CIUDAD DEL VATICANO, jueves 21 de enero de 2010 (ZENIT.org).- Las autoridades internacionales deben intervenir y ayudar a Eritrea a resolver sus propios conflictos y a salir de la situación de pobreza en la que está inversa, afirmó el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales.

En una entrevista concedida a Radio Vaticano, el purpurado abordó uno de los temas principales tratados durante la asamblea de la ROACO, celebrada en el Vaticano del 18 al 20 de enero.

La ROACO es el organismo que coordina las agencias comprometidas con el apoyo a las Iglesias católicas orientales.

En el encuentro participaron representantes de una veintena de agencias católicas, procedentes de diez países occidentales.

Reflexionaron sobre el apoyo económico a los sacerdotes de las Iglesias católicas orientales en Europa central y oriental y en Oriente Medio.

Concretamente, prestaron atención a sus prestaciones sanitarias y de jubilación.

También trataron la situación de las Iglesias católicas orientales en Eritrea, Etiopía e Irak.

En su discurso de inauguración de la asamblea de la ROACO, el cardenal Sandri habló concretamente de lo difícil que es la situación de la pequeña comunidad católica en Etiopía, “un país inmenso con una población siempre creciente que quizás supere los ochenta millones de habitantes”.

Eritrea, explicó ante los micrófonos de Radio Vaticano, está “muy probada desde el punto de vista económico, social”.

Ese país también está dominado por una “grandísima pobreza, con mucho sufrimiento también desde el punto de vista político y social porque hay una gran carencia de todo lo que se refiere a los derechos humanos, a la dignidad humana, a las libertades individuales”.

“El país -añadió- está dominado por esta perspectiva militar de una posible guerra y por tanto todos están sujetos a los condicionantes de la guerra”.

“Por ejemplo, nuestros cristianos, nuestros seminaristas, nuestros sacerdotes no pueden salir -los hombres- antes de los 48-50 años: imagine, para enviarles a estudiar aquí, a Roma, o a otros lugares”.

“Todos los condicionantes de la vida política ysocial -destacó el cardenal- influyen también en la vida de la Iglesia”.

“Evidentemente, para poder llevar adelante la educación, la asistencia sanitaria, todas las obras de la Iglesia, necesitamos poder tener también ayuda externa”.

Por eso, lanzó un llamamiento para que “las autoridades internacionales presten una atención especial en lo referente a este país”.

Y ello, “con el fin de ayudarlo a resolver los conflictos pendientes que pesan sobre este país, sobre todo el que tiene con Etiopía, para que la pesadilla de la guerra deje de dominar toda la actividad interna del país”.

Además, auspició que “todas las agencias católicas internacionales puedan llevar su ayuda a estos hermanos nuestros que viven en una pobreza extrema y en el sufrimiento”.

Eritrea, de hecho, se encuentra entre las garras de una grave crisis alimentaria, agravada por los controles cada vez más estrictos y por los abusos de los derechos humanos contra los considerados disidentes, sobre todo grupos religiosos.

El Gobierno impide a la población acceder a los recursos fundamentales.

Las autoridades bloquean la transferencia de alimentos de una región del país a otra, prohibiendo los mercados al aire libre que venden cereales.

A menudo llevan a cabo inspecciones casa por casa buscando productos “obtenidos ilegalmente”.

Sin embargo se puede hacer algo: “Nosotros -dijo el cardenal- ayudamos a nuestres tres eparquías, buscamos darles toda la ayuda para las obras educativas, para las obras asistenciales, para las clínicas, para los seminarios, para la formación de los jóvenes,... pero, repito, son siempre una ayuda y una cercanía muy condicionadas por esta situación”.