ROMA, jueves, 3 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Ha fallecido un santo. Un mártir del diálogo y de la paz. Un amigo personal y de la redacción de ZENIT. Sólo nos queda esperar que su asesinato no alimente divisiones, reacciones extremistas, conflictos.
Monseñor Luigi Padovese, obispo de Iskanderun, vicario apostólico de Anatolia, y presidente de la Conferencia Episcopal Turca, acuchillado por su chófer este martes, había sido un profesor universitario de prestigio internacional, catedrático de Patrística en la Universidad Pontificia Antonianum de Roma y director durante 16 años del Instituto de Espiritualidad de esa institución académica. Enseñaba también en la Universidad Pontificia Gregoriana y en la Academia Alfonsiana de la ciudad eterna.
Uno de los mayores expertos sobre san Pablo, dedicó varios libros al apóstol de las gentes, el último de los cuales, publicado en Italia en el año 2008, llevaba por título «Guía a Turquía: Los lugares de san Pablo y de los orígenes cristianos» (Edizioni Paoline).
Era un pastor de corazón grande, que nunca provocó una polémica, comprometido cotidianamente en reanudar lazos y cicatrizar relaciones para hacer que creciera la confianza, el diálogo y la paz entre personas de diferentes religiones.
En una entrevista concedida a ZENIT, se definió como «amigo y enamorado de Turquía» y alentaba ante las manipulaciones del Islam con fines políticos y nacionalistas.
La Santa Sede tenía muchas esperanzas en su trabajo. Durante diez años fue visitador del Colegio Oriental de Roma al servicio de la Congregación de las Iglesias Orientales, así como consejero de la Congregación para las Causas de los Santos. El 11 de octubre de 2004 Juan Pablo II le nombró obispo y vicario apostólico de Anatolia.
Precisamente este miércoles, 2 de junio, tuvo un encuentro con las autoridades turcas para afrontar los problemas de las minorías cristianas y este viernes tenía previsto viajar a Chipre para reunirse con Benedicto XVI, quien este domingo publicará en esa isla el «Documento de trabajo» (Instrumentum Laboris) del Sínodo de los Obispos de Oriente Medio, que se celebrará en el Vaticano en octubre.
Cuando en febrero de 2006 fue asesinado en Trebisonda (Turquía), el sacerdote Andrea Santoro, en la misa de sufragio, monseñor Padovese dijo: «Perdonamos a quien ha cometido este gesto. No se resuelven los conflictos eliminando a quien no piensa del mismo modo. El único camino que hay que recorrer es el del diálogo, el del conocimiento recíproco, la cercanía y la simpatía. Pero mientras los canales de televisión y los periódicos publiquen programas que ofrecen una mala visión del cristianismo y lo presentan como enemigo del Islam (y viceversa), ¿cómo podemos pensar que se dará un clima de paz?».
Y refiriéndose al sacrificio del padre Santoro, añadió «Quien ha querido cancelar su presencia física, no sabe que ahora su testimonio es más fuerte».
Comentando la muerte de monseñor Padovese, Maddalena, hermana del padre Andrea Santoro, ha explicado que el obispo «era verdaderamente un auténtico cristiano y esto lo manifestaba con su bondad. En su comportamiento no había ambigüedad, no hacía distinciones y tenía confianza en todos, incluso en su chófer. Espero que en Turquía se abran los ojos para tratar de comprender qué hay detrás de estas situación, pues los musulmanes también deben saber acoger a los cristianos, sin tener miedo de que queremos convertirles».
Nosotros, en ZENIT, le escuchábamos con frecuencia prestando atención a sus palabras y sintiendo miedo por el papel delicado que desempeñaba. En uno de los últimos encuentros nos había comunicado la preocupación por su chófer, que no se encontraba bien psicológicamente. El mismo chófer que le ha acuchillado.
Estamos conmocionados por lo que ha sucedido, pero renovamos nuestra confianza en la Divina Providencia, con la esperanza de que la sangre derramada evite conflictos y suscite paz y reconciliación.
Por Antonio Gaspari