Benedicto XVI supera el debate de las raíces católicas del anglicanismo

Según Dermot Quinn, profesor de Seton Hall University

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SANTIAGO DE CHILE, domingo 7 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI «lleva a su fin el debate sobre las raíces católicas y apostólicas del anglicanismo iniciado» que comenzó hace dos siglos, confirma Dermot Quinn atedrático de historia de la Seton Hall University, de Estados Unidos.

El miembro del directorio del Chesterton Institute gfor Faith & Culture ha analizado en el último número aparecido en la revista «Humanitas» de la Pontificia Universidad Católica de Chile (www.humanitas.cl), las implicaciones de la constitución apostólica Anglicanorum coetibus.

El documento fue firmado por el Santo Padre el 4 de noviembre para afrontar «la institución de ordinariatos personales para los anglicanos que ingresan en la plena comunión con la Iglesia católica».

Según el experto, la constitución apostólica no se queda e las exigencias litúrgicas, sino que afronta también la cuestión de la autoridad: «su efectiva desaparición en una comunión y su efectivo ejercicio en otra».

«Más que eso, trata sobre la fuente de la autoridad, que en definitiva no es el Papa, sino Cristo Mismo», señala el catedrático. 

La constitución apostólica tiene como propósito proporcionar «supervisión y guía pastoral» para los anglicanos que en el curso de los años habían buscado una comunión más estrecha con el catolicismo.

«Quedó claro de inmediato que el gesto del Santo Padre no era una iniciativa, sino una respuesta. Recientemente -señalaba el documento-, grupos de antiguos anglicanos han solicitado ‘en forma reiterada e insistente’ ser recibidos en plena comunión con Roma. El Papa difícilmente podría negarse a escuchar sus peticiones», aclara Quinn.

La Comunión Anglicana Tradicional se separó de Canterbury en 1991, y desde entonces, indica Quinn, muchos de sus 400.000 miembros han expresado un deseo de incorporarse a Roma si podían conservar sus formas familiares de oración.

«Estamos en presencia de una Comunión que manifiestamente no está en comunión ni siquiera consigo misma. Esto es lo que sucede cuando una iglesia contiene elementos católicos y protestantes. Esto es lo que se produce cuando las líneas de autoridad hacen componendas. Esto es lo que significa no tener un Papa».

El profesor de Seton Hall University constata que «Anglicanorum coetibus lleva a su fin el debate sobre las raíces católicas y apostólicas del anglicanismo iniciado por el Movimiento de Oxford hace casi dos siglos. En último término, el Santo Padre señala claramente que si la catolicidad y la apostolicidad no son romanas, nada son».  

De acuerdo con Quinn, esto es un  ejemplo de lo que John Henry Newman llamaba, en su famoso sermón titulado La segunda primavera, «una garantía otorgada a nosotros por Roma de su amor que no se marchita».

«Quienes ven esto de otro modo no han comprendido su verdadero sentido. Sin embargo, el gesto de Benedicto XVI no ha sido debidamente comprendido por muchos anglicanos, y tampoco lo han comprendido muchos católicos», constata.

«Anglicanorum coetibus, no es una nueva ‘agresión papal’ (como han denunciado algunos), sino un ejercicio de compasión pastoral», subraya.

El académico nortemaericano recuerda que «cuando fue elegido, algunos católicos se quejaban de que Benedicto XVI se contentaría con una Iglesia más pequeña, pero ‘más pura’. Ahora esos mismos católicos se están quejando de que la está expandiendo».

En este sentido, señala que «el catolicismo liberal colapsa en un extraño espectáculo de sacerdotes rechazando con desdén a personas que desean convertirse al catolicismo y ridiculizando como intolerante al Papa que desea acogerlas».  

«Después de todo, un Papa capaz de encontrar espacio para antiguos anglicanos y antiguos lefevristas es más que todo abierto al diálogo, abierto a nuevos arreglos, abierto a soluciones creativas para problemas históricamente espinosos. Esto es lo que significa ser un pontífice: un constructor de puentes», dice Quinn. 

En definitiva, el autor del artículo explica que «si es preciso ganar la batalla, Benedicto XVI se da cuenta de que esto sólo se logrará mediante la unidad con Roma. La Reforma comenzó con un alemán. Es muy grato pensar que podría terminar con otro», concluye. 

Francisco Javier Tagle Montt 

 

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ZENIT Staff

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