La diócesis de Córdoba lamenta el incidente en la catedral

Varios musulmanes intentaron con violencia ignorar la prohibición de orar

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CÓRDOBA, domingo 4 de abril de 2010 (ZENIT.org).- En medio de una excursión de musulmanes austríacos a la catedral de Córdoba, varios de ellos intentaron orar allí. Advertidos por los vigilantes, se resistieron con violencia y dos de ellos fueron detenidos. Ante estos hechos, la diócesis, en un comunicado, lamenta el incidente y expone su postura sobre la oración en la catedral.

Para entender el incidente, hay que conocer la historia de este espacio sagrado. A raíz de la invasión musulmana de la península ibérica, en el siglo VIII, aunque existía el compromiso de respetar a la comunidad cristiana, mientras pagara los tributos exigidos, la iglesia dedicada a San Vicente Mártir, en Córdoba, fue expropiada y destruida en 786, y reutilizados parte de su materiales en la construcción de la mezquita. Posteriormente, tras el regreso de los cristianos a Córdoba, en 1236, el rey san Fernando reconvirtió la mezquita en catedral.

Dos musulmanes de nacionalidad austríaca fueron detenidos el 31 de marzo, Miércoles Santo, en la catedral de Córdoba acusados de resistencia a la autoridad y lesiones, tras enfrentarse con agentes de la Policía Nacional. Otros seis fueron imputados por los mismos hechos.

Los arrestados formaban parte de una excursión de un centenar de miembros organizada por un grupo de jóvenes musulmanes europeos. En un momento dado, seis de ellos se dispusieron a orar en la catedral, algo que está prohibido por la Iglesia. Al ser reprendidos por los guardias de seguridad, dos de los musulmanes se enfrentaron a los guardias, quienes alertaron a la policía.

Ante este incidente, el obispado de Córdoba hizo público el 1 de abril un comunicado en el que “lamenta el desagradable incidente ocurrido esta tarde en el recinto de la Santa Iglesia Catedral, donde un grupo de ciento dieciocho visitantes extranjeros han provocado de manera organizada un reprobable episodio de violencia”.

“Tras ser advertidos –como marca el protocolo de visita turística del templo catedralicio- de que no podían celebrar ningún acto de culto musulmán en dicho recinto, se les invitó a continuar la visita o a abandonar el templo. Ante esta advertencia de los responsables de seguridad, respondieron agrediendo a dos de los guardias, lo que hizo que, tras ser requeridos, tuviera que actuar la Policía Nacional para poder desalojarlos y garantizar la seguridad de las personas”, subraya el comunicado.

Desde la diócesis, añade, “queremos, en primer lugar, manifestar nuestra gratitud y solidaridad a los dos guardias de seguridad, que en el impecable cumplimiento de su deber profesional, han sufrido serias lesiones físicas en sus personas, y manifestamos igualmente nuestro agradecimiento a los mandos y agentes policiales que actuaron con prontitud y eficacia para evitar consecuencias mayores. Así mismo, deploramos el daño que se puede hacer a la imagen de nuestra ciudad, y a la cotidiana y pacífica convivencia de sus ciudadanos y visitantes”.

Y pide “a todos los fieles cristianos que recen en estos días santos, en los que contemplamos los grandes misterios de nuestra salvación, para que ninguna persona o institución legitime el uso de la violencia para ninguna causa, y afirmamos nuevamente que este incidente puntual no representa la genuina identidad musulmana, pues son muchos los que mantienen actitudes de respeto y de diálogo con la Iglesia Católica”. “Esperamos y deseamos que este tipo de incidentes no se vuelvan a producir en el futuro”, concluye.

Por su parte, la Junta Islámica lamentó el altercado destacando, en un comunicado, que “tanto los musulmanes como los encargados de la seguridad del templo deberían evitar llegar a este tipo de situaciones en cualquier sitio y, más aún, en un lugar sagrado”. La Junta recordó las reiteradas peticiones que ha hecho de “una forma pacífica y desde el más estricto respeto a la legalidad, en el sentido de que se permitiera el uso compartido ecuménico del templo”.

Una postura que no comparte la Iglesia Católica. El obispo de Córdoba monseñor Demetrio Fernández, durante su toma de posesión el pasado 20 de marzo en la catedral, explicó que esto “no es posible”, y que ese rezo “no contribuiría a la pacífica convivencia de unos y de otros”.

El obispo ratificaba así la postura de la diócesis cordobesa, que en 2006 se opuso a la solicitud del uso compartido de la catedral por la Junta Islámica de España.

En una misiva enviada por el entonces obispo de Córdoba, Juan José Asenjo, decía así: “La diócesis de Córdoba quiere seguir manteniendo unas relaciones de respeto y aprecio por los musulmanes que viven entre nosotros. De acuerdo con la declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II, está dispuesta a trabajar sinceramente por la mutua comprensión, defendiendo y promoviendo unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres”.

“Como no podía ser de otra forma, favorece también el dialogo interreligioso propiciado por la Santa Sede, desde la identidad neta de cada confesión religiosa. En este sentido no ayudaría a dicho diálogo el uso compartido de templos y lugares de culto, que sólo generaría confusión en los fieles, dando pie al indiferentismo religioso”, subrayaba.

“El obispado de Córdoba –añadía- no se opone a que los musulmanes que viven en nuestra Diócesis tengan lugares de culto dignos. Lo exige un derecho humano tan fundamental como es la libertad religiosa. Considera, sin embargo, que estos lugares deben ser proporcionados al número de fieles que practican el Islam, relativamente pequeño en Córdoba, habida cuenta del corto número de inmigrantes que existe en nuestra provincia”.

“En la catedral de Córdoba –concluía el comunicado–, como en todas las catedrales, está el Señor en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Este dato fundamental hace inviable celebrar la oración de otra tradición religiosa en su recinto. Por otra parte, el uso compartido de la catedral de Córdoba por católicos y musulmanes no contribuiría a la convivencia pacífica de los diferentes credos”.

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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