ROMA, domingo 25 de abril de 2010 (ZENIT.org).- La Iglesia tiene la tarea de dar un alma al continente digital, no simplemente la de hacerse un espacio en el mismo, y para ello son necesarios «testigos digitales», explica el hombre a quien Benedicto XVI ha encomendado la pastoral de la comunicación.
El arzobispo Claudio Maria Celli, presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, ha presentado este objetivo en el congreso que lleva precisamente por tema «Testigos digitales» (http://www.testimonidigitali.it), organizado por la Conferencia Episcopal Italiana, en Roma, del 22 al 25 de abril.
Se trata de un encuentro que tiene lugar ocho años después de otro congreso de características similares y que marcó decididamente la manera de comunicar de la Iglesia en Italia e incluso fuera de sus fronteras.
«Hoy nos encontramos como explorando un nuevo mundo», reconoció monseñor Celli. Ahora ya no se presta tanta importancia al medio, cuando «al protagonista de la comunicación, el testigo».
«Un testigo –añadió–, que mientras tanto se ha convertido en digital, subrayando en este dato técnico una transformación que no es sólo trasformación. Realmente se abre y desvela cada día un mundo nuevo ante nuestros ojos».
No se trata sólo de cambios comunicativos, advirtió, «cambio de ritmo en las relaciones que el conocimiento y el saber humano han entretejido desde siempre con la sociedad civil», subrayó.
«Hoy, sin caer en el riesgo de ser banales, no se puede seguir hablando de la importancia de los medios de comunicación. La vida, los acontecimientos, todo esto que nos rodea son un continuo e incesante recordatorio: los medios se han metido ya y de muchas maneras en nuestra vida y con frecuencia no sólo la orientan, sino que a condicionan, reclaman por así decir una consideración que les corresponde por derecho».
Por este motivo, monseñor Celli considera que ahora la atención principal hay que ponerla en el ser humano, «que ha corrido el riesgo de ser aplastado por la invasión de las nuevas tecnologías y a quien se le pide retomar plenamente su propia responsabilidad».
Hoy, añadió el arzobispo, «no estamos llamados a ser simplemente ciudadanos, quizá perdidos o sólo llenos de maravilla, en el continente digital. Nuestra tarea tampoco es la de ocupar cualquier espacio y hacernos presentes porque no se puede hacer otra cosa».
«Estamos llamados, más bien, a dejar huella visible –subrayó–, huellas reconocibles que hagan pensar por los trazos que hemos dejado precisamente en nuestra presencia».
«Si la red por definición es virtual, nos corresponde la tarea de hacerla concreta, de darle profundidad, de ofrecerle en cierto sentido alma y, por tanto, vida».
«Como los primeros apóstoles se echaron a los caminos entonces conocidos del mundo, de este modo la red tendrá que servirnos para difundir la Buena Noticia», que no es sólo una «imagen poética».
«Ciertamente tenemos necesidad de estar bien equipados con conocimientos, y por tanto a nosotros nos corresponde conocer hoy los caminos y movernos con seguridad –indicó–. Pero por encima de todo se nos pide hoy tener clara la meta y conocer a fondo los objetivos».
A los «testigos auténticos y valientes», dijo, citando del mensaje que ha enviado Benedicto XVI con motivo de la XLIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el continente digital les debe «allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención por las personas y sus verdaderas necesidades espirituales».
Esto significa, indicó, ejercer «la diaconía de la cultura digital, que se presenta hoy como un servicio no sólo útil, sino necesario, subrayando la dimensión antropológica de todo el fenómeno de la comunicación», pues el desafío no es el de utilizar instrumentos, o máquinas, sino dar un alma.
El prelado concluyó de este modo haciendo referencia al «patio de los gentiles» que ha pedido Benedicto XVI, ese espacio en el que la Iglesia pueda entablar un diálogo con creyentes en otras religiones o no creyentes, como sucedía en el templo de Jerusalén.
«Creo que el Papa nos invita a un diálogo a 360 grados, abierto a todo hombre» y «que deberíamos reflexionar sobre la vocación de nuestros medios de comunicación en casa. No son escuelas de fundamentalismo religioso, sino que quieren ser verdaderos momentos de encuentro, de diálogo, de escucha vivida en el respeto, pero también en la autenticidad de lo que somos».
Por Mirko Testa