CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 28 de octubre de 2009 (ZENIT.org) Al morir el padre Matteo Ricci en 1610, por primera vez en la historia china, un emperador concedía un terreno para que un extranjero pudiera ser sepultado en este territorio.
La Santa Sede quiso unirse al homenaje a este jesuita con la muestra “En las cumbres de la historia. P. Mateo Ricci (1552 – 1610) entre Roma y Pekín”, que se realizará entre el 30 de octubre y el 24 de enero de 2010 en el Brazo de Carlomagno, ubicado al final de la columnata de Bernini, sobre el lado izquierdo de la plaza de San Pedro.
La muestra, que fue presentada hoy en rueda de prensa en la Santa Sede, se realizará en colaboración con los Museos Vaticanos, la Curia General de la Compañía de Jesús y la Pontificia Universidad Gregoriana.
Los asistentes podrán apreciar obras como los retratos de los pontífices que impulsaron la evangelización en Oriente durante el siglo XVI, pinturas que representan a San Ignacio de Loyola escribiendo las constituciones de los jesuitas o a San Francisco Javier conquistando las tierras del Oriente.
También podrán ver los manuscritos del padre Ricci en italiano y chino, mapas trazados por él, figuras religiosas cuyos rostros presentan rasgos orientales. Están expuestas decenas de piezas que representan la unión entre Oriente y Occidente, que dejan ver que el padre Ricci entendió que era posible proclamar el Evangelio en todas las culturas, que su mensaje es universal.
“Considerando su intensa actividad científica y espiritual no se puede no quedar sorprendidos positivamente ante la innovadora y peculiar capacidad que tuvo en acercarse, con pleno respeto, a las tradiciones culturales y espirituales chinas en su totalidad”, dijo el Papa Benedicto XVI en un mensaje enviado a la diócesis de Macerata – lugar de nacimiento del padre Ricci – por la celebración del cuarto centenario de su muerte.
Tras las huellas de San Francisco Javier
Nacido en Macerata, en 1522, localidad ubicada en ese entonces en los Estados Pontificios (actualmente en Italia), el padre Ricci partió para el Oriente cuando todavía no había sido ordenado sacerdote, el 18 de mayo de 1577, con la bendición del papa Gregorio XIII.
Junto con 14 compañeros partió en este viaje de misiones con el anhelo de llegar a China, en cuya entrada había muerto el también jesuita San Francisco Javier, dos meses después del nacimiento del padre Ricci.
Fue ordenado sacerdote en 1580 en la localidad de Goa, situada en el extremo meridional de la costa del Océano Índico.
Se instaló en 1583, en la ciudad de Zhoqing, provincia de Guangdong, después de haber soportado seis años de peripecias y dificultades. Allí se dedicó a un estudio intenso del idioma.
Por ello en Zhaoqing, Ricci elaboró un mapa del mundo basado en los conocimientos cartográficos europeos, haciendo conocer a los habitantes del lugar que había un mundo más allá de su muralla. Por primera vez en la historia, China tenía un mapa que incluía los territorios de Europa, África y América.
“Ricci trae consigo los conocimientos de los cartógrafos de su tiempo, una cosa absolutamente nueva para los chinos”, dijo hoy el padre Federico Lombardi s.i, portavoz de la Santa Sede, durante la rueda de prensa.
Poco a poco fue ganando la estima del pueblo chino, y logró entrar en esta cultura milenaria. También tradujo al chino libros de filosofía y matemáticas.
“Pienso acabar aquí mi vida (…). Muchos se han hecho cristianos, muchos vienen a la misa, se confiesan y comulgan en las fiestas principales y escuchan con gran gusto la Palabra de Dios”, escribía el padre Ricci en una carta a su hermano Antonio.
Valorando sus características propias y entrando en su lenguaje, el padre Ricci trabajó hasta el cansancio por la evangelización y el diálogo cultural en China. Escribió el catecismo en esta lengua y publicó su obra “Tratado sobre la amistad”. También tradujo los primeros libros de geometría de Euclides en colaboración con su amigo Xu Guangqi.
Varios de sus discípulos lo llamaban “el hombre extraño”, debido a sus rasgos físicos europeos, a su cultura diversa y al hecho de que vivía el voto celibato.
El padre Ricci murió en Pekín, el 11 de mayo de 1610. Allí yace todavía su tumba. Su causa de beatificación está abierta desde 1983.
Según dijo hoy monseñor Claudio Guidiolori obispo de Macerata, la colonia de chinos católicos que residen en Italia han trabajado con entusiasmo para que el padre Ricci llegue a los altares.
Una figura que cobra actualidad en este tiempo de globalización y diálogo cultural, según señaló el Papa Benedicto XVI: “Y fue a partir de estas convicciones que él, como ya habían hecho los padres de la Iglesia en el encuentro del Evangelio con la cultura greco – romana, instauró su visión de futuro, su trabajo de inculturación del cristianismo en China, buscando un diálogo constante con los dotes de este país”.
[Por Carmen Elena Villa]