CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 30 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Este domingo fue beatificada en Roma la religiosa italiana María Pierina De Micheli (1890-1945), del Instituto de las Hijas de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires, que desempeñó su obra educativa en Argentina, gran
Benedicto XVI se unió espiritualmente a esa celebración, que por primera vez tuvo lugar en la Basílica de Santa María la Mayor, al rezar la oración mariana del Ángelus junto a miles de peregrinos, repasando los rasgos más destacados de su biografía.
«Giuseppina –éste era su nombre de pila– nació en 1890 en Milán, en el seno de una familia profundamente religiosa, donde florecieron varias vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada», recordó el Papa. «A los 23 años ella misma emprendió ese camino, dedicándose con pasión al servicio educativo, en Argentina y en Italia. El Señor le dio una extraordinaria devoción a su Santa Faz, que la apoyó siempre en las pruebas y en la enfermedad».
«Falleció en 1945 y sus restos mortales descansan en Roma», concluyó.
La beatificación fue presidida en nombre del Papa por monseñor Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, con la participación de peregrinos provenientes de Argentina, Chile y otros países de Sudamérica.
En la carta apostólica de beatificación, el Papa Benedicto XVI, presenta tres característica de la santidad de Pierina, en las que profundizó monseñor Amato durante la homilía: la piedad mariana, la devoción al santo rostro de Jesús Crucificado, y la entrega de su vida de oración y sufrimiento por la santificación de los sacerdotes.
En su página web, las Hijas de la Inmaculada Concepción presentan estos rasgos de la religiosa, revelando momentos que caracterizaron su vida mística.
«El primer viernes de cuaresma de 1936, Jesús, con profunda tristeza le dijo: ‘Quiero que mi Rostro, el cual refleja las penas íntimas de mi interior, el dolor y el amor de mi Corazón, sea más honrado. Quien me contempla, me consuela'», revelan sus hermanas de religión.
«En mayo de 1938 –siguen narrando–, mientras rezaba, se presentó sobre el altar la Santísima Virgen, llevando en sus manos un escapulario formado por dos franelas blancas. Una tenía la imagen del Divino Rostro de Jesús con la frase ‘Ilumina Domine Vultum Tuum super nos’ [Ilumina, Señor, tu rostro sobre nosotros] y la otra, una Hostia circundada por rayos y las palabras: ‘Mane nobiscum Domine’ [Quédate con nosotros, Señor]».
«La Madre Pierina, sobrellevando muchas dificultades, logró acuñar la medalla con las indicaciones que había recibido de la Santísima Virgen. Ella le había dicho que todos aquellos que llevaran la medalla y realizaran una visita cada martes al Santísimo Sacramento para reparar los ultrajes que recibió el Divino Rostro: serían fortificados en la fe, superarían las dificultades internas y externas, tendrían una muerte serena bajo la mirada de su Divino Hijo», revelan las religiosas.
En la mañana del 2 de junio, en la plaza de San Pedro, tendrá lugar la presentación de las reliquias de la madre Pierina de Micheli a Benedicto XVI.