No hay guerra santa en Darfur

Entrevista con un miembro de la Comunidad de San Egidio

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JARTUM, Sudán, domingo, 26 septiembre 2010 (ZENIT.org).- Mientras año tras año persiste el conflicto en la región de Darfur en Sudán, la crisis humanitaria en la zona no deja de empeorar. Pero allí hay una organización que busca la paz tiene una notable ventaja: ni tiene intereses personales ni agendas ocultas.

Se trata de la Comunidad de San Egidio, movimiento católico de laicos con el carisma de servir a los pobres, y que cuenta ya con un historial de éxitos a la hora de hacer avanzar la paz en los conflictos más complejos de África.

En esta entrevista, Vittorio Scelzo, miembro de la comunidad, habla sobre cómo ser un pacificador en Sudán y las perspectivas de paz en Darfur. Y sobre todo repite una y cien veces que esa guerra no es entre musulmanes y cristianos.

¿Qué está haciendo la Comunidad de San Egidio en Darfur?

Scelzo: Darfur es una región en el oeste de Sudán. Es una región grande. Tan grande como Francia. En esta parte del país, la guerra estalló en marzo de 2003. Estamos allí desde principios de 2004. Estamos buscando soluciones políticas a la crisis.

–¿Cuál es el verdadero problema?

Scelzo: El problema es la escasez de tierra. No hay bastante espacio para vivir. El desierto está invadiendo la tierra fértil, y éste es el verdadero problema. Hay muchos clichés que se aplican a los problemas en Darfur: es un conflicto cristiano-musulmán, lo que es falso; es una Guerra Santa, que también es falso. El problema es la tierra y la marginación.

Algunas tribus, los fur, los zaghawa y los massaliet, han sido marginadas durante mucho tiempo. Ahora buscan autonomía política y tierra, de modo que buscan discutir. Una vez que uno se mete en política, surgen un montón de problemas: poderes externos que quieren influir y sacar algo de las negociaciones, etc. En San Egidio, sin embargo, tenemos la libertad para excluir estas influencias externas y tener una negociación a puerta cerrada.

–¿Quién lucha contra quién?

Scelzo: Esta una extraña guerra porque diría que es la primera guerra del agua. El desierto del Sáhara está invadiendo las tierras de cultivo y pastoreo en Darfur. La menguante tierra para labrar no es suficiente para la creciente población de Darfur. Los agricultores y pastores luchan sobre esta tierra cada vez menos cultivable.

–¿Quién lucha entonces? ¿Los musulmanes que tienen el agua contra los cristianos que no tienen agua? ¿Cómo es exactamente?

–Scelzo: Tenemos que dejar algo claro al hablar de Darfur. La guerra en Darfur no es una guerra religiosa y la religión no es el motivo. Esta es una guerra entre musulmanes; hay musulmanes luchando del lado del gobierno y musulmanes luchando del lado de los rebeldes. La guerra no tiene nada que ver con la religión. La religión quizás tenga su papel en la guerra en el sur de Sudán. Solemos pensar que la religión es la causa de la guerra, aunque sea como pretexto, pero la religión no ha sido nunca la causa de la guerra. La gente debería ser muy cuidadosa al declarar que la religión es la causa del conflicto.

–¿Cuál es su experiencia al trabajar con esta gente?

Scelzo: Nuestra experiencia es que necesitamos escuchar. El método de San Egidio al trabajar con esta clase de crisis es que tienes que escuchar a la gente. Tienes que comprender por qué la gente está luchando. Por qué, y cuáles son las causas profundas del conflicto, y comprender que las exigencias de la gente implicada están sobre la mesa para luego encontrar una solución razonable. Esto suele parecer muy ingenuo, muy tonto, y muy simple pero el problema, en ocasiones, es que hay un montón de intereses políticos, y poderes regionales con sus propias agendas ocultas o abiertas. Tienes que debatir las causas profundas y escuchar las preocupaciones de aquellas personas para descubrir lo que verdaderamente quieren.

–¿Puede darnos un ejemplo de su propia experiencia?

Scelzo: Tuvimos un encuentro aquí en Roma en mayo de 2005, y la paz en Darfur ha estado al frente de la agenda de los potencias y de la comunidad internacional. Hubo siete sesiones de largas conferencias sobre la paz en Darfur y en Abuya, Nigeria. Esta conferencia afrontó algunos problemas así que convocamos en Roma a las personas implicadas y a los rebeldes. Éstos rechazaron volver a la mesa de negociación. No querían seguir discutiendo con el gobierno (sudanés) porque algunos temores, tensiones y exigencias no fueron considerados de modo apropiado. Así que les llamamos aquí a Roma, a nuestra sede central, que es un antiguo monasterio, para discutir con nosotros.

