BOGOTÁ, sábado, 27 de febrero de 2010 (ZENIT.org).-Publicamos el artículo que ha escrito el padre Leonidas Ortiz L., director del Observatorio Pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
* * *
Mientras los jefes de estado de América Latina y El Caribe estaban reunidos en Acapulco, México, un albañil de 42 años, Orlando Zapata, uno de los más de 200 presos políticos que hay en Cuba, fallecía después de una prolongada huelga de hambre de 85 días. Su único delito: pedir que lo trataran como un «preso de conciencia» como se lo había reconocido ya Amnistía Internacional.
Inicialmente fue condenado a tres años de prisión. Pero por sus insistentes peticiones y denuncias de tortura, le fueron ampliando su condena hasta llegar a los 36 años. En esta misma época se condenaron a más 75 periodistas y activistas de derechos humanos a un promedio de 20 años cada uno.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se bajó del avión en La Habana con la noticia recién difundida en el mundo entero. No se reunió con los grupos de derechos humanos ni dio declaraciones contundentes, fuera de un «lo lamento profundamente». El líder disidente cubano, Oswaldo Payá, afirmó en forma vehemente que «el gobierno de Lula nunca tuvo una palabra de solidaridad con los movimientos de derechos humanos en Cuba, ha sido un verdadero cómplice con las violaciones de derechos humanos».
Los Jefes de Estado de América Latina y El Caribe no se han manifestado, después de haber tenido a Raúl Castro como un interlocutor más en la Conferencia de Acapulco.
El presidente de turno de la Unión Europea, el jefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en su intervención en la Sala de los Derechos Humanos de la ONU, con motivo del IV Congreso Mundial contra la Pena de Muerte, celebrado en Ginebra, apenas hizo una breve alusión a la muerte de Orlando Zapata en Cuba. Solamente después, al ver la presión internacional, Zapatero afirmó que la UE está a la vanguardia de la defensa de los derechos humanos y exige a Cuba la libertad de los presos de conciencia.
Lo que ha pasado en Cuba es una voz de alerta para países como Venezuela, Bolivia y Nicaragua que están siguiendo sus pasos; y para otros países con tendencias al establecimiento de regímenes autoritarios, tanto de izquierda como de derecha.
Todos estos países, con excepción de Cuba, tienen gobernantes que llegaron al poder por el voto popular, presentándose como líderes carismáticos fuertes, capaces de llevar bienestar al pueblo. Pero una vez estando en el poder:
–Golpean, de manera sistemática, todas las instituciones que no se pliegan a su voluntad: los medios de comunicación, los sindicatos, el sector empresarial, la Iglesia… y someten a su arbitrio a los demás poderes del Estado: la Corte Suprema de Justicia, la Corte Electoral, el Congreso…
–Mantienen posiciones aparentemente nacionalistas y definitivamente antiimperialistas, creando paradójicamente, al interior de su propio país, un régimen autocrático.
–Manejan a su antojo los fondos del Estado con una actitud paternalista, controlando toda la actividad económica del país y pauperizando cada vez más a la población.
–Crean grupos civiles de choque que atemorizan a la ciudadanía, especialmente a los inconformes y a quienes manifiestan opiniones diferentes a la posición oficial.
–Le dan preponderancia al Ejército, concediéndoles grandes beneficios económicos, lo mismo que prerrogativas en el ejercicio del poder político y dotándolos de un avanzado armamento.
Afortunadamente los pueblos están tomando conciencia de esta situación y cada día crece la voluntad de los ciudadanos por la defensa y promoción de la dignidad humana, fundamento de la sociedad. Hombres y mujeres de toda raza, nacionalidad, religión o ideología, debemos unirnos para defender la vida, a fin de que todos nuestros pueblos tengan vida plena.