera actitud que los educadores en la fe deberían observar ante la sospecha de personas en proceso de ser captadas por movimientos de religiosidad alternativa, incluso sectas?

–José Luis Sánchez Nogales: La primera acción es no perder la cercanía a la persona, de modo que se mantengan abiertos los cauces de comunicación con el entorno, sobre todo familia, educadores y amigos. A pesar de las dificultades de personal de las instituciones religiosas, el camino a seguir es una pedagogía y una pastoral directas, persona a persona. Una de las causas que provocan el deslizamiento hacia zonas de sombra de la religiosidad es el déficit de calidez en la atención pastoral y educativa en momentos de crisis, especialmente cuando se trata de personas  que se sienten desatendidas o incluso espiritualmente heridas. Tienden a culpar a la gran institución religiosa. Si en ese momento reciben una adecuada acogida, entonces es posible la reconciliación y la reorientación de la vida religiosa.

–¿Cómo entablar un diálogo pastoral y educativo con personas que se encuentran en situación de búsqueda y posiblemente tentadas de deslizarse hacia algún movimiento u organización ambiguos?

–José Luis Sánchez Nogales: El contacto que se requiere entablar en estos casos es lo que llamamos un diálogo terapéutico, sanante, en el sentido espiritual del término. Y el lenguaje propio de este tipo de diálogo es el testimonio. El comienzo del diálogo no es ofrecer una «mercancía», sino demandar con humildad, interrogar, preocuparse por lo que el otro en necesidad puede ofrecer. Es el «dame de beber» de Jesús, al comienzo del encuentro, que da pie a que afloren las auténticas carencias y necesidades de la persona. Por otra parte, el carácter testimonial le da a la palabra del educador una seriedad avalada por el convencimiento grave de lo que expresa, y toma en serio el hecho de decirlo al otro. La palabra llega a ser algo más que comunicación, pues se hace donación que quiere afectar al interlocutor. Se trata de una palabra sincera, que procede  de la hondura de quien la pronuncia y que actualiza su eficacia cuando toca la hondura de quien la escucha. No testimonia quien meramente recita un dictado o un discurso aprendido sin que la palabra pase  por su corazón y lo «toque». No puede afectar a otro quien, en su propia hondura no se siente impactado y afectado por el mensaje que testifica. Esto creo que es muy importante en el diálogo con estas personas.

–¿Qué está fallando en las grandes instituciones religiosas, en nuestro caso la Iglesia, para que se produzca el éxito de movimientos de dudoso perfil religioso en una población en gran medida formada por ellas?

–José Luis Sánchez Nogales: Bueno, es probablemente más fácil decirlo que llevarlo a la práctica. Pero es cierto que notamos un déficit de experiencia religiosa en nuestros jóvenes y también en los adultos. Hay que potenciar la capacidad de evocar auténtica experiencia religiosa en celebraciones, enseñanza, encuentros, etc. El alma de niños y jóvenes queda, en muchas ocasiones, insatisfecha con las atenciones pastorales y pedagógicas que podríamos llamar «de mantenimiento». Creo que se ha producido un déficit en la promoción de actividades que llenen los espacios vacíos de los niños y jóvenes. Hemos asistido, en los últimos veinticinco años a un progresivo envejecimiento de la «población cultual», el sector de creyentes de práctica religiosa regular sobre el que termina recayendo casi toda la acción pastoral más directamente espiritual y religiosa de las instituciones eclesiales. Absorbe un alto porcentaje de las energías pastorales de un clero también envejecido cuya meritoria labor nunca será bastante reconocida. Pero el sector más joven de nuestra sociedad ha constituido la experiencia en norma de aquello que tiene valor y merece la pena. Por esta razón es necesario procurar un espacio de experiencia viva, pues los receptores cognoscitivos racionales han dejado de tener la primacía en esta cultura. Una comunicación teológicamente coherente y racionalmente válida no será atendida si no es percibida como experiencia que hace vivir, ayuda a vivir, impulsa a vivir. Es un reto para todos nosotros.

–Por último, ¿cómo concretar, al menos en algunos elementos, la acción pastoral y pedagógica en esta dirección de proporcionar un ambiente de experiencia religiosa y de diálogo espiritual ante estos fenómenos de los movimientos de perfil ambiguo, incluso sectario?

–José Luis Sánchez Nogales: Me parece importante continuar las experiencias que ya llevan a cabo diversas instituciones y parroquias. Iniciar en la práctica de la meditación cristiana, en las diversas formas de oración, la lectura de la Sagrada Escritura, etc.; propiciar un clima religioso atractivo y pacificador en las celebraciones, donde las personas encuentren a Dios ofreciendo respuesta salvífica a sus diversos problemas y donde haya una actitud verdaderamente participativa. Luchar contra la «falta de alma» que puede darse a veces en los ritos religiosos cristianos y que provoca los vacíos espirituales que luego se intentan llenar en esas sombras religiosas a que aludimos. Esta ayuda a las personas para conocerse a sí mismas como seres únicos, amados por Dios en su peculiar historia humana es muy importante. Se están haciendo esfuerzos para proporcionar calidez a las comunidades cristianas y crear un ambiente de fraternidad y cercanía pastoral. Una verdadera ecología de las relaciones humanas contra el aislamiento y la alienación de que son víctimas muchas personas en nuestras sociedades. Para ello es muy importante el reconocimiento de la mayoría de edad de los seglares. Las sectas emplean precisamente como reclamo la oferta de ese protagonismo religioso que en las grandes iglesias parece menos accesible. Son hoy incontables los sufrimientos de orden físico, psíquico, moral y espiritual que se ceban en personas, familias, comunidades, sociedades enteras. Las iglesias cristianas han de hacer resonar en el mundo actual el mensaje alegre, curativo y salvífico de Dios en Jesucristo tienen que encontrar el modo de acercarse de modo eficaz a ese «exceso de dolor» que aqueja al mundo actual: un hombre que necesita, hoy más que nunca, la cercanía curativa de Dios a su propia vida.

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ZENIT Staff

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