JERUSALÉN, martes 18 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Los 14 millones de cristianos que viven en Oriente Medio, a pesar de las dificultades y las persecuciones, tienen una misión que cumplir en sus respectivos países, en orden a la paz y la convivencia.
Este es uno de los temas que abordó el recientemente nombrado obispo auxiliar del Patriarcado de Jerusalén, monseñor William Shomali, durante una conferencia que pronunció el pasado jueves 13 de mayo en el auditorio de St. Saviour.
A esta conferencia, en preparación de la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio, asistieron unos 140 religiosos que trabajan en el Patriarcado Latino, y que han cooperado en el trabajo de los Lineamenta.
Monseñor Shomali insistió en la necesidad de que los cristianos de Oriente Medio “descubran su vocación”, evitando cerrarse en una “mentalidad de gueto” que podría llevar cada vez más a su insignificancia social.
En la conferencia, con el título The Synod for the Middle East in its geopolitical and pastoral context, el nuevo obispo auxiliar de Jerusalén analizó, país por país, la situación de las minorías cristianas.
Desde Turquía hasta Egipto y desde Siria hasta Iraq, la situación de los cristianos es de cada vez mayor dificultad, debido por un lado a emigración, y por otro al ascenso de un Islam político que quiere someter a las sociedades árabes.
Si bien la situación concreta, de mayor o menor tolerancia, depende de cada país – desde la intolerancia total en Arabia Saudita hasta la libertad de culto de Jordania – sin embargo, los cristianos viven en sociedades en las que no existe auténtica libertad de conciencia, y en el que su presencia es tolerada más que admitida.
Menos cristianos
El mayor problema que enfrentan las comunidades cristianas, explicó monseñor Shomali, es el de su propia continuidad, pues son ya más de cien años de éxodo ininterrumpido de cristianos, a lo que se suma el genocidio de maronitas (1860) el de millón y medio de armenios por parte de Turquía (1912), la guerra del Líbano (1975-1990) y la inestabilidad de Iraq (desde 1990).
Esta emigración, afirma monseñor Shomali, no sólo “ha debilitado el tejido de la vida cristiana”, sino que “también ha abierto los ojos de los musulmanes moderados, que ven en este éxodo un empobrecimiento de la sociedad árabe y la pérdida de elementos moderados”.
“Muchos intelectuales palestinos – incluyendo al actual Gran Mufti de Palestina, al presidente Mahmoud Abbas y el Primer Ministro Salam Fayyad – han dicho que la salida de los cristianos ha sido una pérdida para todos los palestinos, y que terminará poniendo a los judíos y a los extremistas musulmanes frente a frente”, afirmó.
En este sentido, prosiguió, “los cristianos tienen una contribución que hacer en la solución de los conflictos políticos o religiosos”, pero para ello deben “abandonar la mentalidad de gueto” y “participar más activamente en la vida pública”.
“Vocación”, no “destino”
Monseñor Shomali subrayó que los cristianos que viven en el Oriente Medio están arraigados en una cierta cultura e idioma, y viven con otros pueblos con los que comparten una lengua, una historia y muchas tradiciones.
“Los cristianos no deben sentir que son extranjeros. Están llamados a ser testigos de Cristo en los países donde viven”, añadió.
Por ello, exhortó a los cristianos “a vivir con fe y alegría en la tierra de sus antepasados”, pues “abandonar sus países de origen significa escapar de la realidad”.
“Los fieles esperan que sus pastores les den razones claras de su misión en cada país”, la de “testigos de Cristo resucitado y presente en su Iglesia por medio del Espíritu Santo, en los países donde nacimos y donde vivimos”.
En este sentido, subrayó que un factor que podría limitar la emigración sería hacer a los cristianos “más conscientes del significado de su presencia y de la necesidad de participar, aquí y ahora, en la vida pública”, a pesar de las “dificultades y persecuciones”.
Ecumenismo
Otro asunto al que monseñor William Shomali dedicó particular atención fue a la vida espiritual de los cristianos, y particularmente a la cuestión de la unidad.
Por un lado, subrayó la importancia de formar a los fieles en el conocimiento de la Escritura, tal y como propuso el Sínodo de 2008: “En Oriente Medio hay una gran cantidad de piedad y mucha devoción popular. Pero la Palabra de Dios aún no ha tomado su lugar legítimo en la espiritualidad del pueblo cristiano”.
“Las Sagradas Escrituras, escritas en nuestra tierra y en nuestros idiomas (hebreo, arameo y griego), con expresiones literarias y culturales que sentimos como propias, guiarán nuestro pensamiento” para “descubrir el significado de nuestra presencia, nuestra comunión y nuestro testimonio en el contexto actual de nuestros respectivos países”.
Por otro, se refirió a la unidad (que no la uniformidad) con las iglesias orientales sui iuris, melquitas, sirios, maronitas, coptos, armenios y caldeos.
“Estas iglesias necesitan vivir su particularidad litúrgica y lingüística, por un lado, y una mayor comunión entre sí por el otro. En la actualidad, esta comunión deja algo que desear. También necesitan una renovación pastoral y litúrgica”.
Por otro lado, se refirió a la relación entre las Iglesias católica y ortodoxa, afirmando, con los Lineamenta, que que odas las divisiones entre las Iglesias de Oriente Medio “son frutos amargos del pasado, pero el Espíritu trabaja con las iglesias para reunir y romper las barreras para esa unidad visible querida por Cristo”.
“La mayor divergencia entre las Iglesias católica y ortodoxa está en cómo entendemos el primado del Obispo de Roma”, reconoció, aunque añadió que precisamente los papas recientes están reflexionando sobre “forma de ejercicio del primado que, sin ser en modo alguno una renuncia a lo que es esencial de su misión, no deje de abrirse a una nueva situación, teniendo en cuenta la doble tradición canónica latina y oriental».
En resumen, concluyó monseñor Shomali, la Iglesia “no pretende ofrecer soluciones prefabricadas para todos los problemas que afrontan los cristianos que viven en el Oriente Medio”.
Haciendo suya una de las respuestas a los Lineamenta, planteadas por sus interlocutores, el prelado subrayó que la tarea de la Iglesia es “la formación de clero y fieles, en las homilías y en la catequesis” para “dar al creyente el auténtico sentido de su fe y también la conciencia de su papel en la sociedad en nombre de esa fe”.
[Por Inma Álvarez]