CIUDAD DEL VATICANO, jueves 10 de junio de 2010 (ZENIT.org).- En estos momentos tiene lugar una oleada de contestación y oposición al sacerdocio ante la que hay que responder con purificación y oración, explica el cardenal Marc Ouellet.

El arzobispo de Quebec ofreció una meditación en la mañana de este jueves a los casi diez mil presbíteros que participan en el congreso internacional de sacerdotes que ha preparado la conclusión del Año Sacerdotal de este viernes.

"Hoy somos testigos de la irrupción de una oleada de contestación sin precedentes sobre la Iglesia y sobre el sacerdocio, tras las revelaciones de escándalos sobre los que tenemos que reconocer la gravedad y reparar las consecuencias con sinceridad", aseguró el purpurado.

"Pero más allá de las necesarias purificaciones merecidas por nuestros pecados, también hay que reconocer en el momento presente una abierta oposición a nuestro servicio a la verdad y a los ataques tanto del exterior como del interior que buscan dividir a la Iglesia".

Ante esta situación, dijo, "rezamos juntos por la unidad de la Iglesia y por la santificación de los sacerdotes, heraldos de la Buena Nueva de la salvación".

El cardenal canadiense recordó que "la Iglesia católica cuenta hoy con 408.024 sacerdotes, divididos en los cinco continentes. Cuatrocientos mil sacerdotes es mucho y poco para mil millones de católicos. Cuatrocientos mil sacerdotes y sin embargo un solo Sacerdote, Jesucristo".

En la persona de Cristo

"Por mediación nuestra, Él se queda presente como en el primer día y todavía más que en el primer día, pues prometió que haríamos cosas más grandes que Él. Cristo salía al encuentro de sus hermanos y hermanas caminando hacia la Cruz. Nosotros, sus ministros, salimos al encuentro de nuestros hermanos y hermanas en su Nombre y en su potencia de Resucitado" y "somos enviados a todos los caminos del mundo".

"El sacerdote que actúa in persona Christi Capitis y en representación del Señor, no actúa nunca en nombre de un ausente, sino en la Persona misma de Cristo Resucitado, que se hace presente con su acción realmente eficaz", recordó Ouellet citando a Benedicto XVI.

Por eso, el consejo del cardenal a los sacerdotes que le escuchaban se centró en "conservar una conciencia viva de actuar en persona de Cristo".

"Sin esta conciencia, el alimento que ofrecemos a los fieles pierde el gusto del misterio y la sal de nuestra vida sacerdotal se vuelve sosa".

"Que nuestra vida conserve el sabor del misterio y que para ello sea en primer lugar una amistad con Cristo".

Oración y celibato

La homilía fue pronunciada por el cardenal Tarcisio Bertone en la misma basílica edificada en la tumba de san Pablo, quien insistió en que el sacerdote debe ser ante todo un hombre de oración para vivir en profundidad la belleza del celibato.

"Sabemos bien que es fundamental y prioritaria la dimensión orante de nuestro ministerio y de nuestro ser. Estamos constituidos en el sacerdocio ministerial ante todo para elevar oraciones a Dios a favor de todo el pueblo que nos ha sido encomendado".

Esta dimensión constituye "no sólo una tarea, sino la misma 'columna vertebral' de nuestra existencia, su alma y su aliento".

El celibato, ha subrayado, "es signo y al mismo tiempo estímulo de la caridad pastoral y fuente especial de fecundidad en el mundo".

De hecho, concluyó, "su valor esta claramente presente y es valorado con gran honor por la tradición de las Iglesias orientales, que también reconocen la posibilidad de un ministerio sacerdotal uxorado" (casado).