ROMA, viernes 18 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Diversos cardenales de la curia romana concelebraron este jueves en Roma una misa de sufragio por dos diplomáticos inspirados por el cristianismo que lucharon contra el nazismo: Luis Martins de Sousa Dantas y Aristides de Sousa Mendes.
El presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el cardenal Walter Kasper, presidió la eucaristía, celebrada en la iglesia de Santa María en Traspontina, informa este viernes L’Osservatore Romano.
Concelebraron, entre otros, el prefecto de la Congregación para el Clero, el cardenal Cláudio Hummes, y el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal William Joseph Levada.
El presidente emérito del Consejo Pontificio Justicia y Paz y del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Migrantes y los Itinerantes, el cardenal Renato Raffaele Martino, pronunció la homilía.
El brasileño Luis Martins de Sousa Dantas y el portugués Aristides de Sousa Mendes salvaron a miles de judíos en los años difíciles de la Segunda Guerra Mundial.
“Tanto Dantas como Mendes pertenecen a ese grupo de personas de recta conciencia -diplomáticos y no- que en toda Europa arriesgaron su vida para salvar la de tantas personas amenazadas por el horror racista del nazifascismo”, indica el diario vaticano.
Entre esas personas, L’Osservatore Romano también destaca al sueco Wallemberg, el suizo Lutz, el italiano Perlasca (secundando órdenes del embajador español Sanz Briz), y el alemán Schindler.
Profunda fe cristiana
En su homilía, el cardenal Martino recordó que la acción de Dantas y de Mendes estuvo motivada por una profunda fe cristiana.
Esa acción adquirió aún mayor relevancia porque se realizaba en consciente y recta desobediencia a las disposiciones de sus respectivos Gobiernos que -como los de la mayor parte del mundo- estaban en aquellos años bien dispuestos para luchar contra los judíos.
Mendes, que estaba empleado en el consulado portugués en Burdeos, en la Francia de Petain, ocupada por los nazis, desafió la orden explícita del Gobierno portugués de Salazar de evitar “en cualquier circunstancia conceder visados a los judíos y a otros indeseables”.
Mendes organizó un sistema de visados que ocultaba la identidad judía y logró salvar a más de treinta mil personas que de otra manera hubieran sido destinadas a los campos de concentración y a una muerte segura.
Más tarde, Mendes vio a sus catorce hijos obligados a emigrar y a dispersarse por distintos lugares del mundo.
Murió en la absoluta miseria, en un refugio para pobres gestionado por los franciscanos en Lisboa, el 3 de abril de 1954.
Como él deseaba, su cadáver fue revestido para la sepultura con el sayo franciscano.
Por su parte, el embajador Dantas también escuchó la voz de su conciencia y eludió las disposiciones de su Gobierno -menos explícitas que las portuguesas, pero no menos vinculantes- para favorecer la huida de miles de personas amenazadas de muerte.
Su insubordinación le costó la carrera. En su defensa, se limitó a decir que actuó “movido por los más elementales sentimientos de piedad cristiana”.
Sobre todo en nombre de Mendes y de Dantas, se ha creado un comité promotor de una Jornada de la Conciencia, para recordar y agradecer a Dios por todos los que tuvieron la valentía de escuchar su conciencia en aquellos años difíciles.