ROMA, miércoles 28 de abril de 2010 (ZENIT.org).- A “dos santos sacerdotes ejemplares en su entrega a Dios y en el testimonio de la caridad”, san Leonardo Murialdo y san Giuseppe Benedetto Cottolengo, dedicó la catequesis hoy Benedicto XVI, durante la Audiencia general en la Plaza de San Pdro.
De Cottolengo se celebran este año el segundo centenario de su ordenación sacerdotal, mientras que de Murialdo se celebran el 110° aniversario de su muerte y el 40° de su canonización por parte de Pablo VI.
Hablando frente a los casi 16.000 fieles presentes, el Papa quiso recordar el compromiso a favor de los pobres y la coherencia del ministerio sacerdotal de estos dos santos piamonteses.
De la espiritualidad de Murialdo, que en 1873 fundó la Congregación de San José, dedicada a la asistencia de la infancia abandonada, el Pontífice destacó “su convicción del amor misericordioso de Dios: un Padre siempre bueno, paciente y generoso, que revela la grandeza y la inmensidad de su misericordia con el perdón”.
“San Leonardo recordaba siempre, a sí mismo y a los hermanos, la responsabilidad de una vida coherente con el sacramento recibido. Amor de Dios y amor a Dios: fue esta la fuerza de su camino de santidad, la ley de su sacerdocio, el significado más profundo de su apostolado entre los jóvenes pobres y la fuente de su oración”, añadió el Papa.
Por su parte, Giuseppe Benedetto Cottolengo “estuvo siempre dispuesto a seguir a la Divina Providencia, nunca a cuestionarla”.
El Papa citó palabras del propio Cottolengo: “Yo no soy bueno en nada y no sé siquiera que estoy haciendo. La Divina Providencia sin embargo sabe ciertamente lo que quiere. A mí sólo me toda secundarla».
Precisamente el próximo domingo, durante su visita pastoral a Turín con ocasión de la Ostensión de Sábana Santa, Benedicto XVI se encontrará con miembros de la “Pequeña Casa de la Divina Providencia”, fundada en 1832 por san Giuseppe Cottolengo.
“Voluntarios y voluntarias, hombres y mujeres, religiosos y laicos, estaban unidos para afrontar y superar juntos las dificultades que se presentaban – explicó el Papa – . Cada uno en esa Pequeña Casa de la Divina Providencia tenía una tarea precisa: quien trabajaba, quien rezaba, quien servía, quien enseñaba, quien administraba”.
Ambos sacerdotes, subrayó el Papa, “vivieron su ministerio en el don total de la vida a los más pobres, a los más necesitados, a los últimos, encontrando siempre la raíz profunda, la fuente inextinguible de su acción en la relación con Dios”.
De hecho, observó, “ no es posible ejercer la caridad sin vivir en Cristo y en la Iglesia”.
“Que su intercesión y su ejemplo sigan iluminando el ministerio de tantos sacerdotes que se consumen con generosidad por Dios y por el rebaño a ellos confiado, y que ayuden a cada uno a entregarse con alegría y generosidad a Dios y al prójimo”, concluyó.
Durante los saludos al terminar la Audiencia, Benedicto XVI se dirigió particularmente a las delegaciones de la Iglesia luterana noruega y de la Iglesia anglicana, y a un grupo de rabinos y líderes judíos, acompañados por Gary L. Krupp, fundador y presidente de la Pave the Way Foundation – que ha manifestado su apoyo al Papa y a la Iglesia tras los duros ataques mediáticos a raíz de los escándalos por abusos sexuales cometidos por sacerdotes.