MÁLAGA, lunes, 3 mayo 2010 (ZENIT.org).- En la homilía de la Eucaristía que celebró este viernes en Málaga, España, durante el VIII Congreso Europeo sobre Migraciones, organizado por el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), celebrado del 27 de abril al 1 de mayo, monseñor Antonio Maria Vegliò subrayó que “Europa no es sólo moneda única”.
El prelado, presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes, recordó que “la historia europea ha sido construída sobre raíces cristianas, que deberían ser más valoradas, también para dar una correcta respuesta al interrogante que surge continuamente, sobre todo en la hora actual, con la intensificación de los flujos migratorios de minorías étnicas no católicas y no cristianas, que nos obligan a preguntarnos: ¿qué sociedad estamos construyendo?”.
“Europa no es y no debería ser sólo moneda única. Está llamada a subrayar la centralidad del hombre, cuyo valor siempre ha defendido la Iglesia”.
Una de las consecuencias del proceso de unidad política y económica hacia el que se encamina Europa será “la mayor circulación en un mercado ampliado, no sólo de mercancías y bienes sino también de personas”, observó.
En este sentido, aludió al “falso y prejuiciado trinomio ‘inmigración-irregularidad-criminalidad’”, subrayando que “hay todavía mucho trabajo que realizar en la conciencia de la comunidad internacional para hacer comprender que el inmigrante (incluso el irregular) no se identifica con el criminal, al contrario casi siempre es víctima de la criminalidad”.
“Irregularidad y criminalidad no son en absoluto sinónimos”, declaró.
Aún reconociendo que “cuando la presencia irregular se prolonga en el tiempo surge el riesgo de que el migrante entre de verdad en el circuito de la criminalidad”, el prelado observó que la comunidad cristiana “no puede dejar de interesarse por estas personas que están entre las más indefensas”.
“El criterio del cristiano no es el ‘políticamente correcto’: debe estar dispuesto también a pagar por la caridad que realiza”.
En el ámbito de la movilidad humana, añadió, “la Iglesia en Europa no ha dejado nunca de ofrecer su asistencia a todos, respetando en cada uno la inalienable dignidad de la persona humana creada a imagen de Dios y redimida por la Sangre de Cristo”.
“Por parte de los migrantes, la Iglesia sigue recomendando que el primer paso hacia la socidad que les acoge no puede ser sino el respeto de la legislación y de los valores sobre los que tal sociedad se funda, incluídos los religiosos”.
Las comunidades cristianas, por su parte, “están llamadas a vivir su identidad hasta el fondo, sin renunciar a dar su testimonio, con vistas también a un franco anuncio de la propia fe”.
“El constante aumento del movimiento de personas y pueblos, tanto en Europa como en el resto del mundo, es un signo de los tiempos, que la Iglesia debe interpretar y tener en cuenta para promover fraternidad y solidaridad –comentó–. Su objetivo es la construcción de una ‘sociedad integrada’”.
Monseñor Veglió afirmó que “la hora presente, lamentablemente, se ha cubierto de nubes oscuras, creando un clima de desconfianza y de sospecha, a raíz de los abusos cometidos por algunos sacerdotes y obispos”.
“Por una parte, sin duda condenamos tales acciones –subrayó–. El sufrimiento de las víctimas provoca en nosotros inmenso dolor y todo querríamos poder decir una palabra de consuelo. Ofrecemos nuestra comunión orante para que puedan encontrar en Jesucristo, también víctima de la injusticia, apoyo y esperanza para obtener curación interior y paz”.
“Por otra parte, confirmamos junto al Papa que esta es la Iglesia de Cristo, pecadora pero amada por el Señor. Expresamos, por ello, sentimientos de cercanía, de afecto y de devoción al Papa. Sufrimos con él y, juntos, elevamos oraciones para que continúe guiando la Iglesia con firmeza y con sabio valor”.
“Abramos el corazón a la misericordia con quien ha pecado y alcemos una oración a Dios para que los sacerdotes y todos los discípulos del Señor, en su Iglesia, sean siempre auténticos testigos de la bondad y del amor de Dios”, exhortó.
Reconociendo que el fenómeno migratorio “es una frontera significativa de la nueva evangelización en el mundo”, exhortó a los participantes en el congreso “a proseguir vuestro trabajo con renovado celo, mientras que por mi parte y del Consejo Pontificio os seguimos con atención y os ofrecemos nuestro apoyo para que el Espíritu Santo haga provechosa toda iniciativa vuestra por el bien de la Iglesia y del mundo”.
“Vele sobre nosotros Nuestra Señora, que ha vivido su fe como peregrinación en las diversas circunstancias de su existencia terrena –concluyó–. María ayude a los migrantes, hombres y mujeres, jóvenes y niños, a conocer más íntimamente a Jesucristo y a recibir de él el don de la esperanza, también en las situaciones dramáticas que a menudo deben afrontar”.
Traducido del italiano por Nieves San Martín