ROMA, jueves 22 de abril de 2010 (ZENIT.org).- El rechazo en el mar de las embarcaciones provenientes de África viola algunos derechos humanos fundamentales, como el principio de no rechazo para quienes huyen de la persecución y el derecho a tener un “justo proceso” cuando se toma una decisión administrativa. Lo dijo ayer miércoles monseñor Agostino Marchetto, secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, en la apertura del XXX Seminario internacional de estudios históricos.
En la apertura del seminario, en el Capitolio, Roma, sobre “Imperios y Migraciones. Leyes y continuidad desde Roma a Constantinopla a Moscú”, monseñor Marchetto afirmó: “Confirmo mi posición de condena a quien no observa el principio de no represión, que está en la base del tratamiento que hay que dar a cuántos huyen de la persecución. Y me pregunto que si en tiempo de paz no se logra hacer respetar tal principio fundamental del derecho internacional humanitario, cómo se hará a exigir su observancia en tiempo de guerra. Y la pregunta se puede extender a la cuestión de la protección de los civiles durante los conflictos, que resulta así debilitada en su raíz común humanitaria”.
“Otro derecho violado en el acto de interceptar y rechazar a los migrantes en las costas africanas del Mediterráneo –añadió el representante vaticano- es el aquél al ‘justo proceso’, que incluye el derecho a defenderse, a ser escuchado, a apelar contra una decisión administrativa, el derecho a obtener una decisión justificada, y el de ser informados sobre los hechos en los que se basa la sentencia, el derecho a una corte independiente e imparcial”.
Para el representante vaticano “hay una tendencia, entre los países europeos, a deslocalizar los controles de las fronteras, animando a sus contrapartes de las costas meridionales del Mediterráneo, Mar de los derechos, a efectuar controles más rígidos sobre los migrantes”.
“Hay sin embargo –observó- una serie de cuestiones humanitarias conectadas a tal tendencia, también por la situación concreta de varios países. Y aquí enseguida hay que subrayar el hecho de que las interceptaciones y las descentralizaciones realizadas por las ‘autoridades’ europeas en muchos casos hacen imposible a miles de personas alcanzar la costa norte del Mediterráneo, o incluso dejar su país de origen o de tránsito. Para tener una idea de la gravedad de la cuestión baste pensar en que el derecho a emigrar está incluso en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, incluso sin recurrir a la doctrina social de la Iglesia, que también es explícita en la materia”.
“Aquí surge por tanto –añade- la cuestión llamémosla FRONTEX [Agencia Europea para la gestión de la cooperación operativa en las fronteras exteriores], en general, que no puedo cierto afrontar aquí, limitándome a considerar el rechazo de posibles solicitantes de asilo. El hecho paradójico es que muchos países europeos reconocen como refugiados a personas que han llegado a su territorio por vía no marítima, pero provenientes de los mismos países de los que llegan los migrantes interceptados en nuestro Mar, el Mar de los derechos”.
Otro derechos violados según monseñor Marchetto son el derecho a la integridad física, a la dignidad humana e incluso a la vida.
Concluyó el representante vaticano recordando que los estados, según lo establecido en el Tribunal Europeo, tienen el innegable derecho “de controlar la entrada de extranjeros y su residencia en el territorio”. Pero tal derecho –concluyó- debe ser ejercido según las disposiciones de la Convención Europea sobre los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales.
Por Nieves San Martín