ROMA, martes, 7 septiembre 2010 (ZENIT.org).- El nuevo maestro de los dominicos, el padre Bruno Cadoré, cuenta en su primera entrevista su vocación en la que ha tenido un papel decisivo su trabajo como médico y afirma que su misión, como sucesor de san Domingo de Guzmán, será la de ser «servidor de la unidad entre todos los hermanos».
El sacerdote francés, de 56 años, elegido superior de más de los seis mil dominicos del mundo, narra en el reportaje vídeo, publicado por la agencia audiovisual H2onews, que su vida de joven pediatra cambió inesperadamente un día en el que pisó la iglesia de un convento.
«No sé por qué, pero estaba buscando una iglesia donde hubiera un convento dominico, y llegué un día en el que estaba rezando la comunidad –reconoce–. Pude ver una comunidad de frailes que daban la impresión de ser libres y felices. Y yo, en ese momento, buscaba algo. Como yo trabajaba con niños enfermos, me hacía preguntas y pensé que ellos podían tener otro punto de vista sobre el mundo más allá de enfermedad, la muerte y las dificultades de la vida. Y después entré en esa iglesia. Allí, tuve la impresión de que buscaban algo que era cierto, libre y feliz».
De este modo entró en la Orden de los Predicadores, donde después del noviciado fue enviado dos años de misión a Haití.
«Fue para mí un momento muy importante –confiesa–. Ante todo, yo no sabía lo que era una comunidad de predicadores y lo pude ver. Además, yo no conocía ese lado del mundo: la gente vive en situaciones extremamente precarias; en aquella época era un momento de dictadura, muy desorganizada. Y allí pude ver la vida de los hermanos, que vivían en una gran región, o más bien en el campo, en las montañas, y que estaban organizando las parroquias en comunidades eclesiales de base, que se llamaban fraternidades. En esos dos años de vida, dedicados a vivir con la gente, a conocer el Evangelio con ellos, creo que aprendí el Evangelio con ellos y eso fue crucial para mí, porque nunca lo he olvidado».
Para el nuevo maestro de la Orden, «un dominico es un fraile predicador, por tanto, es un ‘hermano’, que vive con los hermanos, que quiere vivir con sus hermanos, porque es ahí donde se comparte la palabra de Dios y es ahí donde nos convertimos en los seres humanos que somos. «Predicadores» que predican tratando de actuar como Jesús lo hacía –por decirlo de algún modo–, es decir, saliendo al encuentro de las personas, amándolas, escuchándolas, tomándonos un tiempo para saber qué es de sus vidas, cuáles son sus preguntas, viviendo con ellos, y buscando con ellos cuál es la verdad de la palabra de Dios».
Por lo que se refiere a su misión como maestro, reconoce con gran humildad: «no sé muy bien cuál es la función. Voy a descubrirlo».
«Yo sé cuál fue la función de los Maestros de la Orden que yo conocí, pero yo no sé bien cómo se realiza –sigue explicando–. Tengo la impresión de que su trabajo esencial es el de conocer a los hermanos, aprender a amarlos, valorar lo que predican, descubrir a las personas con las cuales vive, predica, y por ello, descubrir cómo la palabra de Dios se revela entre las personas a través de la predicación, es decir a través de la palabra intercambiada y el diálogo con la gente».
«Creo también que el Maestro de la Orden es el servidor de la unidad entre todos los hermanos, todas las comunidades, las provincias, de todas las culturas que son tan diferentes –concluye–. Con el misterio de una unidad que nos ha sido dada, creo, a través de la alegría de ser destinatarios de la palabra de Dios, la alegría de amar a la gente como hijos de Dios, y podría decirse, como Domingo, como él lo hizo; libertad, la libertad, de tomarse el tiempo para buscar verdaderamente con la gente cuál es la vida de la vida, cuál es la vida dentro de la vida».