“En la Iglesia hay cizaña, pero Dios sigue presente”, afirma el Papa

El Papa invita a los cristianos de todas la confesiones a la esperanza

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes 17 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- “La cizaña existe también dentro de la Iglesia y entre aquellos que Dios ha acogido a su servicio de modo particular. Pero la luz de Dios no ha declinado, el grano bueno no ha sido sofocado por la siembra del mal”.

Con este mensaje, el Papa Benedicto XVI quiso mostrar su cercanía y apoyo al segundo Kirchentag ecuménico, que se celebró hasta ayer domingo en la ciudad de Munich, y que ha reunido a cristianos católicos, ortodoxos y luteranos (ZENIT, 13 de mayo de 2010).

El Pontífice envió un cordial saludo “a todos los reunidos en la Theresienwiese en Munich”, y en especial a monseñor Reinhard Marx, arzobispo de Munich (diócesis que el propio Joseph Ratzinger presidió antes de ser cardenal) y al obispo regional luterano Johannes Friedrich.

“En un momento difícil, queréis enviar un signo de esperanza a la Iglesia y a la sociedad. Por esto os lo agradezco mucho. De hecho, nuestro mundo necesita esperanza, nuestro tiempo necesita esperanza”, afirmó el Papa.

Sin embargo, las noticias sobre los últimos escándalos relacionados con el clero, reconoció, “nos quieren quitar la alegría en la Iglesia, la oscurecen como lugar de esperanza”.

Ante esta realidad, el Papa invitó a los presentes a admitir que la cizaña “existe también dentro de la Iglesia y entre aquellos que Dios ha acogido a su servicio de modo particular”.

Pero, puntualizó, “la luz de Dios no ha declinado, el grano bueno no ha sido sofocado por la siembra del mal”.

“¿La Iglesia es por tanto un lugar de esperanza? Sí, porque de ella nos llega siempre de nuevo la Palabra de Dios, que nos purifica y nos muestra el camino de la fe. Lo es, porque en ella el Señor sigue donándonos a sí mismo, en la gracia de los sacramentos, en la palabra de la reconciliación, en los múltiples dones de su consolación. Nada puede oscurecer o destruir todo esto”.

Por ello invitó a los participantes en el Kirchentag de Munich a “no perder de vista al bien y a los buenos”, a esas “personas corrientes, que no se mencionan en ningún periódico y que no cita ninguna crónica, que a partir de la fe han madurado alcanzando una gran humanidad y bondad”.

“¡Gracias a Dios, en nuestras ciudades hay mucho más de diez justos! Si hoy estamos un poco atentos, si no percibimos sólo la oscuridad, sino también lo que es claro y bueno en nuestro tiempo, vemos como la fe hace a los hombres puros y generosos y les educa en el amor”.

Vida eterna

El Papa invitó a todos a preguntarse “qué es verdaderamente la esperanza”.

“Las cosas que podemos hacer por nosotros mismos no son objeto de la esperanza, sino más bien una tarea que debemos llevar a cabo”, afirmó. Pero “no podemos hacer las cosas más grandes, las cuales nos llegan como don: la amistad, el amor, la alegría, la felicidad”.

La buena noticia de la fe “consiste precisamente en esto: existe Aquel que puede dárnoslas. No hemos sido dejados solos. Dios vive. Dios nos ama. En Jesucristo se ha convertido en uno de nosotros”.

El objeto mayor de la esperanza, prosiguió, es la vida eterna, y sin embargo “casi nadie habla hoy de la vida eterna, que en el pasado era el verdadero objeto de la esperanza. Dado que uno no se atreve a creer en ella, es necesario esperar obtener todo de la vida presente”.

“Arrinconar la esperanza en la vida eterna lleva a la avidez por una vida aquí y ahora, que se convierte casi inevitablemente en egoísta y que, al final, permanece irrealizable. Precisamente cuando queremos apoderarnos de la vida como de una especie de bien, ésta se nos escapa”, añadió.

Por esto, invitó a todos, “en la confusión de nuestros tiempos, que nos persuaden en creer en tantos otros caminos”, a decirle a Jesús, como Pedro: “Señor, ¿a dónde iremos? Tu tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.

“Os auguro que seáis de nuevo desbordados de la alegría de poder conocer a Dios, de conocer a Cristo y de que Él nos conoce, Esta es nuestra esperanza y nuestra alegría en medio de las confusiones del tiempo presente”, concluyó.

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ZENIT Staff

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