Provocaba una sensación extraña ver en San Egidio, una comunidad católica, a todos esos musulmanes reunidos en nuestra sede central, pero esto no planteó problema alguno. Comenzaron a discutir y usted sabe que, en algunas ocasiones, las negociaciones y los encuentros internacionales son como un circo. Hay un montón de gente alrededor de la misma mensa. En San Egidio nos encontramos sólo con gente que tienen problemas en las negociaciones de paz. No con la prensa, ni con influencias externas ni con líderes religiosos. Era una negociación a puerta cerrada y tuvo lugar sólo durante unos días. No hubo fuga de noticias y sólo se centró en el debate. Era el momento de discutir.

–¿Fue capaz de reírse o bromear con estos representantes tras las puertas cerradas?

–Scelzo: Pudimos entender mejor a esta gente, su forma de pensar, su estilo, sus exigencias y las razones del descontento con sus oponentes, las mediaciones y la comunidad internacional. Tuvimos, porque éramos libres, la ocasión de explicarles algo; no tenemos nada que perder, ni una agenda oculta. Tenemos la libertad de decirles: puesto que eres mi amigo, tengo que decirte que te estás comportando bien. Somos, después de todo, una parte externa sin intereses personales o agendas ocultas y podemos mediar entre las partes implicadas y decir «cosas» a ambos como resultado de nuestra libertad de otras influencias.

–¿Son capaces de comprender estos valores: amistad y amor mutuo?

Scelzo: Esto es algo que puede entenderse gradualmente. Ahora bien, es un periodo difícil. Se ha firmado la paz formal en Darfur pero la paz todavía es resbaladiza; la gente todavía sufre, la lucha todavía sigue. Estamos buscando la forma de comenzar una nueva ronda de negociaciones. La paz está allí, la paz debe estar allí, pero nadie se ha dado cuenta de que está. Si uno va a los campos, la gente no se ha dado cuenta de que haya paz. Así que estamos buscando el modo de recomenzar las negociaciones políticas.

–¿Cómo comenzar una negociación política si quieres hablar de paz?

Scelzo: Para nosotros la paz es un don de Dios. La paz es algo que no podemos hacer; la paz es algo que se recibe de Dios. Esta es nuestra definición de paz pero, por supuesto, tienes que tratar con políticos cuando se habla de un conflicto humano y debes utilizar categorías políticas, palabras políticas, y palabras que usa la gente que lucha.

–¿Puede explicar la paz que buscan los rebeldes?

–Scelzo: La paz que buscan los rebeldes abarca exigencias de tierra, la unificación de los tres estados de Darfur en uno solo, compensaciones, representación y participación en el gobierno. Esto es lo que siempre ha buscado la oposición, sea a través del conflicto armado o no.

–¿Qué clase de paz propone el gobierno?

–Scelzo: El gobierno propone la paz del status quo por supuesto, algo no inusual. Cuando hay dos facciones diferentes a la misma mesa están buscando la misma cosa pero la nombran de diversa forma. Nuestro trabajo es quitar el problema del conflicto armado, y proponemos a ambas partes seguir luchando no a través de las armas sino a través del debat
e y la negociación.

Usted sabe que acogimos, durante 27 meses, las negociaciones de paz para Mozambique. Es muy interesante ver a un rebelde, a un hombre acostumbrado a luchar en la jungla y en el bosque, convertirse en político.

–¿Cómo vio usted esa transformación? ¿Qué ocurrió cuando le dijeron que se sentara en la mesa en vez de luchar en la jungla?

Scelzo: Usted sabe que llegar a la mesa suele ser el objetivo final de todos los que luchan porque luchan por una razón. Necesitas comprenderlo en el sentido de que, en ocasiones, es fácil pensar que la gente lucha porque está loca, o luchan porque son malos. Es cierto que luchar no es algo bueno, y sabemos que luchar sea cual sea la causa no es justificable. Pero necesitas comprender por qué esta gente se implica en un conflicto armado y este es un buen ejercicio para ayudar a la gente que lucha y hacerles comprender y aclarar, incluso a sí mismos, por qué luchan y traer estas razones y preocupaciones a la mesa.

