Educación sexual y pederastia

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 1 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos un artículo escrito por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título «Educación sexual y pederastia».

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Se suscitaron comentarios muy agresivos y burlescos, descalificaciones de todo tipo y hasta insultos léperos, a raíz de las declaraciones que hizo nuestra Conferencia Episcopal sobre los lamentables casos de pederastia clerical, y que yo amplié en una rueda de prensa, en que se afirmó que este pecado y delito no es exclusivo del clero, sino problema social, y que el erotismo exacerbado que está en todas partes puede hacer más difícil la vivencia del celibato y el respeto a los niños. Insistí que debe darse una completa educación sexual, que ayude a formar una sexualidad madura, sin reducirla a información genital, como la que se imparte en los libros de texto oficiales. Poderosos comunicólogos de televisión, que no nos dan oportunidad de réplica, manipulan lo que decimos, para hacernos aparecer necios, ignorantes, huidizos y absurdos. ¡Cuánto poder tienen, para intentar subyugarnos a su dominio! Un comunicado de la Secretaría de Educación Pública nos calificó de «mentes torcidas»… 

JUZGAR

La declaración episcopal decía: «Los problemas de pederastia se deben a varios factores». Es obvio que, en un comunicado de esta naturaleza, no hacíamos un análisis exhaustivo de los desequilibrios psicológicos, físicos, morales y espirituales que pueden llevar a cometer ese execrable delito. Los expertos nos ayudan a descubrir las raíces profundas de esa degeneración e impedir que alguien con esa tendencia pueda permanecer en un Seminario y llegue a ser sacerdote, o si después aparece con esa depravación, impedirle que cause daño y excluirlo del ministerio. Precisamente para prevenir estos casos y dar una mejor formación sacerdotal, acordamos dedicar nuestra asamblea de abril de 2011 a este asunto. Asumimos nuestra responsabilidad y no la rehuimos. 

Sin embargo, la pederastia no es exclusiva del clero, ni consecuencia del celibato sacerdotal, sino un mal que está presente en otros sectores, en algunas familias y centros educativos. Por ello, no por culpar a la sociedad y exculparnos nosotros, sino para que todos trabajemos por evitarla, se dijo en la declaración episcopal: «La sociedad ha tendido a ser muy liberal en ética sexual y se ha promovido la no prohibición, sino la tolerancia a todo desorden; ahora vemos las consecuencias. Ha faltado verdaderamente más educación sexual desde las familias y las escuelas, sin reducirla a una mera información genital, que a veces lleva a un libertinaje sexual».  

Por mi parte, reitero lo que dije: El erotismo generalizado, promovido sobre todo por el cine y la televisión, resta fuerzas morales para que adolescentes y jóvenes sean castos; para que los esposos permanezcan fieles uno al otro; para que los célibes vivamos con serenidad nuestra consagración. En la degeneración sexual que se tolera y aplaude, no se respeta ni a los niños. ¿No es por este ambiente erotizado que surgió en Holanda un partido favorable a la pederastia? Apenas se acaba de suprimir.  

Una buena educación sexual debe cimentarse al menos en una moral natural, que implica respeto a personas, lugares y tiempos, ascesis y disciplina sobre sí mismo, control de emociones y sentimientos. Sin esto, se puede llegar a ser esclavo de la propia sexualidad, y en algunos casos, un degenerado sexual. Esta moral no es dogmatismo religioso, sino madurez humana, que no implica violación al laicismo, ni a la necesaria separación entre Iglesia y Estado. Reducir la educación sexual a una amplia información genital, sin formación moral natural, ¿a dónde lleva? La vivencia de la fe cristiana, que no compete a la escuela oficial, ayuda a dar a la sexualidad el lugar sublime que Dios mismo le dio, como expresión de amor total. 

ACTUAR

¿Qué nos proponemos hacer? Reiteramos, «de una forma clara y decidida, que en caso de pedofilia, tolerancia cero. Si bien en un pasado se cometieron errores no actuando con prontitud ante estas situaciones que tanto ayer como hoy denigran el nombre de Cristo y su Iglesia, hoy ninguno de nosotros se prestará a hacer arreglos o componendas en perjuicio de la víctimas». Además de pedir perdón, nos comprometemos a «un camino de penitencia, conversión y purificación en la verdad para alcanzar la justicia». 

Asumamos todos nuestra responsabilidad para procurar una profunda educación sexual: las familias, la Secretaría de Educación Pública, las iglesias, la televisión, las diversiones, la sociedad. ¡Vale la pena navegar contra corriente!

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ZENIT Staff

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