Apoyar a la dignidad humana exige apoyar a la familia, según el Papa

En su discurso a la nueva embajadora de los Países Bajos

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 2 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI está convencido de que el apoyo a la dignidad humana, en particular de los niños, por parte de los gobiernos exige apoyo a la familia.

Así lo explica en el discurso que entregó este viernes a la nueva embajadora de los Países Bajos ante la Santa Sede, la baronesa Henriette Johanna Cornelia Maria van Lynden-Leijten, madre de tres hijas y diplomática de carrera.

Según explicó el Santo Padre, en estos momentos es decisivo el apoyo a «las familias basadas sobre los cimientos de un matrimonio estable y fecundo entre un hombre y una mujer», pues «no hay nada que pueda igualar o sustituir al valor formativo de crecer en un ambiente familiar seguro».

En la familia, aclaró, se aprende «a respetar y favorecer la dignidad de los demás, alcanzando la capacidad de acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda».

«En resumen», insistió en el discurso escrito en inglés, en la familia «se aprende a amar».

Por otro lado, denunció, «una sociedad que alienta modelos alternativos de vida familiar en aras de una supuesta diversidad, acumulará consecuencias que apuntan hacia el desarrollo humano integral».

Los Países Bajos se han convertido en una de las primeras naciones en reconocer el llamado «matrimonio» homosexual y en dar a estas parejas el derecho legal a adoptar niños.

En este contexto, el obispo de Roma aseguró que la Iglesia católica en ese país «quiere desempeñar su papel apoyando y promoviendo la vida familiar estable, como ha declarado la Conferencia Episcopal de los Países Bajos en su reciente documento sobre la atención pastoral de los jóvenes y la familia».

Por este motivo, el Papa expresó «la más profunda esperanza de que la contribución católica al debate ético sea escuchada y atendida por todos los sectores de la sociedad de los Países Bajos de manera que la noble cultura que ha distinguido a vuestro países desde hace siglos continúe siendo conocida por su solidaridad con los pobres y los necesitados, por su promoción de la auténtica libertad y por su respeto de la dignidad y del inestimable valor de toda vida humana».

En este sentido, el discurso pontificio constituye una apasionada defensa de la libertad, de una libertad que «necesita anclarse en la verdad, la verdad de la naturaleza de la persona humana, y necesita estar orientada hacia el bien de los individuos y de la sociedad».

«En la crisis financiera de los últimos doce meses –advirtió–, todo el mundo ha sido capaz de observar las consecuencias de un individualismo exagerado, que tiende a favorecer la búsqueda unilateral de lo que es percibido como ventaja personal, excluyendo otros bienes».

De los 16 millones 700 mil habitantes de los Países Bajos, el 30% de la religión es católico, el 11% pertenece a la Iglesia nacional Reformada, el 6% es calvinista, el 3% pertenece a otras denominaciones surgidas de la Reforma protestante.

En su discurso, el Papa hizo referencia al elevado número de personas agnósticas o ateas (el 42% según algunas fuentes oficiales), así como al gran número de creyentes en otras religiones que han llegado al país en búsqueda de un futuro mejor.

Hoy el 5,8% de los habitantes en los Países Bajos son musulmanes y el 2,2% pertenecen a otras tradiciones religiones.

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ZENIT Staff

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