Este es el caso de Darfur, pero es la misma situación en el conflicto armado en el norte de Uganda, con el Ejército de Resistencia del Señor. Uno de los momentos más difíciles para las partes implicadas en el conflicto armado es cuando deciden negociar. El problema surge cuando están en la mesa de negociaciones. Usted que es periodista, se enfrenta al mismo problema: cuando usted tiene una hoja en blanco enfrente, se pregunta qué escribir en esta hoja. En el caso de los rebeldes, también se preguntan: ¿Qué debo escribir? ¿Cuáles son nuestras exigencias? No es fácil. Tú, un rebelde, has estado luchando todo este tiempo y has estado esperando este momento, pero ahora que tienes enfrente la oportunidad, y tienes que escribir tus exigencias, esto se vuelve difícil, pero este es un momento muy importante, un momento en el que la persona de un luchador se transforma en un político. Nosotros creemos por supuesto que la paz es un don de Dios, pero cuando tratamos con seres humanos tenemos que utilizar instrumentos políticos y, por eso, los instrumentos políticos son muy importantes y, en ocasiones, muestra negociación se vuelve un camino para que esta gente use los instrumentos políticos.

–Quíteme una curiosidad. ¿Por qué buscan ustedes tan activamente la paz en África?

Scelzo: Esta pregunta me da la ocasión de hablar un poco más sobre la Comunidad de San Egidio, porque creo que es muy difícil comprender por qué una comunidad –como la nuestra– se ve implicada en una clase tan extraña de iniciativas, como ir a la selva para encontrarse con los rebeldes. Fuimos fundados en Roma en 1968. Usted conoce los acontecimientos de 1968: la idea de la revolución, cambiar el mundo, y nosotros también quisimos cambiar el mundo, pero pensamos que la mejor manera de hacerlo era comenzar por nosotros mismos, comenzar por nuestros corazones, y comenzar con el Evangelio. Así el Evangelio y la oración se han convertido en los dos pilares sobre los que fundamos nuestra comunidad. El tercer pilar es el servicio a los pobres. En Roma, tuvimos escuelas libres para niños de los suburbios. Ahora, en los 70 países en los que la comunidad está presente con 50.000 miembros, el servicio a los pobres significa mucho. El foco principal está en ayudar a los niños en cualquier parte del mundo en que estemos establecidos. Así en África, esto significa ir a las calles para encontrarse con los niños de la calle, visitar las prisiones, etc.

–¿Cuál es su convicción personal? ¿Por qué quiere usted ayudar a lograr la paz, por ejemplo, en África, en Darfur y en otros países?

Scelzo: Me uní a la Comunidad de San Egidio en 1989 cuando tenía 14 años. Por supuesto no pensaba en lograr la paz. Me acababa de encontrar con algunos compañeros de clase que me propusieron unirme a lo que llamamos una «Escuela de Paz», que estaba a las afueras de Roma. Así que fui, y tengo que decir que me enamoré de aquellos niños pobres. Tenían problemas en el colegio y comenzamos a poner en práctica lo que significa la «Escuela de Paz». Era una escuela vespertina, era libre e intentábamos ayudar a aquellos niños de Etiopía y Eritrea, los primeros inmigrantes en Italia. Me enamoré de aquella gente y comprendí que podía ayudar a los demás.

Fue una alegría porque era divertido y porque dio un sentido a mi vida. Tenía 14 años; estaba pensando qué hacer cuando creciera. Bien, encontré una fuente y un sentido para mi vida, y es el mismo sentido que tengo ahora, y que está enraizado en la oración y en el Evangelio, los pilares de San Egidio y el servicio a los pobres. África es uno de los pobres que llama a nuestra puerta y «la guerra es la madre de todas las pobrezas» y, si vas a Darfur está claro porque ves cómo vive la gente en los campos. Lo he visto en Liberia, lo he visto en el norte de Uganda.

–¿Cuál es exactamente la pobreza en estos campos? ¿Puede explicarnos lo que son estos campos?

–Scelzo: La tragedia más grande de Darfur es el hecho de que no se permite a la gente quedarse en sus propias aldeas, sino que se ve forzada a huir. La mayoría están en Chad, algunos todavía están en Darfur, pero viven en campos. Más de dos millones de personas viven en estos campos. En la vida en el campo no tienes nada. Estás siempre esperando en algo, que venga de fuera: de la organizaciones no gubernamentales internacionales, de los programas de alimentos… Dependes de ellos. Uno de los problemas que tratamos de afrontar es que, en el área controlada por los rebeldes o por el gobierno, no hay acceso a la ayuda humanitaria. Por lo que nadie cuida de esa gente. Así se entiende la frase: «la guerra es la madre de todas las pobrezas». He visitado el campo del norte de Uganda; 1,8 millones de personas han estado viviendo en este campo cerca de Gulu durante 20 años, debido a la absurda guerra del Ejército de Resistencia del Señor.

Esta entrevista ha sido realizada por Pauline Meyer para «Dios llora en la Tierra», un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Más información en www.ain-es.orgwww.aischile.cl 

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ZENIT Staff

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