CIUDAD DEL VATICANO, lunes 3 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- La difícil situación en la Iglesia, sumada a los conflictos entre personas de habla francesa y neerlandesa, y la asunción de la presidencia de la Unión Europea el próximo 1 de julio, son algunos aspectos del contexto en el que los obispos belgas han llegado a Roma para realizar su quinquenal visita «Ad limina apostolorum».
Este país cuenta con una arquidiócesis, Bruselas, siete diócesis y un ordinariato militar. Hasta el próximo sábado 8 de mayo los prelados belgas visitarán dicasterios de la Santa Sede, presentarán sus planes pastorales y tendrán también una reunión con el Papa Benedicto XVI.
Hace tan sólo 10 días, el obispo de Brujas monseñor Roger Joseph Vangheluwe presentó su renuncia por haber estado involucrado en el pasado en un caso de pederastia, cuando era sacerdote y al inicio de su episcopado.
Refiriéndose al tema, el arzobispo de Bruselas y presidente de la Conferencia Episcopal de Bélgica, monseñor André-Joseph Léonard ha considerado ante los micrófonos de «Radio Vaticano» que «seguramente tocaremos los dolorosos interrogantes que han surgido en nuestro país».
«Es inevitable hablar de este tema y de las medidas que debemos tomar para hacer frente a esta situación», aseguró el prelado.
En cuanto a las relaciones entre los obispos de este país, el arzobispo dijo que a pesar de ser una pequeña conferencia episcopal «entre nosotros existe una gran solidaridad».
«También en estos días me ha conmovido mucho cómo hemos estado en contacto entre nosotros», expresó. Y dijo que la visita a la tumba de Pedro durante este viaje a la Ciudad Eterna «es también para nosotros un momento privilegiado para profundizar ulteriormente en los lazos de comunión y de amistad que ya nos unen».
Dividir a Bélgica, ¿la solución?
En cuanto a los conflictos lingüísticos y políticos que llevarán a este país a las elecciones anticipadas, el presidente de la Conferencia Episcopal Belga aseguró que la Iglesia debe ser «muy cauta» al referirse a estos temas. Aseguró que es necesario «hacer sentir la propia voz junto con otras de la sociedad belga».
«Puede hacerse como hacen los movimientos laicos, las otras Iglesias y religiones y contribuir así a un diálogo entre las comunidades»,dijo.
Monseñor Léonard aseguró que está convencido que su país superará la crisis actual y considera que dividirlo es una solución «poco realista, además porque Bruselas no es sólo la capital de Bélgica sino la capital de Europa y es por ello impensable que se deje impulsar una aventura separatista».
Dice en cambio que esta crisis puede llevar a su país hacia un sistema más federal «pero que conservará la unidad porque lo impone el realismo».
No considera que la actual crisis étnica y lingüística termine en una guerra civil: «somos gente realista, tranquila y que está de acuerdo con otras comunidades lingüísticas».
Los idiomas oficiales en Bélgica son el francés, el neerlandés y el alemán. Para monseñor Léonard, este hecho no divide, sino que más bien une la fe de los belgas y se convierte en «una oportunidad para el país y para la Iglesia, porque hay sensibilidades complementarias, una diversidad que de por sí es una riqueza».
El Evangelio en una sociedad secularizada
Monseñor Léonard dijo además que en su país hay muchos desafíos para anunciar el Evangelio en una sociedad cada vez más secularizada, especialmente en lo que se refiere a temas de bioética y el diálogo interreligioso debido a la inmigración de países musulmanes.
Calificó como «particularmente grave» el tema de la crisis de vocaciones. Y dijo que espera profundizar este aspecto durante la actual visita «Ad limina».
Pero ¿cómo es visto el catolicismo por la sociedad belga? El arzobispo dijo que encuentra «una especie de desconfianza, de sospechas».
Sin embargo, asegura, cuando se explica bien en su conjunto la palabra de la Iglesia, «el mensaje se asimila muy bien», especialmente cuando se muestra «coherencia y sensibilidad por lo que vive la gente».
Los católicos practicantes en Bélgica son muy pocos. En Flandes, dice el obispo, la práctica es más alta. Actualmente la voz de la Iglesia en este país es considerada «una voz entre las otras, una voz importante, pero una entre las demás».
Por ello, dice el arzobispo, la evangelización en este país no puede ser como la de hace 30 ó 40 años. Es necesario desarrollar, lo que él considera «una pastoral a dos velocidades»: seguir con la catequesis y la preparación para los sacramentos y aprovechar estas instancias para «acompañar a las personas, ayudarlas a profundizar sus necesidades», y al mismo tiempo «alentar las fuerzas vitales provenientes de las parroquias, de los movimientos, de las comunidades que quieren evangelizar, ir más allá, profundizar».
Por Carmen Elena Villa